Si tuvieras que describir tu comportamiento como padre o madre en una sola palabra ¿cuál elegirías? La psicóloga española y autora del libro “Vivir con una adolescente”, Sonia Cervantes, plantea que a lo largo de su carrera ha identificado 4 formas de crianza: Autoritaria, pasiva, sobreprotectora y equilibrada.

“Esta nomenclatura es fruto de las conversaciones que mantengo con los jóvenes que acuden a mi consulta. Surge de la recopilación de respuestas que me dan cuando les pregunto: ¿Cómo ves a tu padre? He recogido las respuestas más comunes y frecuentes dadas por los chavales (niños) que definen cada uno de los estilos educativos”, explica la profesional al diario ABC.

Si aún no tienes claridad cuál es tu estilo de paternidad o maternidad, o cuál es el de tus padres, te contamos las características de cada tipo a continuación.

1. Autoritario

La experta dice que éste es el típico que suele decir “porque yo lo digo y punto”, usando un tono “dictatorial, incisivo y agresivo”. Esta clase de padre es poco afectuoso, rígido, e intenta ejercer un máximo control sobre sus hijos.

Es alguien para el que las normas deben cumplirse “sí o sí” y busca que sus órdenes se efectúen de inmediato. De no ser así, castiga severamente, generalmente usando la violencia (física y/o verbal). Suele usar palabras de desprecio hacia los niños como “eres un inútil” o “no sirves para nada” en lugar de especificar que una cosa puntual que el menor hizo estuvo mal.

Tiene escasa comunicación con sus hijos, y la mayoría de las veces recrimina e impone. Nunca o rara vez reconoce las acciones positivas del pequeño, centrándose en los errores o defectos.

Los hijos de padres autoritarios suelen sufrir consecuencias. “Se vuelven agresivos porque han aprendido que el mundo, al menos el que se ha construido en su casa, funciona así. Son rígidos y no saben adaptarse a los cambios. Les cuesta mantener relaciones de igual a igual, su autoestima suele ser baja, porque no se sienten queridos, y el concepto que tienen de ellos mismos es bastante negativo. Van por la vida con el siguiente planteamiento: antes de que me pisen, ya piso yo”, explica la profesional.

2. Pasivo

Son padres que no se implican demasiado en la crianza de los niños, son prácticamente ausentes. Creen que evitar el conflicto es una buena forma de llevarse bien con los hijos, pero no se dan cuenta que su estrategia agrava los problemas.

Es alguien que no se compromete mucho con el trabajo educativo porque cree que es labor de la escuela, la vida o uno mismo. Su pensamiento se resume en “es cosa suya, ya lo aprenderá con el tiempo”.

Este tipo de padre cree ser muy “democrático” porque le da mucha libertad a su hijo, pero la verdad es que es una persona que rehuye a los problemas en lugar de enfrentarlos. “Suelen ser padres ausentes, con poca presencia, que frecuentemente se vuelcan en actividades muy importantes, la mayoría fuera de casa. Son permisivos y pasivos, una mezcla altamente peligrosa en el proceso de educar”, indica la profesional.

Como consecuencia, los hijos con padres pasivos, suelen ser inestables e inseguros por la falta de límites. “Los jóvenes no tienen ni idea de qué hacer, ni cómo, ni cuándo. La falta de dedicación recibida y la cultura del mínimo esfuerzo también hacen mella en ellos, lo cual les convierte en seres absolutamente inconstantes a la hora de marcarse objetivos; no luchan ni se esfuerzan por nada porque han observado en su casa dos estrategias: evitar y huir”, dice Cervantes, añadiendo que “del mismo modo que no han existido normas, tampoco hay mucha demostración afectiva, pues no se ha ocupado el tiempo en educar y en estar ahí. La autoestima de estos chicos tampoco es muy alta que digamos, sienten necesidad de ser queridos precisamente por no haberlo sido”.

3. Sobreprotector

Los hijos de padres sobreprotectores suelen pensar cosas como “es un pesado. Lo tengo todo el día encima. No me deja respirar. Me trata como a un niño pequeño”, afirma la experta.

“Este tipo de padre sufre hasta el infinito y más allá por sus hijos, se sacrifica por ellos, ejerce de mártir. Ante todo, no quiere que sus hijos lo pasen mal en esta vida, de forma que educando en la evitación del sufrimiento está adoctrinando en la incapacidad de hacerle frente”, explica.

Suelen ser permisivos, “por lo que volvemos a tener una ausencia de pautas, normas y límites. Creen que un exceso de responsabilidad pueden llegar a agobiar y a traumatizar a los hijos y, para neutralizar ese temido efecto, se van al otro extremo: ausencia total de código educacional. Es el tipo de padre que si tiene que esperar en el sofá hasta las tantas por si el niño o la niña tiene hambre cuando llegue de juerga, ahí estarán, listos para ir a la cocina y prepararles algo caliente. Siempre al servicio de la criatura, no vaya a ser que le falte algo”, afirma Cervantes.

El problema es que los hijos de padres sobreprotectores suelen tener poca tolerancia a la frustración. “Son personas altamente dependientes de los demás, ya que siempre se lo han hecho todo, y no saben ni quieren valerse por ellas mismas. Eso sí, exigen que se les dé todo aquello que quieren y si no lo obtienen, responden de manera agresiva e hiriente. Se convierten en pequeños dictadores porque les han acostumbrado a vivir en un feudo donde ellos son el rey”, manifiesta.

4. Equilibrado

“Es el padre que pone todos los ingredientes necesarios y en las dosis adecuadas para la receta llamada educación: dedicación, tiempo, autoridad y cariño. No hace falta mucho más”, expresa la psicóloga.

Son asertivos, es decir, se comportan en forma madura, no someten ni agreden, manifiestan su opinión y defienden sus derechos. Son padres sensibles y comprensivos, que si bien ejercen control sobre sus hijos, éste no es desmesurado.

Además, son afectuosos y expresan sus sentimientos a los niños, enseñándoles también a ellos a manifestar los suyos, manteniendo un diálogo abierto y directo en la familia.

“Los jóvenes que reciben este tipo de educación se convierten en personas seguras de sí mismas, con altos niveles de confianza y autoestima. Les han enseñado a querer y a quererse. Les han hecho ver que no todo sale como uno quiere, pero que siempre hay que intentar salir hacia adelante, luchando y esforzándose por los objetivos que uno se marca”, explica Cervantes.

“Son personas capaces de superar el eterno conflicto entre lo que deben hacer y lo que quieren hacer, que saben divertirse de manera responsable. Han observado con anterioridad que si las cosas no salen como uno quiere, no sirve de nada montarla (hacer un escándalo), quejarse o agredir. Todo ello gracias a que ha habido alguien ahí que ha educado, sin imponer, sin pasar (ignorar) de todo y sin consentir”, señala la profesional, añadiendo que “el único perfil que funciona es este último, se lo aseguro”.