La ciudad de Puno, al borde del lago Titicaca y cerca a la frontera con Bolivia, se mantenía aislada del resto del Perú por una protesta de indígenas aymaras contra un proyecto minero, que ha provocado desabastecimiento para sus 120.000 habitantes y la imposibilidad de salir para centenares de turistas.

A pocos días de la segunda vuelta de la elección presidencial del 5 de junio, unos 15.000 campesinos de origen aymara tomaron esta ciudad, 1.300 km al sureste de Lima, una zona turística de Perú, a orillas del Titicaca, el lago navegable más alto del mundo, a 3.800 metros de altura, para protestar contra las concesiones mineras en la región.

Los mercados estaban cerrados, las clases fueron suspendidos y los buses -que circulaban la víspera- ya no lo hacían este jueves, comprobó la AFP.

Temprano en la mañana miles de campesinos que llegaron a la ciudad desde distintos puntos, que durmieron por segundo día consecutivo en un coliseo deportivo al sur de Puno, comenzaron a marchar hasta la Plaza de Armas arengando por el fin de la minería.

En las inmediaciones del puerto lacustre, grupos de turistas esperaban poder partir hacia las islas de los Uros, Taquile y Amantaní, pero los campesinos les impedían el acceso.

Algunos turistas dicen que se acercan personas y les ofrecen salir de la ciudad, pero que han pagado por un paquete turístico o les ha costado mucho llegar hasta Puno y que están esperando hasta último momento para ver si pueden recorrer la zona.

Otro caso es el que cuenta a la AFP Francisco Hernández, un colombiano de 25 años que llegó para ver el Titicaca y fue sorprendido por la huelga: “Nos dicen que podemos salir por unas vías alternas en la madrugada, pero luego viene alguien y nos señala que eso es peligroso; no sabemos bien qué hacer”.

La estadounidense Christina Kanther, 33 años, quien espera en su hotel una solución, dice a la AFP: “quiero salir del Puno con mi hermana pero no puedo”.

En Lima un funcionario de la embajada de Francia que requirió anonimato dijo a la AFP que “se recibieron dos llamadas de turistas franceses mostrando su preocupación de no poder salir de la ciudad por las manifestaciones. Estamos atentos a la situación”.

La protesta se inició hace 17 días en la frontera, en la principal ruta que une a Bolivia con Perú, pero se radicalizó el martes pasado cuando los campesinos decidieron aislar a Puno, bloqueando sus accesos, con lo cual no se permite entrar o salir, comprobó la AFP.

Medalid Rodríguez, de la agencia de turismo Puno Travel, dijo a la AFP que “no tenemos la forma de movilizarlos a los turistas porque las carreteras están bloqueadas”.

Lourdes Abarca, presidenta de la Cámara Hotelera de la ciudad, dijo a la AFP que “la situación que vive Puno es totalmente peligrosa, los turista no pueden salir porque la ciudad está tomada por los manifestantes, yo estimo que tenemos 500 turistas que no pueden salir, están desesperados para movilizarse”.

“Tenemos gente de Latinoamérica, europeos y japoneses, la cancelación de reservas es total”, dijo.

Carlos Canales, presidente de la Cámara Nacional de Turismo, señaló que la ciudad perdió 1,2 millones de dólares por día y que los daños se extienden también a Arequipa o Cusco porque “el norteamericano, el europeo generaliza, no tiene claridad sobre las zonas. Ve que en Perú hay problema y no viaja”.

“Tenemos 300 turistas que no podemos sacar”, dijo este jueves a medios locales.

Hernán Cauna, dirigente de la protesta, dijo a la AFP que “nuestros pedidos no han variado, ojalá que lleguen esta mañana los ministros para solucionar nuestros pedidos”.

Hasta ahora las negociaciones, a cargo de viceministros, han fracasado.

“Nosotros vamos a defender nuestras tierras hasta las últimas consecuencias, a pesar de que el Estado nos presione sacando a sus Fuerzas Armadas y la Policía”, dijo Cauna.

En Lima el presidente Alan García dijo que “el diálogo primará finalmente pero tampoco se puede exigir que el gobierno acceda a todo lo que se le solicita a veces irracionalmente”.

Los cierres de ruta son comunes en Perú, y pueden producir violencia como se demostró en junio de 2009 en la norteña Bagua, donde 24 policías y 10 nativos murieron cuando se despejaba una carretera.