Hace algunos años atrás, se publicó en uno de los medios de prensa nacionales la terrible situación de muchas familias que vivían junto a vertederos. Las fotografías de los niños sosteniendo orgullosos los sucios juguetes que les trajo el camión de la basura, inquietaron más de algún alma y hasta inspiraron un par de reportajes televisivos.

Después del lagrimeo convencional y la reflexión ante la tragedia, los días y los meses trajeron, como es natural, nuevas preocupaciones y nuevos motivos para llorar y condolerse de la desgracia ajena, y los niños de los basurales se quedaron ahí mismo: olvidados en su paisaje, como una basurita más.

Eventualmente los medios nacionales nos hacen volver al basural, por ejemplo, ante las situaciones de catástrofe o, como ya es costumbre cada año, enfrentándonos a los niños de La Teletón. Y como cada vez, salimos del trance mediático sintiéndonos heroicos y victoriosos frente el individualismo. No cabe duda, los medios cumplen a cabalidad con su función social de formar opinión, pero nosotros no hemos sabido distanciarnos de nuestro papel habitual de espectadores para hacernos cargo de verdad de lo que nos conmueve.

Aunque me lancen tomates las señoras en la calle: yo no creo que dar plata nos haga más solidarios; nuestra limosna asistencialista y nuestras lágrimas de 5 minutos no sacan a nadie de la basura, ni solucionan los problemas de fondo que tiene este país. La pobreza, la injusticia, el dolor no son parte del reality; lamentablemente es el pan diario de gente como usted o como yo, y nuestro silencio sólo perpetúa lo que nunca debería haberse permitido. Espero con ansiedad el día en que nuestros representantes, sean del color que sean, dejen de hacer política de farándula y se dediquen a legislar, que para eso les paga Chile.

Nery Alveal Quintana
Chillán
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