Cifras globales de Unicef indican que 1 de cada 7 adolescentes entre los 10 y 19 años sufre un trastorno mental en el mundo. En el último año, especialistas alertan de un aumento en las consultas de salud mental en menores de 15 años.

Aunque es un tema que no se habla muy frecuentemente, los niños y niñas también pueden ser diagnosticados con depresión, aunque es su caso la detección puede ser mucho más compleja.

En Chile, durante la infancia los trastornos depresivos alcanzan una prevalencia de 2%, cifra que aumenta hacia la adolescencia llegando al 8%, mostrando una distribución de 2:1 entre mujeres y hombres.

En este contexto es importante desmitificar la creencia que los niños no tienen problemas y preocupaciones o que la depresión es sólo una patología de los adultos. De hecho, datos del Departamento de Estudios y Desarrollo de la Superintendencia de Salud demuestran que la mayoría de los trastornos de salud mental en adultos, se originan principalmente durante la infancia o la adolescencia.

De acuerdo a estudios pospandemia, realizados por el Centro de Justicia Educacional CJE en conjunto con la Universidad de Tarapacá, ha existido un incremento en la sintomatología depresiva en este grupo etario.

Y es que el confinamiento redujo todo a un mismo espacio físico, sus rutinas se vieron alteradas y las actividades recreativas limitadas, lo que se tradujo en un aumento de la carga mental y emocional, tales como la incertidumbre, el miedo, la ansiedad, aburrimiento, angustia, tristeza, entre otras.

Lee también...

El informe académico afirma que quienes presentan mayor prevalencia de casos, se encuentran las mujeres y estudiantes que presentaron problemas con sus familias, con la escuela y sus pares.

“Sin duda la pandemia generó un incremento de los trastornos mentales en niños, niñas y adolescentes en todo el mundo y también en nuestro país”, aseguró la doctora en psicología y directora del Doctorado de Psicología UCN-UTA, Alejandra Caqueo Urízar.

No obstante, la experta asegura que aquellos chicos con mayor prevalencia a desarrollar depresión, son aquellos que se encuentran en “contextos de alta vulnerabilidad… esto es, familias disfuncionales, con presencia de psicopatología en alguno de sus padres, altos índices de pobreza, experiencias de pérdida o abusos, entre otros”.

Síntomas de depresión infantil

Caqueo explica que “los síntomas pueden diferir al de los adultos en algunos casos”, aunque también hay algunos que se le asemejan.

En niños, niñas y adolescentes, la sintomatología más recurrente presente para el diagnosticar este trastorno puede implicar un “ánimo bajo la mayor parte del día, disminución importante del interés en casi todas las actividades, baja o aumento de peso de forma repentina, cambio en el apetito, insomnio o hipersomnia casi todos los días, agitación motora, fatigabilidad, sentimientos de culpa excesiva y pensamientos de muerte”, reitera la académica.

Un ejemplo de lo anterior es “si comienza a mostrar más irritabilidad, o se torna menos tolerante a la frustración, manifiesta episodios de llanto incontrolable, de igual forma si deja compartir con sus amigos o amigas más cercanas, deja de jugar o hacer deporte, si se aísla la mayor parte del tiempo, son algunos de los indicadores que los padres deben tomar en cuenta”.

Además, Caqueo menciona que “los padres son los agentes claves en la detección temprana en la aparición de posibles síntomas. Esto implica estar atento a cualquier cambio importante que presente el niño, niña o adolescente, tanto en su conducta como en sus emociones, se debe acudir a un especialista que pueda evaluar la condición de forma profesional”.

El experto y su equipo de profesionales realizarán una entrevista clínica para determinar lo que ocurre con los niños, para esto implementarán ciertas técnicas verbales como no verbales, debido a la existencia de limitaciones cognitivas y de verbalización en este grupo de edad.

Los padres y profesores serán vitales en el proceso, pues podrán entregar información clave que puede ayudar al profesional. Dependiendo del caso, el tratamiento puede incluir medicamentos, psicoterapia o incluso intervención familiar.

Por último, la directora del Doctorado de Psicología recalca que “lo más importante es intentar mantener una comunicación constante tanto con su hijo o hija como con el colegio, presentar una escucha activa a sus opiniones y otorgar apoyo frente a sus necesidades”.

Los síntomas de alerta

De acuerdo a la Clínica de la Universidad de Navarra, existen síntomas similares entre niños y adultos, no obstante, en losmás chicos hay que poner mayor atención:

– Irritabilidad elevada, ira u hostilidad extrema.
– Tristeza frecuente o episodios de llanto.
– Sentimientos de desesperanza.
– Disminución de su interés en actividades, o dificultad para divertirse en actividades que previamente eran sus favoritas.
– Aburrimiento persistente.
– Falta de energía o cansancio.
– Aislamiento social o falta de comunicación.
– Autoestima baja o sensación de culpa o responsabilidad por cosas malas que puedan pasar.
– Sensibilidad extrema al rechazo o poca resistencia ante los fallos o errores.
– Quejas frecuentes sobre problemas físicos (como dolores de cabeza, o de estómago, mareos, naúseas…) en los que no se encuentra causa médica.
– Ausencias frecuentes de colegio, o disminución del rendimiento escolar.
– Problemas de concentración.
– Cambio importante en los hábitos alimentarios o del sueño.
– Conversaciones sobre intención de escaparse de casa.
– Pensamientos o expresiones sobre la muerte o intención de suicidarse activa o pasivamente.