A partir del jueves 3 de abril se podrá visitar en el Museo Nacional de Bellas Artes, la exposición ‘La vida eterna’, de Guillermo Lorca.

La muestra, que estará abierta al público hasta el 25 de mayo, está constituída por veinticuatro óleos realistas, que van desde pequeño a gran formato, en los que Lorca despliega un realismo formal, potenciado por inquietantes y sorprendentes imágenes.

En sus óleos es posible apreciar la influencia de grandes maestros de la historia del arte como Rembrandt, Diego Velázquez, Caravaggio, y otros más actuales como Claudio Bravo, Lucian Freud, Gottfried Henwein o Frank Auerbach.

A sus 30 años, Guillermo Lorca (Santiago, 1984) cuenta con 10 años de trayectoria como artista y con La vida eterna presenta su cuarta exposición individual y la primera en el Museo Nacional de Bellas Artes. El trabajo de este joven artista se hizo conocido en Chile, gracias al proyecto ‘Rostros del Bicentenario’, una serie de retratos que se exhiben en la Estación Baquedano del Metro de Santiago.

La vida eterna despliega la destreza formal de Lorca para llevarnos más allá de una primera impresión, hacia un mundo de fantasía, invitándonos al segundo plano estético de su apuesta. Aquí, la belleza predomina al servicio de un contenido literario, que nos acerca al imaginario de los cuentosde los Hermanos Grimm o Hans Christian Andersen.

Surgen así, estos “relatos soñados”, que se proponen engañar a los sentidos.

“Su obra, marcada por una notable influencia barroca con motivaciones de orden onírico, nos sitúa en la tradición de la pintura. Lorca representa relatos fantásticos e historias sacadas de la tradición oral de la literatura, de aquellos cuentos, donde la pasión y la barbarie son el argumento”, comenta Roberto Farriol, director del MNBA.

Es así como la exposición, producida por Yael Rosenblut, alude a una serie de relatos, muchas veces terribles, relacionados con los mundos secretos de la infancia