El ejercicio de indicar en cada una de mis reseñas si fui invitado o no a un restaurant va de la mano con dos fenómenos muy propios de este oficio.

El primero es la dificultad de hacer una crítica imparcial sin ser “malagradecido” o la expectativa de que la sinceridad arruine una posible “próxima invitación” para el futuro; y el segundo va de la mano con la tentación que tienen algunos lugares al estar advertidos de que alguien escribirá de ellos de “mejorar” la presentación y el trato.31

Y eso suele pasar, por lo que yo al menos intento hacer una o dos visitas de control antes y después de una invitación que es aceptada.

¿A qué voy con esto?

Bueno, hace unos días, entre dos viajes, estuve pocos días en Santiago y me invitaron al Jardín Secreto, una especie de ampliación que circunda al Europeo de Alonso de Córdova.

Acepté porque era mi tercera vez en el local, al que ya he ido cuatro veces, y la experiencia tuvo algunas diferencias importantes, pero que no cambiaron en nada lo que siento por este sitio.

¿Qué pasó?

Bueno, el peso de ser invitado se hizo sentir: Como nunca antes me explicaron y reexplicaron la carta, el bartender nos fue a buscar a la mesa para que probáramos cócteles que estaba experimentando y, aunque llegué tentado de comer la carne del local, nos mandaron tantas “amenidades” desde la cocina que no pudimos pasar de las entradas.

El problema de eso, y el motivo porque lo grafico, es que cuando vas por una única vez al local, cualquier cosa que digas no es real, generas expectativas equivocadas y terminas decepcionado. Justo lo contrario a lo que alguien busca lograr con sus reseñas.

Una mala idea para un muy buen local como El Jardín Secreto, un lugar que armó su nombre bajo otro mando y que luego de un cambio societario, mantuvo (e incluso mejoró) calidad, y hoy está dentro de los destacados del polo gastronómico de Nueva Costanera. Aunque con los años fue quedando un poco a trasmano.

Pero qué voy a decir yo, si entre los nuevos dueños hay varios que saben bien cómo funcionan los medios, y su chef -quien también es socio- tiene muchos premios que con justa razón tiene a su haber.

Y aunque busqué, no encontré mala prensa.

El local es exterior, fue remodelado hace poco y está bellamente organizado y decorado. Es que, aunque está al aire libre, entre su toldo, un par de ventiladores, unos parrones y plantas por doquier, el Jardín Secreto mantiene una estupenda temperatura como para almorzar muy cómodo.

Yo sólo fui a almorzar, pero el local abre continuado entre mediodía y medianoche.

¿Qué se come acá?

Mi recomendación es comer liviano. Aunque se vean algunos platos simples, son preparaciones relativamente complejas con una muy buena ejecución, que se pierden un poco en la explicación del personal y en lo austera de la carta.

La oferta es amplia, y tienen dos alternativas de menú: Uno de un plato con bebestible y café, por $6.900; y otro de dos tiempos, entrada y fondo junto a bebestible y café, por $9.900. Muy razonable para la zona y para la calidad de lo que se sirve.

Es que, aunque acá se come sofisticado, el local tiene su toque masculino: Desde la atención horizontal, hasta las sugerencias de cerveza para acompañar casi todo (hasta los menú); por eso no podían faltar pizzas a la piedra en su carta.

Yo probé la Pizza Veggie ($9.900), que incluye salsa de tomate, champiñon, choclo, cebolla y espárragos sobre masa madre. Es una buena pizza, pero es de los puntos más bajos del local. Pero bueno: si quiere comer una buena pizza, vaya a Domani. Si quiere tomarse una Stella, comer pizza y pasar la tarde-noche, acá ya tiene el panorama armado.

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Otro de los platos buenos es el Tárato de Atún ($7.900), que suma palta, sésamo, masago, aceite de jengibre y soya. Muy sabroso y equilibrado.

Me sorprendió mucho más, eso sí, el Tártato Veggie ($7.900), que suma betarraga, palta, sésamo y semilla de maravilla y que está para chuparse los dedos, pero que te deja en un difícil pie para maridar. Yo suelo pedir agua con gas y limón, por lo que no tengo mayor problema, pero si pide esto, y una carne, no me arriesgaría con una recomendación.

Jardín Secreto | Mario Riveros
Jardín Secreto | Mario Riveros

El plato está muy bueno, mezcla sabores y se sirve a una temperatura deliciosa, que deja un poco la betarraga en esa consistencia de que se pasó, pero no. De hecho se sirve perfecta: tierna, consistente y sabrosa. Es el tipo de plato que puedo comer hasta que se acaba, e incluso podría pedir un poco más. Debo reconocer que lo peleé con mi acompañante.

Tienen también una pequeña oferta de sushi. De acá rescato un roll con centolla que al parecer no está aún en la carta. En general el sushi, al igual que todo lo demás en el Jardín Secreto, está muy bien logrado.

Mario Riveros
Mario Riveros

Si busca carne una buena opción es el Lomo Vetado con Papas ($14.990), que es enorme y sabroso, aunque yo apostaría mejor por un dip de papas y un T-Bone en el OX, que queda cerquita y se especializa en esa preparación.

Jardín Secreto | Mario Riveros
Jardín Secreto | Mario Riveros

Para terminar mi recomendación es un ristretto ($4.000) y un Volcán de Chocolate ($4.500), que viene con sorbete de mora. El helado está bueno, pero con un buen helado de vainilla, la mezcla sería celestial.

Recomendado: Acá se come rico y bien.

Para escribir esta reseña se visitó tres veces el local de manera anónima y una vez se aceptó invitación.

El Jardín Secreto. Alonso de Córdova 2417, Vitacura. No tiene estacionamientos propios pero hay de superficie pagados.