El papa Benedicto XVI emprenderá el viernes su segundo viaje a América Latina y el primero a México y Cuba, durante el cual deberá abordar temas candentes para la región, desde la violencia del narcotráfico hasta el crecimiento económico y la desigualdad social.

Durante los seis días que permanecerá en América Latina (del 23 al 28 de marzo), la región más católica del planeta, el anciano pontífice, que celebrará 85 años el 16 de abril, cumplirá un programa ligero, marcado por horas de descanso y contadas manifestaciones masivas.

El papa alemán, que visitó por primera vez la zona en el 2007 en ocasión de la Vª Conferencia del CELAM celebrada en Brasil, realiza una peregrinación muy solicitada tanto por los gobernantes como por la jerarquía católica de la región, que aloja a poco más de un cuarto de los 1.300.000 católicos del planeta.

Con la primera visita en siete años a dos países de lengua española de América Latina, el Papa quiere dar una respuesta al malestar manifestado por los creyentes, que se sienten olvidados tras la muerte de Juan Pablo II.

Para recuperar la relación con esos millones de católicos, entre ellos muchos obispos y curas, el Papa escogió dos países muy diferentes, con los que la Iglesia ha tenido durante el último siglo relaciones complejas y en ocasiones difíciles.

“El Papa viene a saldar una deuda con la América hispana”, reconoció recientemente a la prensa local, el cardenal mexicano Juan Sandoval Iñiguez, arzobispo emérito de Guadalajara y uno de los purpurados más influyentes y conservadores de su país.

“Los países de América Latina de lengua española deseaban un viaje para ellos”, subrayó por su parte el portavoz del Papa, padre Federico Lombardi.

La necesidad de revitalizar la relación con los católicos de América Latina resulta evidente frente al declive constante del número de católicos en los últimos años, según las últimas estadísticas oficiales de la Santa Sede.

Dar una respuesta a la irrupción de las sectas y al lento e inexorable avance de la secularización es pues una de las prioridades del viaje del Papa, quien tiene previsto regresar a Brasil en el 2013 para la Jornada Mundial de la Juventud, tradicionalmente presidida por el pontífice.

En México, segundo país con mayor número de católicos (unos 93 millones, el 83% de la población) y primera etapa de la gira papal, Benedicto XVI conmemorará en León a la Virgen de Guadalupe, patrona de América Latina y se reunirá con todos los presidentes de las conferencias episcopales del continente.

En un país azotado por la violencia del narcotráfico y la guerra entre los carteles de la droga que ha causado miles de muertes, el Papa implorará por la paz, la reconciliación y deberá condenar la corrupción pública, los asesinatos, los movimientos migratorios ilegales y la desigualdad económica.

El Papa será recibido el 23 de marzo en el aeropuerto de León por el presidente de México, Felipe Carderón, con el que se reunirá al día siguiente. Luego presidirá un acto con miles de niños en la plaza de la Paz de Guanajuato.

El domingo 25, el Papa oficiará la misa con unos 250 cardenales y obispos en la Plaza del Bicentenario, en cuya catedral rezará las vísperas con todos los obispos latinoamericanos y enviará un mensaje a todo el continente.

Se trata de la sexta vez que un pontífice visita México, después de las cinco realizadas por Juan Pablo II en 1979, 1990, 1993, 1999 y 2002.

Si bien el Vaticano excluyó que el Papa reciba a víctimas de pedofilia durante su estadía, como ocurrió en Estados Unidos y Australia, no se descartan manifestaciones de protesta contra los crímenes cometidos por el fundador de los Legionarios de Cristo, el difunto mexicano Marcial Maciel, condenado y alejado de la Iglesia por el mismo Benedicto XVI por abusos sexuales, a quien tachó de “falso profeta”.

Con el lema de “Peregrino de la caridad”, el Papa llegará el lunes 26 a Cuba, la llamada Perla del Caribe, donde permanecerá hasta el 28 de marzo.

El viaje coincide con el año para festejar el IVº Centenario del hallazgo de la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, la patrona de la isla.

En su primera visita a Cuba, la segunda de un pontífice tras la histórica realizada en 1998 por Juan Pablo II que suavizó las tensas relaciones con el régimen comunista, el Papa visitará primero Santiago de Cuba y luego La Habana.

En el país menos católico del continente, oficialmente ateo, que cuenta sólo con un 10% de católicos sobre 11,2 millones de habitantes, y con fuerte presencia de la llamada religión de la santería, el Papa se reunirá el 27 de marzo con el presidente Raúl Castro.

En esa ocasión es posible que se entreviste en el Palacio de la Revolución con el carismático y anciano “Líder Máximo”, Fidel Castro, quien se alejó del poder hace cinco años.

Toda palabra del Papa en la isla comunista será cuidadosamente sopesada para que no afecte las actuales buenas relaciones entre el Estado y la influyente jerarquía de la Iglesia, muy activa a nivel social.

Benedicto XVI, brillante teólogo que fustigó la teología de la liberación cuando dirigía como cardenal Joseph Ratzinger la congregación para la Doctrina de la Fe, quiere evitar que su mensaje sea usado tanto por el régimen como por la oposición, por lo que no concedió audiencia a representantes de la disidencia.

Como gesto de buena voluntad el régimen liberó varios prisioneros políticos y decretó receso y flexibilidad laboral en las provincias de Santiago de Cuba y la Habana para que los trabajadores puedan asistir al recibimiento y a las misas del Papa.

La visita papal se concluirá el 28 de marzo con una misa en la Plaza de la Revolución José Martí, con capacidad para un millón de personas, la misma donde Juan Pablo II reunió hace catorce años a una multitud tras haber pedido que “Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba”.