Tres meses antes del inicio de la 34ª edición del Dakar, el quinto que se celebrará en Sudamérica, una treintena de pilotos de ocho nacionalidades, novatos en la prueba, volvieron este fin de semana a la escuela para aprender los entresijos del mayor rally-raid del mundo.

Para participar en una carrera de la enjundia del Dakar, ya no es suficiente saber manejar un manillar de moto o un volante y pisar a fondo el pedal del gas.

Los autos, las motos, los ‘quads’ y los camiones que compiten actualmente están llenos de electrónica, de aparatos sofisticados que facilitan la navegación y, sobre todo, que mejoran la seguridad de los participantes y espectadores, que los más neófitos deben aprender a utilizar.

La escuela del Dakar se instaló en un hotel no lejos de la capital parisina. Sus profesores principales han sido Etienne Lavigne, jefe de la carrera, y David Castera, su director deportivo, recién llegado de Sudamérica para un último reconocimiento del recorrido entre Lima y Santiago de Chile.

Los cursos se han impartido en francés e inglés y la mayoría de los alumnos son pilotos de motos, con edades entre los 25 y los 60 años, que formarán parte de los participantes no profesionales (unos 400 en total) que el próximo 5 de enero se lanzarán a una aventura de más de 8.000 km, junto a medio centenar de pilotos profesionales, entre Perú, Argentina y Chile.

Este aspecto permite al Dakar mantener, para el gran público, ese aire de competición de aventura con el que comenzó, en el que cualquiera puede sufrir y soñar en la inmensidad de la pampa o en el desierto de Atacama.

Pero la aventura comienza con un lápiz y un papel. Primero, los novatos deben aprender a leer el Roadbook (Libro de Ruta), el documento que detalla el recorrido de las 13 etapas de la próxima edición del Dakar, que se celebrará del 5 al 20 de enero de 2013.

Ante un centenar de signos y misteriosas abreviaturas a descifrar, el profano se mete en la piel de Jean-François Champollion, el egiptólogo francés del siglo XIX que descifró los jeroglíficos del antiguo Egipto.

Después se pasa a la parte más técnica: ¿cómo utilizar el GPS?, ¿cuál es la función del Iritrack (el ángel guardián de los participantes, que marca permanentemente su posición y permite alertar a los equipos de socorro), ¿cómo funciona el dispositivo Sentinel (señal sonora que alerta de una solicitud para adelantar o indica un accidente)?

Sobre el terreno, los participantes deberán tener todo eso memorizado y asimilado para aplicarlo de la manera más rápida y automática posible.

Los futuros corredores descubren también una jornada típica en el Dakar, la vida en el ‘vivac’ junto a 3.000 personas, el funcionamiento y estructura del servicio médico de urgencia y el estricto reglamento de la carrera, que no perdona ningún exceso de velocidad en los tramos de enlace y que establece de manera muy férrea la manera de atravesar los pasos de control o de reavituallamiento.

Acabado el curso, Alain Michoulier, que se lanzará a la aventura por primera vez a los 63 años al volante de un Lada 4×4, se muestra entusiasmado. Correrá con los colores de la asociación “Mon Dakar du Coeur” (Mi Dakar del corazón), una entidad de la región de Lyon de ayuda a los niños enfermos de cáncer.

“Sólo tengo un objetivo, llegar al final de la carrera que van a vivir esos niños enfermos desde la habitación de un hospital”, explica Michoulier, que al final de cada jornada explicará su experiencia en la web renaissancedakar.com.

“La línea de meta es el objetivo de la prueba. La suya es la curación”, añade el piloto aficionado. “Esta pequeña ‘escuela del Dakar’ me da las claves de este desafío humano y técnico”, añade.