El banco francobelga Dexia, al borde de la asfixia tres años después de escapar de la bancarrota gracias a la ayuda pública, se precipita hacia el desmantelamiento, lo que le convertiría en la primera entidad europea víctima de la crisis de la deuda.

Coaccionistas del banco, Francia y Bélgica salieron al paso para tratar tranquilizar a los alocados mercados, asegurando que garantizarán con sus bancos centrales los depósitos y los préstamos del grupo hasta la liquidación que se perfila.

“Los Estados belga y francés responderán presentes como en 2008″, aseguró el ministro francés de Finanzas, François Baroin, en Luxemburgo.

“Tanto Francia como Bélgica están dispuestas a aportar una garantía para las financiaciones de Dexia, cualquiera que sea la forma que adopte”, dijo el titular de Finanzas belga, Didier Reynders, al anunciar una reunión de urgencia del gobierno de su país en la noche de este martes.

Después de seis horas de un consejo de administración maratoniano, Dexia abrió la vía, en un comunicado sibilino publicado en la madrugada del martes, a nuevas cesiones y alianzas para resolver los “problemas estructurales”.

El consejo de administración encargó al administrador delegado Pierre Mariani para “preparar, en concertación con los Estados y las autoridades de control, las medidas necesarias para resolver (estos) problemas”.

“El conjunto del grupo Dexia está en venta”, indicó a la AFP Jean-Michel Cappoen, responsable sindical belga, al término de una reunión de representantes de la dirección y del personal del banco en Bruselas.

“Es el fin del camino (…) Los empleados están preocupados”, resumió Pascal Cardineaud, representante del sindicato francés CFDT al comité de empresa europeo de Dexia.

“A este punto, desconocemos los impactos sociales”, subrayó, criticando la ausencia de detalles que han ofrecido los dirigentes.

En su comunicado, Dexia dejó entrever que iba a aislar fuera de su perímetro la cartera con 95.000 millones de euros de activos de riesgo que trata de sacarse de encima desde hace años y que “pesa estructuralmente en el grupo”.

La creación de un “bad bank” (banco malo), una estructura para absorber los activos depreciados, es “una de las posibilidades”, reconoció el ministro belga de Finanzas.

Más allá, el consejo de Dexia desea “abrir nuevas perspectivas de desarrollo” para las filiales francesa y belga.

Según el diario francés Le Figaro, Dexia debería ceder su filial turca Denizbank, las actividades de gestión de activos del banco privado así como de la filial del banco al por menor en Bélgica, apoyada en el viejo Crédit Comunal de Bélgica. En cuanto a la cartera de préstamos a las comunidades locales en Francia, que pesan cerca de 70.000 millones de euros, será absorbido por una sociedad creada por la Caisse de Dépôts y el Banco Postal.

Ambas entidades trabajan ya en la recuperación de las actividades de Dexia, según fuentes cercanas a dichas entidades.

“No hay razones para mayor preocupación sobre este grupo si continúa a acelerar la cesión de activos”, aseguró por su parte Reynders, quien rechazó hablar de desmantelamiento. “Se va hacia un refuerzo de la actividad bancaria, es el objetivo”, afirmó.

Interrogado sobre la forma que podría adoptar el apoyo de París y de Bruselas, Reynders respondió que las “ayudas financieras pasan por garantías, recapitalización, préstamos” y que “todo dependerá del esquema presentado por la dirección de Dexia”.

Pese a una restructuración a marchas forzadas desde 2010 bajo el impulso de la Comisión Europea, Dexia ha sido alcanzado por la crisis de la deuda.

La importante reducción de su balance y sus necesidades de liquidez a corto plazo no han bastado para reequilibrar las cuentas.

Demasiados activos, demasiados préstamos a largo plazo y demasiado pocos depósitos.

La reacción de los mercados fue contundente el martes: en menos de veinte minutos, las acciones de Dexia perdieron más de un tercio de su valor a la apertura de la Bolsa de París. Poco después perdía 15,3% a 1,1 euros.