El pasado viernes, una nueva tragedia afectó al país cuando un avión CASA bimotor 212 de la Fuerza Aérea de Chile cayó en el archipiélago Juan Fernández, donde viajaban 5 profesionales de TVN, integrantes de la organización “Desafío Levantemos Chile”, funcionarias del Consejo de la Cultura y personal de la FACh.

En un rápido recuento desde esa fatídica madrugada del 27 de febrero del 2010 al menos 6 sucesos han causado impacto a nivel nacional, destacando, además del terremoto y tsunami del 27/F, el derrumbe de la Mina San José, los accidentes carreteros en la Autopista del Sol y del Itata, además del incendio en la Cárcel San Miguel.

Desde un sentido de la espiritualidad, más allá de lo religioso, creo que todos estos sucesos nos llevan a un lugar común: lo frágil que es la vida, y lo poco que la valoramos.

Pero además son un golpe al orgullo nacional, pues todas han revelado la injusticia social que hay en Chile y las abismantes diferencias que se denotan, con damnificados que a más de un año del terremoto aún comparten baños químicos hacinados en mediaguas, sin agua potable.

Diferencias que se denotan en los gritos desgarradores de internos entre las llamas, producto que el recinto carcelario sobrepoblado que no reunía las condiciones mínimas para la estadía de seres humanos.

Para qué decir de los “33 de Atacama” que sufrieron por la negligencia de un sistema que cierra los ojos a la explotación de los trabajadores, o los pobladores de regiones aisladas del sur que debieron evacuar con sus pocos bártulos, escapando del humo proveniente del Cordón Caulle.

¿Y en el caso de los isleños de Juan Fernández? No es más que el ejemplo claro del brutal centralismo de este país que invierte millones en nuevas líneas del Metro, pero que tiene prácticamente aislados a los habitantes insulares.

Es momento de reflexionar, de detener la marcha, dejar de mirarnos el ombligo y de verdad ser más solidarios con el resto. No basta con donar dinero para una causa una vez al año para una popular y excelente campaña televisiva en ayuda a los discapacitados, es más que eso. Debe ser una actitud en el día a día, no sólo de los ciudadanos, sino también de parte del mundo político.

Genera molestia el ver los niveles de violencia que muestra la TV y que cotidianamente se ve en las calles. Y no tiene que ver sólo con encapuchados durante manifestaciones, sino es cosa de tomar un vehículo y transitar por las calles céntricas de los centros urbanos, la falta de amabilidad es evidente y el más fuerte se impone al más débil como en tiempos pretéritos de las cavernas.

El asunto es comenzar desde hoy a adoptar una actitud de vida positiva, pensando en el resto más que en mis beneficios, si así nos comportáramos, puede que en las cárceles hubieran menos reos, en los hospitales menos enfermos, menos divorcios, menos violencia, menos dolor.