El gobierno argentino pidió el viernes reclusión perpetua para 12 ex militares que actuaron en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), el mayor centro de exterminio en la época de la dictadura, entre ellos el ex marino Alfredo Astiz, alias el ‘Angel rubio de la muerte’.

“Solicito condenar a Alfredo Ignacio Astiz a la pena de reclusión perpetua por considerarlo coautor responsable de los delitos de privación ilegal de la libertad en 12 oportunidades, coautor del delito de tormentos agravados y por homicidios agravados en cinco oportunidades”, dijo el abogado Martín Rico en un alegato ante la justicia de la secretaría de Derechos Humanos.

Rico se refirió a los asesinatos de la monja francesa Leonie Duquet y de cuatro madres de desaparecidos, todas ellas secuestradas en diciembre de 1977 en la Iglesia de Santa Cruz de Buenos Aires y llevadas a la ESMA, el mayor centro de exterminio de la dictadura (1976/83).

El representante del gobierno pidió reclusión perpetua de cumplimiento efectivo y en cárcel común para los ex militares, la pena más grave que contempla el Código Penal. Se prevé que el juicio culmine en julio.

Los cuerpos de Duquet y los de Angela Auad, María Ponce de Bianco, María Esther Ballestrino de Careaga y Azucena Villaflor aparecieron en diciembre de 1977 en un balneario de la provincia de Buenos Aires y permanecieron enterrados como NN hasta 2005, cuando se logró su identificación.

Otra religiosa francesa, Alice Domon, fue secuestrada en otro operativo de la ESMA, torturada y arrojada viva al mar. Permanece aún desaparecida.

“Todos los acusados conocían que actuaban en un campo de concentración para el exterminio de los detenidos, señalaban a sus víctimas y, en este caso, fueron marcados por uno de ellos”, dijo Rico, en relación al episodio de la Santa Cruz, donde Astiz señaló a la monja y al grupo de madres.

Astiz, alias el ‘Angel rubio de la muerte’ o ‘Cuervo’, se había infiltrado entre los familiares de víctimas de la dictadura argumentando que su hermano se encontraba desaparecido, pero en realidad formaba parte de un grupo de tareas de la ESMA.

El ex marino de 59 años estuvo leyendo durante la audiencia y permaneció inmutable ante el pedido de condena, detrás de un vidrio blindado, como el resto de los acusados.

“¿Qué clase de peligrosos guerreros demoníacos eran las madres que secuestraron en la Iglesia de Santa Cruz y qué peligrosas combatientes eran las dos monjas que le daban sosiego a los familias de las víctimas?”, se interrogó Rico durante su alegato, que había comenzado a leer el jueves.

El abogado también destacó que “cuando Domon salió de la sala de tormentos, los guardias la llamaban ‘hermana’ y ella caminaba con mucha dificultad en un estado físico calamitoso”, de acuerdo a testigos que declararon ante el Tribunal.

Los alegatos del juicio fueron leídos ante 13 de los 19 acusados, entre ellos Jorge “Tigre” Acosta, otro emblemático torturador del centro clandestino situado en el límite norte de la capital argentina.

Unas 30.000 personas desaparecieron en la dictadura, según organismos de derechos humanos.