Vivimos en un mundo donde la inmediatez es altamente valorada en todos los ámbitos. Ojalá podamos hacer las cosas de manera rápida y efectiva, para así poder sumar más tareas a la lista, y si somos capaces de realizar más de una a la vez, tanto mejor. Esta mentalidad se está aplicando incluso en la educación, donde los conocimientos son fragmentados y calendarizados en bloques de tiempo muy marcados. Pero, ¿esto es realmente útil para niños y niñas?

Esa es la pregunta que debemos hacernos, porque aprender profundamente significa reconocer los procesos y ritmos propios de la infancia, que no son precisamente los mismos que viven los adultos de hoy. La neurociencia asegura que las neuronas del cerebro infantil pueden realizar muchas más conexiones que un cerebro adulto, y cuanto más propicio y protegido es el ambiente, mayor es el número de conexiones, dando lugar a un aprendizaje más significativo.

Por eso, este es un llamado a reivindicar la lentitud y la espera como parte fundamental de la enseñanza. Recibir una avalancha de contenidos no es sinónimo de incorporarlos de manera adecuada, y para que la experiencia sea significativa y perdurable, se requiere de reflexión, observación, interacción, juego y mucho respeto.

Como contrarrespuesta a la inmediatez, en los últimos años ha surgido el concepto de pedagogía del caracol o pedagogía slow, que consiste en dotar a niñas y niños de habilidades para gestionar el tiempo por sí mismos, alejándose de estructuras rígidas donde sólo importan los resultados. No debemos olvidar que los buenos resultados son una consecuencia de procesos educativos profundos, creativos, activos, en un balance entre el hacer, pensar, sentir y actuar.

La pedagogía del caracol se basa en el libro del mismo nombre publicado en 2008 por el pedagogo italiano Gianfranco Zavalloni, quien creció rodeado de naturaleza en el campo. Al experimentar ritmos distintos a aquellos que funcionan en las ciudades, se generó en él un interés personal por el valor del tiempo. El autor también tomó como referente a la reconocida pedagoga italiana María Montessori, quien planteaba la importancia de esperar y respetar los distintos procesos por los cuales pasan niñas y niños al crecer; porque aunque estemos acostumbrados a referirnos al descanso como un ‘tiempo perdido’, en realidad esos momentos son parte fundamental del crecimiento y desarrollo.

De hecho, Zavalloni hace en su texto una analogía con lo que ocurre en la agricultura: “Esperar pacientemente a que un determinado ciclo se cumpla, es característica del trabajo del campesino, de la tierra y del campo. Además, si nos detenemos a pensar, en el campo no existen pausas que no sean fecundas, el tiempo perdido es biológicamente necesario, que a menudo, se llena de actividad de preparación para otros acontecimientos cíclicos como pueden ser la cosecha o la siembra”, detalla.

Las ventajas de saber esperar en el aprendizaje son variadas, y entre ellas podemos mencionar el aumento de la creatividad, ya que al enfocarnos en el proceso se permite más profundidad, y la generación de nuevas ideas; mayor conocimiento, porque al contar con espacio para reflexionar, escuchar, debatir y explorar, se pueden obtener conclusiones más valiosas; y paciencia, virtud que nos permite afrontar de mejor forma los desafíos cotidianos, tolerar la incertidumbre y alcanzar objetivos complejos.

Es momento de replantearnos la forma en que estamos educando a las nuevas generaciones e incorporar dentro de la enseñanza tradicional la comprensión de cuánto vale la lentitud. Uno de los ejemplos más utilizados para poner en práctica esta idea es la creación de huertos escolares, ya que con el crecimiento de frutas, verduras, plantas y flores, los pequeños comprenden de forma didáctica el ritmo de la naturaleza. Y hay muchas más opciones: las evaluaciones diversas, donde se da importancia al proceso más que al resultado final; el aprendizaje colectivo, el cuestionamiento, el debate y el reenfoque de los errores son algunas de las maneras en que podemos dar un giro a la educación.

Lo importante es que nosotros, como adultos, podamos priorizar el valor de la espera y la lentitud, para así dar a los niños y niñas la posibilidad de experimentar estos conceptos, aprender más y mejor.

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Salud mental y naturaleza Martes 06 Junio, 2023 | 06:55
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