Claressa Shields, una adolescente de 17 años, a la que el boxeo salvó de las pandillas y las drogas, rescató el maltrecho orgullo del boxeo de Estados Unidos al ganar la única medalla de oro en la disciplina en los Juegos Olímpicos de Londres-2012.

En Pekín-2008, los estadounidenses ganaron cuatro medallas, pero no consiguieron ningún oro por primera vez desde el torneo olímpico de boxeo de los Juegos de Londres-1948.

Shields fue la única que se bañó en oro. Su compañera de equipo, Marlen Esparza, otra chica de raíces mexicanas, capturó la primera medalla de una estadounidense en el boxeo femenino el miércoles, tras perder en semifinales de peso mosca.

Shields, escudo en inglés, contuvo la mayor fortaleza y experiencia de la rusa Nadezda Torlopova para ganar el oro menos pronosticado de estos Juegos.

“Decían que no podía hacerlo (ganar el oro), que soy demasiado joven. Dijeron que las chicas con mayor experiencia me darían una paliza, pero olvidaron que soy una luchadora”, manifestó la morena estadounidense, que ha dejado su impronta en los libros de récords de varias maneras.

A sus 17 años y 145 dias, Shields es la boxeadora más joven en ganar una medalla de oro olímpica, desde que su compatriota John Fields se titulara en los pesos gallos de los Juegos de París-1924 a los 16 años de edad.

También es el boxeador más joven en del equipo olímpico estadounidense en los últimos 30 años, desde que Davey Armstrong lo hiciera en 1972 en la cita de Munich, a los 16 años de edad.

Además, es el 49º púgil de Estados Unidos en ganar una medalla olímpica de oro.

“El siete es mi número favorito y siete veces siete es 49. ¿Eso es raro?”, expresó, en relación a que comenzó a boxear a los siete años, para defenderse de los chicos mayores de la escuela.

El boxeo fue un escape para esta chica de sonrisa abierta, que no se inmutó ni derramó una lágrima mientras el himno de su país resonaba en la Arena ExCel de Londres.

“Se siente increíble, pero no me sorprendió ni lloré”, dijo. “Ni siquiera cuando (escuché) el himno nacional. Dios conoce mi corazón, y sabe que siempre he querido tener una medalla”, añadió.

Y es que a pesar de su corta edad, Claressa Shields parece estar de vuelta de todo.

“Cuando corría para entrenarme, veía a todos esos vendedores y adictos a las drogas, y no quería ser como ellos”, recordó.

“Yo quería una mejor vida. No quería que mi hermana o mi hermano pequeño se acostaran a dormir sin comer una vez más. He pasado por un montón de cosas. Mi hermano mayor estaba en la cárcel. Yo soy la segunda, así que tuve que hacer algo”, rememoró.

Y ese algo fue aprender a boxear para tratar de sacar a su familia de la pobreza.

“Voy a ser capaz de ayudar a mi familia. Tengo una medalla de oro que puedo usar todos los días”, afirmó, y dejó entrever que podría saltar al profesionalismo, si hay una oferta tentadora.

“No se qué va a pasar ahora, veré por dónde sopla el viento. Mi vida ha cambiado porque ahora tendré un montón de publicidad y voy a estar en los libros de historia”, añadió.

El jueves, minutos después de su hazaña olímpica, recibió montones de llamadas a su celular. De su familia, sus amigos, la gente de su pueblito natal en Flint, Michigan, donde ya le planifican un recibimiento de heroína.

Como dijo Bryant Nolden, un concejal negro de su ciudad en declaraciones a la prensa local poco después del triunfo de Claressa: “Ella es una rosa que surgió de una jungla de cemento. Si una rosa puede crecer a través del hormigón, usted sabe que tiene que ser muy resistente”.