Un nuevo estudio arrojó la posible clave para combatir los incómodos sofocos generados por la menopausia. Casi el 80% de las mujeres aseguran haberlos sufrido y esta sesación de calor súbito cuando ocurren de noche, pueden interferir en el descanso.

Sin embargo, un grupo de científicos descubrió qué cosa podría aumentar el hecho de padecerlos cuando comienza este proceso: el sedentarismo. “Un mayor número y gravedad de los sofocos están relacionados con un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular. Por otra parte, el comportamiento sedentario, que a menudo es más frecuente a medida que se envejece, también está relacionado con un mayor riesgo de enfermedad cardíaca”, sostiene un extracto del estudio.

“Dado que las mujeres que se acercan a la transición a la menopausia dedican una gran parte de sus actividades diarias a comportamientos sedentarios, es importante comprender cómo ese comportamiento influye en los sofocos de la menopausia. Esto puede mejorar las recomendaciones de estilo de vida basadas en la evidencia”, explica Sarah Witkowski, coautora del estudio, según recoge El País.

La doctora Stephanie Faubion, por su parte, sostiene al medio antes citado que la investigación que ayude a identificar los factores desencadenantes o de riesgo siempre es valiosa. “Los profesionales de la salud deben revisar las actividades físicas y las rutinas de un paciente cuando se analizan las opciones de tratamiento”.

La menopausia es el proceso que señala el fin de los ciclos menstruales. Puede ocurrir entre los 40 y 50 años, e incluye una serie de síntomas tanto físicos como mentales.

Sobre los síntomas físicos, puede ir desde sofocos, escalofríos, sudores nocturnos, problemas para conciliar el sueño, aumento de peso, entre otros. En cuanto a la parte mental, las mujeres suelen manifestar cambios en el estado anímico y últimamente se ha asociado un nuevo síntoma: la niebla mental.

El deterioro cognitivo de la paciente estaba directamente vinculado a una reducción drástica en los niveles de estrógeno, la hormona cuya producción comienza a fluctuar y decaer durante los años previos a la menopausia, que comienza oficialmente un año después de la última menstruación.