Partió haciendo cortometrajes notables y la consagración de su fama, con “Hiroshima mon amour”, en 1959 se mantuvo hasta su muerte, el sábado recién pasado. Y es que se mantuvo activo al puto de ser presentada recién hace un mes su última obra. Películas que siempre despertaron el interés (por cierto no en Chile) por la capacidad de Resnais de reinventarse, de buscar nuevos lenguajes, nuevas miradas.

No eludió temas complejos y polémicos, pero además incorporó las miradas subjetivas de diversos personajes o estableció otros conceptos del tiempo. Un maestro y una referencia que sobrepasó ampliamente su país natal o Europa.

Alain Resnais, un “compositor de películas” de inspiración ecléctica (AFP)

El francés Alain Resnais, fallecido este sábado a los 91 años, fue un cineasta sutil y ecléctico de la memoria y la imaginación, que marcó la historia del séptimo arte con varias obras maestras.

El primer largometraje del patriarca del cine francés, “Hiroshima mon amour” (1959), irrumpió como un trueno en pleno período de renovación de la Nouvelle Vague. “Sin aliento” de Godard y “Los 400 golpes” de Truffaut se estrenaron el mismo año.

Inspirado en una novela de Marguerite Duras, el filme ya contiene la semilla de las creaciones posteriores: una historia dentro de la historia, cronología deconstruída y uso sutil del hilo narrativo, ya sea tratándose de la tragedia nuclear o de la pasión amorosa. Louis Malle dice en aquella época que la película le “hizo dar un salto al cine”.

Alain Resnais no cesó de explorar los vínculos entre imagen y escritura, basando muchas de sus películas en la obra de grandes escritores, como Alain Robbe-Grillet o el español Jorge Semprún.

Nacido en 1922 en Vannes, este hijo de farmacéutico, algo solitario y de frágil salud, leía a Marcel Proust y quería ser librero. Finalmente opta por el espectáculo: en 1940 se inscribe en cursos de teatro y en 1943 en la escuela francesa de cine (IDEC), donde estudia montaje.

Pero rápidamente se pone a dirigir pequeños filmes de 16mm que no tienen difusión comercial, como “Schéma d’une identification” (“Esquema de una identificación”, 1946) cuyo protagonista es sin embargo nada menos que Gérard Philipe.

No tarda en ingresar de lleno a la categoría de los profesionales, con películas sobre Van Gogh y Picasso (“Guernica”, 1950) o el arte africano (“Las estatuas también mueren”). En 1955, realiza “Nuit et Brouillard” (“Noche y Niebla”), un impactante documental sobre los campos de concentración nazis.

Inventor de nuevas formas

Percibido desde sus inicios como un director cerebral a causa de películas como “Hiroshima mon amour” o “El año pasado en Marienbad”, que son reflexiones sobre la guerra, la incomprensión y la muerte, Resnais supo ampliar su perfil cinematográfico a partir de los años 80.

Sus biógrafos lo describen como un “hurgador de la memoria” (Robert Benayoun) o un “compositor de películas” (Thierry Jousse). El cineasta es capaz de pasar de las ratas de laboratorio y la biología (“Mi tío de América”, Gran premio especial del jurado de Cannes en 1980), a los cómics (“Quiero ir a casa”), la educación (“La vida es una novela”), o la adaptación de una obra de teatro burgués (“Mélo”).

Siempre innovando en la forma, en 1993 obtiene el Oso de plata en Berlín por “Smoking/No Smoking”, y en 1997, a los 75 años, no vacila en lanzarse en el cine musical con “On connaît la chanson”. Se interesa luego en los problemas de la pareja con “Corazones”, que recibió el León de plata a mejor dirección en la Mostra de Venecia de 2006.

El realizador formó a su alrededor una verdadera “banda” de actores predilectos, incluyendo su musa Sabine Azéma, André Dussolier, Pierre Arditi y Lambert Wilson.

Con “La hierbas salvajes” regresó a la ligereza y la fantasía. “Una película no es algo sobre lo cual uno reflexiona, sino que debe arrastrarlo a uno. Yo dejo que las películas crezcan como hierbas salvajes”, explicó en Cannes.

Su última obra, presentada en el Festival de Berlín a principios del mes pasado, “Amar, beber y cantar”, es una fantasía que oscila entre teatro, cine y cómic. “Intenté hacer (…) una especie de ensalada rompiendo las barreras entre cine y teatro, para ganar más libertad, dijo Alain Resnais.