Miles de niños fueron víctimas de violencia y abusos en colegios internos católicos del cantón suizo de Lucerna hasta la década de 1970, afirmó un estudio en que los autores denuncian prácticas “sádicas” asimilables a la “tortura”, como simular un ahogamiento.

“Había siempre este miedo increíble, miedo, miedo, miedo”, relató anónimamente un ex alumno de un internado católico del cantón de Lucerna, en el centro de Suiza.

El estudio, encomendado por el cantón de Lucerna, se concentra en la situación en 15 internados católicos de 1930 a 1970, y en especial de unos 50 ex alumnos, y deja en evidencia las prácticas ejercidas durante 40 años tras los muros de esas instituciones.

“Durante largo tiempo, numerosos niños de los internados se sintieron culpables por lo que vivieron. Algunos consiguieron superarlo, otros fracasaron e incluso algunos se suicidaron”, explicó Markus Furrer, profesor de la Alta Escuela Pedagógica de Lucerna (PHZ), quien durante un año y medio investigó junto a dos otros colegas el oscuro pasado de esos establecimientos.

Se sabía que había casos de violencia, sobre todo sexual, pero “no se esperaba que fueran de tal amplitud”, dijo Furrer.

Entre las práctica empleadas por las monjas, un castigo consistía en “apoyar la cabeza de los niños bajo el agua” para castigarlos por haber hecho mucho ruido o haber orinado en la cama, relató Furrer, evocando el “waterboarding” aplicado en Estados Unidos a acusados de terrorismo o por la dictaduras latinoamericanas a opositores políticos.

El informe de un centenar de páginas, que la AFP pudo consultar, resume las privaciones y las humillaciones a las que eran sometidos los muchachos -a menudo de origen modesto- en esos internados.

La privación de comida era una de esas prácticas. “No me acuerdo de nadie que no haya tenido hambre. Prácticamente todo el mundo tenía hambre”, relata un ex alumno.

Los castigos también eran aplicados contra alumnos que querían beber entre las comidas. “Si alguien se inclinaba hacia un grifo para beber, recibía un golpe en la nuca de manera que golpeara el grifo con la cara”, relató otro testigo.

Los niños y adolescentes también sufrían violencia sexual. Para evitar que hablaran, las monjas advertían a aquellos que querían denunciar el manoseo diciéndoles que iban a sufrir la “cólera de Dios”.

“El grado de castigos y maltratos superó claramente lo que era admitido en la época”. Algunos educadores mostraban tendencias “sádicas” aplicando prácticas “cercanas a la tortura”, con golpes de puño y de zapatos en plena cara, según los autores del estudio.

Los investigadores destacaron también numerosos caos de agresiones sexuales contra los alumnos. Tanto los muchachos como las niñas eran víctimas de esos ataques perpetrados por eclesiásticos de ambos sexos.

“Nadie daba crédito, sobre todo cuando (la persona acusada) era un joven sacerdote”, declaró una víctima. Según los autores del estudio, más de la mitad de los testimonios dan cuenta de agresiones sexuales.

En marzo de 2011, el cantón de Lucerna presentó sus excusas, tal como lo había hecho la iglesia Católica en 2008.

Esta última, que efectuó un estudio sobre el mismo tema, reconoce los errores del pasado.

“En la época los castigos eran habituales en el medio religioso”, apuntó Valentin Beck, otro de los autores del estudio, agregando que los educadores estimaban actuar “en nombre de Dios”.

Los hechos cometidos hasta fines de los años 1960 están ya prescritos y los autores de esos abusos por lo general ya han fallecido. Las víctimas, en cambio, no tienen derecho a ninguna indemnización.