Al desbloquear la pantalla del celular, no estoy frente a esa ventana de información diversa e infinita (como solíamos definir internet), si no más bien se está ante una prisión que yo mismo construyo a diario.

No recuerdo bien el año, ni dónde fue, pero una de las primeras definiciones que leí sobre “la internet” era: “una ventana al mundo”. Las fronteras ya no existirían. El conocimiento que ofrecía esa ventana era tan diverso e infinito como el universo. Un mundo globalizado. Las posibilidades de ampliar nuestra mirada y horizonte auguraban un futuro prometedor para la humanidad. Ya han pasado varios años desde aquel primer acercamiento y parece ser que todo se redujo a una gran y peligrosa ironía.

Hace unos días una amiga me comentó sobre un movimiento interesante que había visto justamente en internet. Se trataba de una especie de desafío llamado “Disrup Your Feed” (Engaña tu Feed), enfocado principalmente a mujeres y jóvenes adolescentes, seguidoras de la red social Instagram. El desafío parece simple: dejar de seguir perfiles donde se insista en la cosificación de la mujer, o donde los cánones de belleza sigan empujando hacia una perfección inexistente, o donde la superficialidad y la vanidad impidan avanzar en el desarrollo personal.

Posterior a eso, el llamado es a expandir nuestra búsqueda por Instagram y comenzar a seguir perfiles que aporten diversión, empoderamiento, autocuidado, arte, conocimiento y sugerencias realistas, hechas desde el consejo y no el prejuicio. De esta manera, el algoritmo me irá ofreciendo mayor diversidad de perfiles, ideas y pensamientos.

Este experimento, que suma adeptos en distintas partes del mundo, se basa en estudios realizados por organizaciones feministas (@the_female_lead) que arrojan cifras alarmantes: de un universo de 76 mil mujeres encuestadas, un 78% cree que las redes sociales han afectado negativamente en la forma en que ven su cuerpo. Un 75% señala que han impactado negativamente a su salud mental y un 59% cree que sus vidas serían mejores si las redes sociales no existieran.

¿Qué perfiles, personas, sitios, medios, sigues en tus redes sociales? Para efectos de esta situación, bien podríamos desempolvar y actualizar un viejo dicho: “dime a quién sigues en redes y te diré quién eres”. Aunque lo correcto sería: “dime a quién sigues, y te diré en qué te estás convirtiendo”. Nuestros perfiles de redes sociales se alimentan de aquello. Al desbloquear la pantalla del celular, no estoy frente a esa ventana de información diversa e infinita (como solíamos definir internet), si no más bien se está ante una prisión que yo mismo construyo a diario. El universo se empequeñece, los intereses son los mismos, un link me lleva a otro y la información que manejo no me deja ver realmente la diversidad que el mundo ofrece.

Según datos de youtube, el 70% de los videos que una persona consume, son por su misma recomendación. Netflix tiene más de 76 mil géneros y subgéneros para ofrecer, sin embargo al entrar normalmente nos encontramos con un sólo tipo de película y serie. O dos. El algoritmo de Tik Tok, ha querido romper con el llamado “efecto burbuja”, y a modo de responsabilidad ofrece una opción extra que sea variada, sin embargo sigue siendo en base a lo que vemos, a quienes seguimos y lo que compartimos.

¿Cómo se puede romper con este círculo vicioso? ¿Cómo podemos engañar al algoritmo? Creo que la clave está en la curiosidad. No se trata de no saber quiénes son The Beatles. ¿Por qué tendría un joven de hoy en día que conocerlos? Lo interesante es que ese joven, si se los encuentra en algún sitio, revista, radio, dónde sea, tenga la capacidad de preguntarse quiénes son y formarse su propia opinión. ¿Pero cómo vamos a describir nuevos mundos si estamos atrapados en nuestro propio algoritmo? Un círculo vicioso , casi tóxico, una venda que ponemos en nuestros ojos, las anteojeras del caballo.

La curiosidad es todo. La búsqueda de nuevos sitios, de nuevos mundos, va a ampliar este algoritmo ya determinado y lo obligará a ampliar nuestro horizonte de búsqueda. Un ejercicio interesante, especialmente para los más jóvenes, y niños, que comienzan a construir sus mundos en redes. Mundos que en vez de expandirse pueden empequeñecerse.

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