El ex primer ministro de izquierda checo, Milos Zeman, de 68 años, ganó este sábado las elecciones presidenciales de su país, celebradas por primera vez a través de sufragio universal directo, al obtener un 55,16% de los votos con un 98% del escrutinio completado.

Su rival, el ministro de Relaciones Exteriores Karel Schwarzenberg (derecha), de 75 años, obtuvo el 44,84% de los votos, según estos resultados casi definitivos comunicados por la oficina de estadísticas (CSU).

Zeman se define como “euro-federalista” partidario de la adopción del euro y sucederán al frente del país al euroescéptico Vaclav Klaus, cuyo segundo y último mandato de cinco años finaliza el próximo 7 de marzo.

El nuevo presidente jurará su cargo el 8 de marzo en el Castillo de Praga, antigua residencial real, convertida en 1918 en sede oficial de la presidencia checa.

Milos Zeman se convertirá en el tercer jefe de Estado desde la separación de la República Checa de Eslovaquia en 1993. Los dos países formaban Checoslovaquia, un país del bloque soviético hasta la caída del Muro de Berlín en 1989. Sus predecesores fueron Vaclav Havel, fallecido en 2011, y Vaclav Klaus.

Havel y Klaus fueron elegidos por el parlamento con un procedimiento criticado por su complejidad, por lo que la asamblea decidió en febrero de 2012 que el jefe del Estado sea elegido por sufragio universal directo, excluyendo cualquier sombra de corrupción.

Este economista de formación llega a la cima de su carrera política después de haber ocupado el cargo de jefe de la cámara baja en 1996-1998 y primer ministro socialdemócrata en 1998-2002.

Conocido por su vocabulario populista, Zeman ganó estas elecciones presidenciales gracias a su fuerza entre el electorado de izquierda y en provincia.

“La campaña de Milos Zeman estuvo orientada especialmente hacia la gente mayor y de bajos ingresos”, indicó a la AFP el analista Josef Mlejnek.

Antes de la segunda vuelta, Zeman solicitó el apoyo del Partido Comunista (KSCM, oposición), a diferencia de su adversario marcadamente anticomunista que vivió en el exilio durante las cuatro décadas de régimen comunista en la ex Checoslovaquia (1948-1989).

Por su parte, Schwarzenberg, defensor de los derechos humanos y de los valores tradicionales, se impuso en la capital de Praga y en otras grandes ciudades.

“La campaña de Karel Schwarzenberg se articuló en torno a los jóvenes”, estimó la politóloga Vladimira Dvorakova a la televisión televisión pública CT, haciendo referencia a una chapa omnipresente durante los últimos días en las calles de Praga en la que podía verse a un aristócrata con bigote y peinado con una impresionante cresta punk.

“Para los jóvenes era interesante, pero una campaña así no estaba en condiciones de convencer a los mayores”, añadió.

La campaña electoral estuvo marcada por tensiones e invenciones personales, especialmente relacionadas con el tema sensible de los decretos de Benes, nombre del expresidente checoslovaco Edvard Benes que los firmó después de la Segunda Guerra Mundial.

Estos textos permitieron que unos tres millones de alemanes y austriacos de los Sudetes fueran desposeídos de sus bienes y expulsados de Checoslovaquia en 1945 y 1946.

Esta expulsión “hoy sería condenada como una violación de los derechos humanos y el presidente Benes convocado en La Haya” (sede de la Corte Penal Internacional, ndlr), declaró Schwarzenberg durante un debate de televisión, lo que le granjeó la ira de sus adversarios.

El primer ministro Petr Necas estigmatizó el viernes una “campaña histérica” que “dividió a la sociedad”.

Estas elecciones presidenciales se celebraron en un contexto de morosidad general en el país, provocada por la recesión económica y una tasa de desempleo del 9,4%.