Medios en el mundo han dado cuenta de la historia de una perrita salchicha llamada Pipsqueak, la cual se separó de su familia debido a la pandemia y volvió a reunirse con ellos luego de cinco meses. Aquello fue toda una odisea, que involucró papeleos y viajes.

La perrita había sido adoptada por la familia australiana de Zoe y Guy Eilbeck, mientras ellos viajaban por Sicilia (Italia). El clan estaba compuesto además por dos niños, Cam y Max.

Se trataba de personas que amaban viajar en su bote a vela, por lo que gran parte del año estaban embarcados en alta mar. Por su parte, Pipsqueak se adaptó a esta nueva vida de gran forma.

Fue así como, entre fines de 2019 y comienzos de este año ella ya había visitado otros 17 países, mientras cruzaban el océano Atlántico.

No obstante, todo esto cambió cuando la familia se encontraba en Florida (Estados Unidos) y gran parte de las fronteras en el mundo comenzaron a cerrar, como efecto de la pandemia.

Sin ir más lejos, desde Australia habían anunciado a todos sus ciudadanos que quisieran volver que tenían un plazo de una semana para llevarlo a cabo.

Si bien los Eilbeck no tenían inconvenientes para viajar en avión, la situación para Pipsqueak no era igual, ya que no tenían los papeles necesarios para que entrara al país, que cuenta con una normativa de importación de mascotas muy estricta.

De esta forma la familia tuvo que viajar hasta Carolina del Norte, donde dejaron momentáneamente a la perrita con una amiga de ellos, Lynn Williams, quien vivía en una granja y podía cuidarla hasta que pudiera viajar.

“Pipsqueak pasó de vivir en un velero a vivir en una granja de bisontes. Eso es algo que realmente me hace mucha gracia”, sostuvo Zoe a CNN.

No obstante, Williams no pudo tener a la perrita por mucho tiempo, debido a que en su casa vivían otros dos perros y la convivencia no era del todo buena. Debido a eso tuvo que poner un nuevo aviso para que otra familia la adoptara de forma momentánea.

Una semana después éste fue respondido por una mujer llamada Ellen Steinberg, quien en un inicio mostró reparos a que la familia de Pipsqueak viajara de regreso a su país y dejara al animal en otro país, aparentemente abandonado.

“Nosotros ganamos el anuncio, y Pip llegó unos días después. Escuché que una familia que vivía en un barco abandonó a su perro y voló de regreso a Australia e inmediatamente formé una impresión sobre quiénes eran estas personas. Pero tan pronto como hablé con ellos, me di cuenta de que no podían ser más cariñosos. Tuve la impresión equivocada por no haber sabido todos los detalles”, indicó.

Desde el “otro lado del mundo” comenzó la ardua tarea de ordenar los papeles para que la perrita pudiera volver al país, situación que no fue nada de fácil. Por su parte, Steinberg debió hacerse cargo de las vacunas y análisis de sangre, que permitieran corroborar su buena salud.

“Para exportar un perro de Estados Unidos, es necesario obtener una declaración de Estados Unidos que indique que el perro está en buen estado de salud y se ha sometido a análisis de sangre específicos relacionados con la rabia. Esto se estaba haciendo en Nueva York, que ahora estaba cerrada. Así que tratar de hacer algo así fue extremadamente difícil”, contó Zoe.

A esa altura la situación había llegado a redes sociales, donde ya incluso tenía una cuenta en Instagram. Steinberg estuvo al cuidado del animal por tres meses, pero debido a un viaje impostergable debió entregarla a otra persona, Melissa Young.

Mientras tanto, la familia Eilbeck ya había arreglado todo el papeleo para la repatriación. Sin embargo, con el paso de los días se abrió otro inconveniente: la única aerolínea que podía hacer el viaje era Jetpets, la cual sólo salía desde el aeropuerto de Los Angeles.

Fue así como Young, en un gran esfuerzo, voló con la perra desde Greensboro a Charlotte, y de aquella ciudad hasta California. Pipsqueak tomó un vuelo hasta Auckland (Australia) el pasado 23 de julio.

Una vez allí realizó una cuarentena de 10 días para ser trasladada hasta Melbourne, donde fue recibida por unos días por el hermano de Guy Eilbeck, quien la derivó hasta Sydney el pasado 11 de agosto. En total, la perrita estuvo cinco meses alejada de su familia.

El reencuentro fue bastante emotivo en el aeropuerto, donde fue recibida por los cuatro miembros de la familia.

“Cuando escuchó nuestras voces, vino corriendo a nuestros brazos. Fue absolutamente increíble tenerla de vuelta después de todo ese tiempo”, finalizó Zoe.