Durante 15 años, la artista canadiense Gillian Genser lidió con terribles síntomas que intrigaban a los médicos que la trataban. Lo que comenzó con vómitos y dolores de cabeza constantes que atribuyó a un trastorno autoinmune avanzó a un punto insostenible para la mujer que estuvo al borde de la muerte.

Sus músculos se contrajeron tanto que no podía moverse, le costaba hablar, perdió audición de un oído y tenía episodios de pérdida de memoria y demencia.

Tras años lidiando con malestares, finalmente en 2015 Gillian encontró una respuesta cuando un médico le pidió someterse a un análisis que arrojó un insólito resultado: sufría un envenenamiento por metales pesados.

Fue así como la artista residente en Toronto se dio cuenta que era su propia obra la que la estaba matando.

“Me quedé estupefacta, absolutamente pasmada”, dijo la mujer a The Washington Post.

El origen de la intoxicación

Como mencionábamos al inicio, Genser estuvo 15 años cortando, moliendo y triturando conchas de mejillones para crear una escultura de “Adán”, el primer hombre según la Biblia. Ella no sabía que al moverse y alimentarse en aguas contaminadas, estos moluscos pueden acumular altas concentraciones de plomo y arsénico.

En este contexto, cada vez que la artista pulverizaba este material, respiraba y tocaba partículas que contaminaron gravemente su organismo.

Adán | Guillian Genser
Adán | Guillian Genser

En un texto llamado “Mi hermosa muerte” publicado en la revista Toronto Life, la mujer de 60 años contó su historia por primera vez en noviembre pasado. Allí, indicó que lo que le pasó fue una ironía, pues su obra buscaba representar la distorsionada relación del hombre con el entorno natural.

“El trabajo fue una declaración ambiental. Se trata de reconsiderar lo que debería haber sido la primera percepción de la gente sobre el ecosistema, en lugar de esta idea de que tenemos dominio sobre todos los animales. Así que es muy interesante e irónico que Adán, como primer hombre, fuera tan tóxico. Me envenenó”, indicó.

Corría el año 1991 cuando la mujer comenzó a esculpir con materiales naturales. Sus primeras obras eran pequeñas esculturas hechas con cáscaras de huevo. Luego comenzó a usar coral, huesos y plantas.

Tras crear una escultura femenina llamada Lilith en 1998, decidió elaborar a “Adán” con un nuevo elemento que la había cautivado: conchas de mejillón azul de la costa atlántica de Canadá, las que compró en el barrio chino de Toronto.

“Las conchas de mejillón son fabulosas para replicar las estrías musculares”, contó la artista, explicando que le gustó trabajar con algo tomado de un ecosistema cercano.

Guillian Genser
Guillian Genser

Gensen pasaba hasta 12 horas al día trabajando en la escultura, lo que significaba moldear, cortar y triturar las conchas con un taladro. Como ella pensaba que se trataba de una sustancia inocua, no se esforzó por ventilar demasiado o evitar exponerse directamente.

Los síntomas de la artista comenzaron a aparecer casi inmediatamente después de comenzar este trabajo. Como tenía antecedentes de enfermedades autoinmunes, pensaba que se trataba de eso, pero luego se dio cuenta que los síntomas eran diferentes: le dolían las extremidades, se le paralizaban. Además, incluso tenía pérdida de memoria a corto plazo, desconocía a gente cercana o le costaba hablar.

Por lo mismo, visitó muchos neurólogos y psiquiatras, quienes le recetaban antipsicóticos y antidepresivos, pero sus síntomas no desaparecían. “No podía seguir una línea de pensamiento, tenía confusión espacial, así que no podía imaginarme cómo rotar un elemento ni entender dónde lo podía colocar. Lo ponía al revés o boca abajo”, reveló a la cadena británica BBC.

“Estaba iracunda, perturbada, ansiosa, desesperanzada y con desesperantes instintos suicidas”, añadió.

“Para ser justa, mis médicos, me preguntaron: ‘¿Estás trabajando con algo tóxico?’ Y yo decía: ‘No, no, estoy trabajando con materiales naturales’. Estaba tan segura de que estos mejillones, que el gobierno dijo que podía comer de forma segura y comprar en el mercado como alimento, nunca podrían ser malos para mí”, indicó.

Adán terminado | Guillian Genser
Adán terminado | Guillian Genser

Recién en 2015 Genser descubrió lo que estaba matando luego de que un especialista le solicitara un examen para detectar metales pesados en su sangre. Los resultados mostraron que tenía altos niveles de arsénico y plomo en su cuerpo, pero ella no lograba comprender cómo había llegado eso a su organismo.

Para llegar a la raíz del problema, habló con un profesor en el Royal Ontario Museum de Toronto, especializado en invertebrados. Allí, descubrió que las conchas de mejillones eran tóxicas. “Me dijo: ‘La gente no se da cuenta de lo venenosas que son estas cosas"”, reveló.

Tras eso, Genser dejó de trabajar con este material y lentamente inició el camino a la recuperación. Aún sufre lapsos de pérdida de memoria y náuseas. Además, tiene mayor riesgo de sufrir enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer y el Parkinson, pero dice que sigue adelante.

Pese a todo, Genser asegura que no siente miedo ni remordimientos por las conchas de mejillones. “Me detengo a pensar en los mejillones y en cómo no pueden abandonar sus hábitats contaminados en los que acabamos de verter todo este veneno. Siento terrible pena por ellos. Les hicimos esto, ellos no me lo hicieron a mí”, aseguró.