Dos bombas mataron a nueve personas el miércoles en el sur de Afganistán poco después de la llegada a la región del secretario estadounidense de Defensa, Leon Panetta, para rebajar la tensión tras la matanza de 16 civiles por parte de un soldado estadounidense.

Panetta aterrizó durante la mañana en Camp Bastion, una base militar de la provincia de Helmand, vecina de la de Kandahar, donde tuvo lugar la matanza del domingo. El sur de Afganistán es uno de los principales bastiones de los rebeldes talibanes, quienes juraron vengar a las víctimas de la tragedia.

Poco tiempo después, un atentado con moto bomba mató al menos a una personas e hirió a otras dos, todos miembros de los servicios secretos afganos, en Kandahar, capital de la provincia con el mismo nombre, según las autoridades locales.

La ciudad se encuentra a unas decenas de km del distrito de Panjwayi, donde tuvo lugar la matanza del domingo, el caso más grave en el que se ve involucrado un soldado estadounidenses en Afganistán en diez años de conflicto.

Un poco más tarde, ocho civiles murieron en la explosión de una bomba colocada en una carretera en Helmand, según las autoridades locales.

El martes en Panjwayi, unos desconocidos habían atacado una delegación enviada por el gobierno afgano para investigar la masacre, matando a un soldado e hiriendo a un policía. Las autoridades acusaron de inmediato a los talibanes, que combaten al gobierno de Kabul y sus aliados occidentales desde hace 10 años.

En Helmand, Panetta debería también reunirse con responsables locales para tratar de tranquilizar a la población después de la matanza. Durante su visita, también tiene previsto entrevistarse con el presidente Hamid Karzai.

Aparte de la amenaza de represalias de los talibanes, los estadounidenses siguen preocupados por la posibilidad de que la matanza desencadene un movimiento de protesta parecido al provocado por la quema de coranes por soldados estadounidenses a finales de febrero en su base de Bagram, al norte de Kabul.

Poco después de su llegada a Helmand, Panetta consideró ante sus tropas que la quema de coranes y la matanza del domingo eran eventos “profundamente inquietantes” que amenazan el esfuerzo de guerra estadounidense.

“No vamos a dejar que actos individuales minen nuestra determinación” en esta guerra, añadió.

La multiplicación de los incidentes que implican a soldados estadounidenses en los últimos meses (matanzas, coranes quemados, vídeo que muestra a algunos soldados orinando sobre cadáveres, ataque de soldados afganos contra ellos) ha alimentado fuerte tensiones entre Washington y el gobierno de Kabul, al que sostiene en pie desde 2001 frente a la tenaz rebelión de los talibanes.

Complica un poco las negociaciones, ya difíciles, en curso entre Washington y Kabul sobre las modalidades de la presencia estadounidense en Afganistán después de 2013, fecha en la que la fuerza de la OTAN (ISAF), dirigida por Estados Unidos, prevé haber retirado todas sus tropas de combate del país.

La ausencia de victoria militar clara frente a los talibanes y la multiplicación de incidentes recientemente han llevado a algunos dirigentes occidentales a evocar la posibilidad de una retirada militar anticipada.

Estados Unidos prevé desde el año pasado reducir el número de sus tropas de 90.000 soldados a 68.000 de aquí a finales de septiembre, y de retirar el resto progesivamente de aquí a finales de 2014. El martes, el presidente Barack Obama advirtió en contra de toda retirada “precipitada” de las tropas de Afganistán.

Su antiguo adversario en la carrera hacia la Casa Blanca, el senador republicano John McCain, estimó por su parte que la misión en Afganistán estaba “comprometida” debido a los repetidos anuncios de Obama a propósito de la retirada de tropas.