La crisis política que vive Bélgica se agravó el lunes con la decisión de los independentistas flamencos de dar por finalizadas las negociaciones que mantienen desde hace tres meses con los valones francófonos para formar un gobierno, reclamando “empezar de cero”.

“Esta historia se termina (…) dejemos de encallarnos”, declaró el independentista Bart de Wever, líder del principal partido flamenco, el N-VA, decretando el fracaso de las tratativas entre siete formaciones flamencas y francófonas iniciadas tras las elecciones legislativas anticipadas de junio.

El N-VA “no quiere un mal acuerdo (…) Rechazamos participar en este juego infantil. Hay que poner los contadores a cero”, agregó De Wever, responsabilizando a los partidos francófonos de la falta de progresos para formar un gobierno federal de coalición.

Vencedor de los últimos comicios en la próspera Flandes, en el norte de Bélgica, el N-VA había dado un ultimátum hasta el lunes a los francófonos, representantes de Valonia (sur), para que aceptaran el principio de una gran autonomía fiscal para cada región.

Pero los valones, debilitados económicamente, se oponen a la reforma al ver en ella un primer paso hacia el objetivo que el N-VA persigue a medio plazo, la independencia de Flandes.

La crisis institucional que atraviesa Bélgica, un país fundado en 1830, se ha ido deteriorando desde que estalló en 2007 debido a las diferencias cada vez más irreconciliables entre estas dos comunidades, que hacen temer en un futuro la escisión del reino.

Un gobierno interino liderado por el primer ministro dimisionario, Yves Leterme, se encarga actualmente de gestionar los asuntos corrientes del país y la presidencia rotativa de la Unión Europea (UE), que Bélgica ostenta hasta fines de año.