Los contaminantes químicos en el medio ambiente fueron relacionados por primera vez con el endurecimiento de las arterias, condición que puede conducir a ataques cardíacos y apoplejías, según un estudio sueco publicado el martes en Estados Unidos.

Hace tiempo que se sabe que las sustancias tóxicas cuyo efecto en el ambiente es de larga duración, como las dioxinas, los bifenilos policlorados (PCB) y los pesticidas, se acumulan en el tejido graso del cuerpo y en el interior de las paredes de los vasos sanguíneos.

Pero el estudio publicado en la revista estadounidense Environmental Health Perspectives es el primero en investigar la relación entre el tipo de exposición a los contaminantes y la probabilidad de sufrir de arteriosclerosis.

El estudio midió los niveles de estos componentes químicos en 1.000 suecos que viven en la ciudad de Upsala (sureste de Suecia), y los niveles de ateriosclerosis en la arteria carótida utilizando tecnología de ultrasonido.

Los investigadores encontraron que aquellos con mayores niveles de contaminantes circulando en la sangre eran más propensos a tener endurecimiento de las arterias y signos de acumulación de grasa en las paredes de sus vasos.

“Estos hallazgos indican que los tóxicos ambientales de larga vida orgánica pueden estar implicados en la aparición de la arteriosclerosis y, por lo tanto, conducir en el futuro al fallecimiento por causa de enfermedades cardiovasculares”, dijo Lars Lind, profesor del departamento de ciencias médicas de la Universidad de Upsala.

Los países industrializados tienden a tener el mayor número de casos de enfermedades cardiovasculares, cuya principal causa es el endurecimiento de las arterias.

Los factores de riesgo incluyen las dietas altas en grasas, el tabaquismo, la diabetes y la presión arterial alta.

A pesar de que muchos contaminantes están actualmente regulados o prohibidos en todo el mundo, éstos pueden permanecer en el ambiente por décadas, explicó Monica Lind, coautora del estudio y profesora asociada en el Instituto de Medicina Ambiental del Instituto Karolinska.

“En Suecia, y en muchos países en el mundo, muchas de estas sustancias están prohibidas hoy, pero al ser de larga vida todavía existen en nuestro medio ambiente”, dijo Lind.

“Nosotros ingerimos esas sustancias tóxicas con los alimentos que comemos, y en tanto se almacenan en nuestro cuerpo, los niveles aumentan a medida que envejecemos”.

El equipo planea analizar próximamente si existe algún vínculo entre la presencia de los contaminantes en la sangre y la incidencia de apoplejías y ataques cardíacos.