Se trata de una odisea de 600 kilómetros en la que el 90% de los inscritos muere, de cansancio, de calor, por las olas o por los despiadados depredadores. La MacArthur, la carrera más larga de palomas mensajeras de Filipinas, tiene en vilo a los amantes de las palomas desde que empieza hasta que termina.
La carrera ha sido objeto de fuertes críticas de algunas organizaciones de defensa de los derechos de los animales por la enorme mortalidad que implica para las aves, sin contar las que acaban siendo capturadas para ser revendidas ilegalmente.
“En comparación con Europa y Estados Unidos, aquí hay muchos depredadores, y mucha gente dispara contra estas aves”, comenta Jaime Lim, un colombicultor famoso en el archipiélago.
“Se tensan redes en medio de las montañas para atrapar a las aves. Es un problema muy grande”, explica el magnate del sector inmobiliario, de 68 años.
Las palomas mensajeras que se utilizan en las carreras pueden valer miles de dólares. Pero, a veces, los traficantes las revenden por 14 dólares, según Lim.
Es el precio que hay que pagar por el éxito de una disciplina muy popular en Filipinas, donde hay al menos 300 clubes, con miles de miembros.
La tradición de los concursos de palomas mensajeras, arraigada en Bélgica pero también en Holanda y en el norte de Francia, se remonta al siglo XIX y estaba en declive cuando los asiáticos empezaron a interesarse por ella, dándole una segunda vida en algunas regiones. Las carreras de palomas mensajeras son muy populares en India, Taiwán y China.
El impagable Amando
En marzo, un inversor chino batió récords al pagar 1,25 millones de euros (unos 970 millones de pesos) en una subasta por una paloma mensajera estrella de concurso, Amando, adiestrada en Bélgica.
Mary Grace San Jose, de 38 años, oriunda del barrio pobre de Tondo, en Manila, explica que la popularidad de este pasatiempo se debe a que está abierto a todo el mundo. “Lo importante es poder alimentarlas”, insiste, ante la AFP. “Quizá uno no pueda darles lo que los ricos compran, pero no pasa nada”.
Para Eddie Noble, un responsable del club de colombicultura Metro Manila, con unos 1.000 miembros, si esa actividad es tan popular se debe a la fascinación que despierta “la fenomenal habilidad de esos pájaros para encontrar su camino”.
Un talento que la ciencia todavía no ha sabido explicar con exactitud, pero que podría estar relacionado con una sensibilidad hacia los campos magnéticos terrestres y con una capacidad de esos pájaros para usarlos y orientarse.
La sed de ganar también motiva a algunos propietarios. “No queda bien decirlo, pero la posibilidad de apostar también cuenta”, reconoce Noble a la AFP.
Durante la MacArthur, el talento de las palomas se pone realmente a prueba.
“En el mejor de los casos, el 10% [de las palomas en liza] llega hasta el final”, explica a la AFP Nelson Chua, director de esta carrera, que se celebra a finales de marzo y que parte de MacArthur, en la isla de Leyte, en el centro del archipiélago, y termina en la periferia de Manila.
“Calculamos que entre el 50% y el 70% acaban en las redes, abatidas o muertas por los depredadores”.
“Nada de deportivo”
Hasta el punto que la fecha de inicio de la carrera se suele mantener en secreto el máximo tiempo posible para evitar que los traficantes coloquen sus redes, explica Lim. Este año, la salida se dio el 30 de marzo.
La mayoría de las otras palomas mueren por el cansancio a causa del calor o en el mar, por las tormentas.
Las más rápidas llegan en unas diez horas. Cuando el ave llega, su propietario debe recuperar un código enganchado a una de las patas del pájaro y llamar a los organizadores, para que determinen la clasificación final.
Según Ashley Fruno, de la asociación de defensa de los animales Peta, lo que más causa víctimas en la competición son las tres travesías marinas.
“No hay nada deportivo en el hecho de obligar a unos animales a arriesgar su vida, y a menudo perderla, para que alguien gane un premio, un título o dinero”, denuncia ante la AFP.
Fruno explica que, para evitar el viento, las palomas bajan hacia la superficie del agua y que muchas son engullidas por las olas.
Los amantes de la colombicultura afirman que se toman en serio el tema de los riesgos y afirman que la espera les resulta insoportable.
“A veces toma días, pero siempre vuelven, excepto si cayeron en una red”, dice San Jose. Dos palomas que lanzó en la última MacArthur nunca volvieron.