En 1964 se estrenó la película “Mi bella Dama”. Basada en el musical cuyo origen narrativo era la obra “Pigmalión” de George Bernard Shaw, quien a su vez se inspiró en el relato de Ovidio. La película fue una producción monumental protagonizada por Rex Harrison (Higgins) y Audrey Hepburn (Eliza Doolitle). Esta historia se fue repitiendo y re-inventando porque resulta ser un relato tremendamente atractivo.

Pigmalión crea una estatua, Galatea, y se enamora perdidamente de ella. Claro, era tal y como él soñaba el ideal de mujer. Su propia creación. Sin embargo, hace unos años, llegó el libro de Bernard Shaw a mis manos. Resulta que la Eliza Doolitle de la obra estaba lejos de ser la mujer encantadora, sonriente y perdidamente enamorada del insoportable profesor Higgins (suena brutal, pero la química de los actores es tremenda).

Y el final, era muy distinto al tono romántico con el que termina la película. Es más, en su epílogo, Bernard Shaw escribe: “el resto de la historia no necesita representarse en escena, y casi no tendría que ser contado si nuestras imaginaciones no estuvieran extraviadas por tantas obras románticas neciamente sentimentales, que nos han acostumbrado a que todo tiene que acabar bien, pese a la lógica y al sentido común”.

Hollywood había transformado y mutilado el espíritu indomable de Eliza Doolittle. Pigmalión, lo hacía de nuevo.

Históricamente, el cine adapta la literatura para sus guiones, lo que se entiende considerando que son dos géneros distantes cuya relación puede resultar muy enriquecedora. Sin embargo, tomé este caso en particular para ejemplificar cómo la figura de la mujer ha sido moldeada dramáticamente en la gran pantalla. Su presencia se reduce, su carácter se ablanda y hay cifras que lo corroboran.

En 1991, y tras el estreno de “Thelma y Louise”, Geena Davis (Thelma) reflexionó acerca de los pocos roles para mujeres reales que habían en el cine. La honestidad total de la película y la buena reacción por parte de la audiencia la llevaron a darle tantas vueltas al asunto, que en 2004 fundó el “Instituto Geena Davis” (en inglés), dedicado a visibilizar la presencia de la mujer en el séptimo arte, tanto en la pantalla como en la industria.

El Instituto de Genna Davis, comenzó a realizar estudios con expertas en temas de género y universidades calificadas para aquello. Fue así como ese mismo año, y con el Instituto recién fundado, se dieron a conocer cifras impactantes sobre esta realidad, como por ejemplo: 7% de los directores, son mujeres y el 19.7%, guionistas.

Otro ejemplo: “Únicamente el 30.9% de los personajes con líneas de diálogo son mujeres”. Más cifras: los personajes femeninos únicamente constituyen el 22.5% de la fuerza laboral de las películas a nivel mundial frente a los personajes masculinos, con una cifra del 77.5%. En los puestos de liderazgo predominan los hombres; únicamente el 13.9% de los ejecutivos y sólo el 9.5% de los políticos de alto nivel son mujeres”.

Cuando Geena Davis, contestó cuál fue la razón exacta por la que quiso crear el Instituto, su respuesta fue que mucha gente se acercó para felicitarla y decirle una frase que se repitió varias veces: “esto cambia todo”.

Al problema de la representación femenina en el cine se suma el movimiento “MeToo”, que evidenció los abusos sexuales en la misma industria. Tanto en la pantalla como fuera de ella, la mujer ha sufrido este tipo de discriminaciones y abusos constantes. Y el mayor avance en la materia es el hecho de que hoy se puede discutir sobre este tema. Si bien eso no es poco, aún queda mucho camino para equiparar años de desigualdad. Ha de esperar que una vez que la presencia de la mujer en el cine sea verdaderamente representativa. Que la historia de Pigmalión y su Galatea sea sólo un mito y no un triste espejo de la realidad.

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Prisioneros de las Redes Sociales Lunes 24 Abril, 2023 | 12:36
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