En Coliumo, un pueblo costero cercano a Concepción, todos saben que deben subir a los cerros cuando ocurre un terremoto. Esa instrucción salvó de morir por el tsunami a sus habitantes, quienes ahora intentan volver a empezar después de la tragedia.

Coliumo es un pueblo de pescadores erigido al pie de un cerro y que apenas figura en los mapas. Sus habitantes están advertidos desde niños, que después de un terremoto se viene un tsunami como una verdad asumida de manera indiscutible. No bien sintieron el sismo de la madrugada del sábado 27 de febrero, subieron desde sus casas sobre la playa hasta quedar a salvo en la altura del cerro y observaron en silencio cómo las olas se tragaban la costa.

“Aquí al lado había cabañas para arrendar y estaban llenas todo el año”, dice Ingrid Santana, señalando un espacio vacío en el que ahora sólo se ven escombros.

Ingrid vive en la cercana ciudad de Concepción y pasa sus veranos y sus fines de semana en Coliumo, con su marido y sus dos pequeños hijos. “Estaban ahí mismo, en la playa”, relata a la AFP.

El tsunami destruyó a decenas de casas e hizo emerger a otras por arte de magia. Unos 300 metros más allá de las cabañas desaparecidas, una vivienda de madera fue arrastrada desde algún lugar desconocido y quedó anclada sobre la arena como si la hubieran construido allí mismo.

Junto a ella queda el esqueleto en ladrillo del que fue el restaurante “Tía Pabla”, que se promocionaba al turista con un cartel donde figuraba el nombre del establecimiento y el dibujo de una chef con su gorro blanco. Luego el techo pasó a otro mundo y las ventanas fueron cubiertas de algas.

Juan Pablo Gómez, unos de los propietarios del “Tía Pabla”, y quien se dedicaba a la pesca artesanal para surtir su negocio en el que trabajan mujer, hija y otros vecinos, confía no obstante en poder salir adelante, aunque en otra ubicación.

“Hay que reconstruir todo el sistema, tomar prioridades, estar más informados, tratar de rearmar el restaurante y volver a la pesca de la jaiba, volver a empezar”, dice Gómez, que vivía escaleras arriba del local de comida. “Pero, no volvería a vivir ahí”, afirma señalando el sitio donde estaba la construcción. “Antes que nada hay que cuidar a la familia”, agrega.

Otra que retomará su cauce es Lilian “de Coliumo”, como insiste en llamarse esta mujer, una de las más influyentes de este poblado.

A sus 76 años, Lilian es una de sus más antiguas pobladoras, una escritora de prestigio y dueña de lo que era un exitoso restaurante, que al igual que el “Tía Pabla”, fue devastado por el tsunami, que también destruyó la casa de la escritora.

“Era la casa más antigua del pueblo. Resistió el terremoto del ’39, el del 60; el del ’85 se sintió pero no con la violencia de los otros”, recuerda Lilian. “Antes venían a visitarme muchos escritores chilenos”, dice mientras señala con un gesto una sala atravesada de grietas y que funcionaba de estudio. “A este lugar le decía el rincón del poeta, acá es donde escribía”.

Lilian sin embargo confía en seguir escribiendo y trabaja en una narración poética donde relata lo que pasó en esa madrugada de fines de febrero que diezmó sus pertenencias pero no le doblegó el alma.