En Chile, una persona de 60 años es considerada una persona mayor. No obstante, quienes viven esa edad, no se asumen como mayores. De hecho, se proyectan activamente al futuro y ven cómo otros, aún mayores que ellos, continúan plenos y vigentes.

La esperanza de vida de una persona que cumple 60 años en Chile, son 27 años. Una cifra equivalente a la suma de toda la infancia y la juventud. Es urgente reevaluar el acuerdo tácito de que a los 60, las mujeres, y a los 65 años, los hombres, se retiran de la vida activa y se van a descansar o ¿alguno se imagina descansando por 30 años? Este imaginario que data de 1952, además de estar anquilosado en una época donde el trabajo mayoritariamente fue físico y desgastante, se creó cuando la esperanza de vida era de 55 años. Ocurrida una revolución demográfica, es vital repensar este período y diseñar roles, quehaceres y propósitos que le otorguen un renovado sentido a esta etapa de la vida.

En el presente, aunque una persona que se jubila está lejos de llegar al final de su vida, en el imaginario colectivo está obsoleto. Solo algunos ejemplos: la señalética vial, donde una persona encorvada y con bastón indica los estacionamientos resguardados para personas de esta edad; nuestro lenguaje cotidiano cuando estamos cansados se nos olvida algo, alguien maneja prudentemente o estamos irritables, decimos “me estoy poniendo viejo”, “maneja como viejo” o “tiene un genio de viejo”.

Al dotar de cansancio, torpeza, falta de memoria y palabras excluyentes, sin asumir el desconocimiento del estado e historia personal de cada persona mayor, nos condiciona al uso del estereotipo y de prejuicios, dando por contado incapacidades, dependencias y minusvalías que marcan mediante “micro-viejismos” cuerpos e identidades. Así, mientras el 63% de la población cree que las personas mayores son dependientes, la realidad es otra: según la Sexta Encuesta Nacional de Inclusión y Exclusión social de Personas Mayores de Senama y U. de Chile, la realidad muestra que la tasa de dependencia apenas llega al 15%.

El daño de los viejismos opera como una profecía autocumplida, pues aumenta la dependencia en las dimensiones sociales, humanas, emocionales y de autorrepresentación. Estas expresiones van estableciendo normas, muchas veces lejanas de las reales necesidades de las personas mayores. Urge, por tanto, una toma de conciencia transversal que colabore en deconstruir y desaprender los macro y micro viejismos, aún más cuando, en 20 años más, las personas mayores seremos el 28% de la población nacional.

Recordemos que hace muy pocos años nos parecía normal y asumíamos que existían trabajos y roles para hombres y otros para mujeres, Hoy, el trabajo remunerado, las responsabilidades del hogar y el cuidado de los hijos, han dejado de depender de un solo género. El movimiento feminista nos lo ha interpelado, encontrándonos permanentemente observando nuestros macro y micro-machismos. Nos hemos vuelto conscientes de ellos y buscamos transformarlos.

Ser parte de un presente consciente y humano, comenzará en nuestra propia revisión personal y luego colectiva. La invitación es rebelarnos contra el status quo que da por sentado, los roles en cada etapa de una vida previamente diseñada. Rebelarnos contra la discriminación que habita en el lenguaje, en las formas y en las instituciones. Busquemos un nuevo encuentro intergeneracional que nos permita hacernos cargo del presente y pactar un trato digno para las personas mayores que son y seremos.

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