El presente de las niñas y mujeres afganas se ha remecido. La salida de las tropas de Estados Unidos y la irrupción de los Talibanes en Kabul, las puso en riesgo. Los ojos del mundo están en este lugar, como estuvieron en la icónica portada los de Sharbat Gula, “La niña afgana” que National Geographic inmortalizó en una fotografía.

El presente para este país es doloroso e incierto y no distingue de edad, sexo o condición social, pero se ensaña contra el género femenino. El pasado no era distinto. Por eso, recordar el antes y explorar el después de una niña, de entonces 10 años, que inspiró al mundo, puede ayudar a comprender por lo que históricamente ha atravesado su género, en un país donde la guerra le revictimiza.

“Ha tenido una vida terrible”: la historia de Sharbat

Antes de que el verde mirar de Gula conmoviera al mundo, su corazón ya lo estaba y de qué manera.

Los soviéticos entraron en la década de los ochenta, en apoyo a la República Democrática de Afganistán, para enfrentar a la insurgencia Muyahidin (aliada de EEUU, 1979-1989). Los bombardeos acababan con todo. No había conciencia de la vida de los habitantes de provincias como Nangarhar, donde nació la niña afgana.

Perteneciente a la etnia pashtún, una guerrera por naturaleza, la beligerancia extranjera los hizo desplazarse para salvar sus vidas hacia las afueras de su tierra natal.

Apenas en su primera década de vida, ella y sus hermanos (4 mujeres y un hombre), vieron cómo los cuerpos de sus padres yacían sin vida, producto de las bombas que les quitaron no solo lo terrenal. Se llevaron de encuentro a sus progenitores.

Sin sus padres como guía, la abuela de Gula sacó fuerzas desde la senilidad para recorrer, junto a sus nietos, las nevadas montañas del Este afgano. Frío, dolor por la pérdida de sus progenitores, hambre y desesperanza, son las palabras que describen el camino de este grupo de afganos, ejemplo de los miles que también trataban de salvar sus vidas.

Nangarhar

“Nunca sabías cuándo vendrían los aviones”, declararía años más tarde su hermano Kashar Khan a National Geographic. “Nos escondíamos en las cuevas.”

Mendigaban comida y sábanas para sortear, además de las bombas y balas, al cruel frío que parece aliado de la guerra, sin proponérselo.

Una semana duró su viaje por terreno montañoso. Llegaron a un campo de refugiados de Pakistán, donde el fotógrafo de NatGeo, Steve McCurry, inmortalizó su historia a través de sus ojos.

Para ese entonces, Sharbat Gula ya era parte del campamento donde otras niñas afganas, refugiadas de guerra, estaban en una escuela improvisada. Diez años de vida cumplía, además de una historia de resiliencia que inspiró a millones, sin imaginárselo.

Steve McCurry / Sharbat Gula

Nunca conoció la felicidad, salvo el día de su boda

National Geographic buscó, 17 años después de la foto en el campamento pakistaní (1985), a la niña afgana.

Fue el mismo McCurry quien dirigió la expedición en busca de la mirada que captó la atención del mundo. De hecho, su nombre e historia fue posible conocerla, gracias a ese seguimiento periodístico.

El primer lugar de búsqueda fue el campamento pakistaní, Nasir Bagh, en Peshawar. Una maestra local dijo que se llamaba Alam Bibi. Estaba en una aldea cercana, pero McCurry vio sus ojos y no eran los mismos que su cámara había capturado casi 20 años atrás.

Una mujer salió al paso y le dijo que sabía de quién se trataba y dónde podrían ubicarla. Se ofreció a acompañar la expedición de 6 días en auto y 3 horas a caminata final.

Lo lograron. Cuando la delegación llegó a las montañas blancas de Tora Bora, habían tenido éxito. Ese lugar, por cierto, es donde crujió el arsenal estadounidense en busca de Osama Bin Laden, luego de los atentados terroristas del 11 de Septiembre (2001).

“Es ella”, dijo el fotoperiodista. Lo demás, forma parte del repertorio de frases que ella y su hermano compartieron para el documental que le seguía la pista.

La ciencia entró en juego para comprobarlo, por medio de John Daugman. Se trata del inventor del reconocimiento automático por el iris. Este profesor de informática en la universidad británica, en Cambridge, comprobó de forma matemática que los ojos pertenecen a Gula.

Steve McCurry / National Geographic

“Ha tenido una vida terrible. Muchos aquí comparten su experiencia.”, agregó después el hombre de la toma y el flash que la hizo mundialmente conocida.

“La invasión rusa destrozó nuestras vidas”, aseguró el hermano de Sharbat, quien dijo haberla visto feliz, solo, y quizás, el día de su boda.

Atrás quedó la niña afgana del retrato. Para ese entonces tenía 3 hijas. La mayor, de 13 años, estaba ya destinada a seguir sus pasos, sin estudio y rumbo al matrimonio arreglado. Sharbat se casó a los 13, según contó en la entrevista. “A los 16”, interrumpió su marido, Rahmat Gul, con quien vivía trabajando en campos de arroz y trigo, junto a las niñas.

“Quiero que mis pequeñas tengan cultura”, le dijo Sharbat a McCurry. “Me hubiera gustado terminar los estudios, pero no pudo ser. Lo sentí mucho cuando tuve que emigrar. Dios así lo quiso”, aseguró la mujer que ni siquiera se sentía una inspiración para las demás afuera de su país.

Steve McCurry

“¿Llegó a ver su fotografía de niña?”
“No”.

Dijo estar avergonzada, tras ver por primera vez su foto de hace 17 años, con su chal rojo lleno de orificios. Se excusó asegurando que lo quemó atizando fuego y no se dio cuenta, como tampoco se enteró de la enorme influencia que ejercía en mujeres, trabajando en campos de refugiados, interpretando su penetrante mirada como un grito de auxilio para las niñas afectadas por la guerra.

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He recibido cartas de personas de todo el mundo que, inspiradas por aquella imagen, han trabajado como voluntarias en campos de refugiados o realizado tareas humanitarias en Afganistán.

- Steve McCurry, fotoperiodista de NatGeo.

Nunca se atrevió a mirar directamente al fotoperiodista McCurry. Su cultura no lo permitió. Al único que puede ver a los ojos es a su esposo. A nadie más.

Si en ese entonces el hombre que la retrató, la describió con surcos profundos en su rostro, años después, otro medio internacional la ubicaría en un momento (otro) muy infeliz de su vida.

Steve McCurry / Sharbat Gula

Deportada, enferma y en un país devastado

La BBC de Londres hizo otro seguimiento a un nuevo tramo de la historia de Gula. Había, de nueva cuenta, otro pasaje de infelicidad.

Corría 2017 cuando el nuevo capítulo se volvía internacional. Sharbat había permanecido varias décadas en Pakistán. Tenía 42 años y cuatro hijos, pero habían retornado forzosamente del país vecino que históricamente la refugió junto a los suyos.

Unos meses antes de la nueva entrevista, las autoridades pakistaníes la arrestaron, tras acusarla de portar documentos de identidad falsos. La tomaron presa. Sin embargo, su detención no pasó desapercibida. Se trataba de la niña de la icónica portada.

Cuando las autoridades de Pakistán advirtieron el revuelo, ordenaron su liberación. Antes, adujeron razones humanitarias.

“Creo que deberé revisar este caso porque es una mujer y deberíamos verlo desde un ángulo humanitario”, aseguró el ministro del interior de ese entonces. La afgana enfrentaba también un agudo asma.

Sharbat Gula, arriesgaba una pena de 14 años de prisión por la portación de documentos falsificados. Se trataba de una “estrategia” a la que sus connacionales acudían para escapar de la guerra en Afganistán y no ser despreciados por los locales.

Poco tiempo después llegó su castigo: la deportación. Gula, se vio desterrada, con sus hijos y marido, a la realidad de una guerra que no tiene fin, aunque sí diferentes actores. Su asma se había agudizado con las condiciones del lugar. “Es el peor incidente de mi vida”, reconoció al medio británico. Su ser estaba herido. Era como las fisuras que le había dejado la guerra que vivió en la infancia, con pérdidas irreparables.

Ahora, Estados Unidos se ha retirado de Afganistán. El regimen del Talibán ha salido de las sombras y avanzó en sus planes de controlar todo el territorio. Irónicamente, Sharbat, llegó a confesar en 2002, durante su encuentro con NatGeo, que se sintió conforme con ese régimen.

“¿Se había sentido segura alguna vez?”
“No. Pero se vivía mejor con los talibanes. Al menos había paz y orden“.

Las imágenes recientes nos indican todo lo contrario. Las mujeres lo están resintiendo más que siempre, mientras, Sharbat Gula, permanecería oculta en alguna parte de las montañas afganas, donde el frío azota y la avanzada de talibanes, acecha.

Steve McCurry / Sharbat Gula