El turismo, entendido como un fenómeno social, cultural y económico, que consiste en la práctica de trasladarse hacia un lugar con la finalidad de distraerse y adquirir nuevas experiencias, ha supuesto una de las revoluciones más importantes del siglo XX y parte integrante de la llamada cultura de masas. Sin embargo, el turismo como práctica cotidiana se consolidó luego de un lento pero progresivo desarrollo histórico, en el cual participaron el Estado, empresarios, comunidades locales y los propios turistas.

Los primeros pasos

Si bien el turismo hacia fines del siglo XIX era una práctica propia de las elites, a comienzos del siglo XX diversas organizaciones de la sociedad civil y, luego el Estado, ayudaron a extender estas prácticas al resto de la población. En el contexto de las fiestas del centenario de 1910 se publicó la primera guía de turismo llamada Manual del viajero en el interés de las autoridades por proyectar la imagen de Chile como una nación moderna.

Las asociaciones de automóviles jugaron un papel importante en la demanda por el mejoramiento de las carreteras y valorizar los entornos naturales para aprovechar el tiempo libre que ofrecían los fines de semana. Por su parte la Empresa de Ferrocarriles del Estado participó en la creación en 1926 de la Asociación Central de Fomento del Turismo y en 1932 comenzó a editar la revista de turismo Guía del Veraneante y en 1933 En Viaje, las que ayudaron a modelar una forma de entender los atractivos turísticos y valorar los diversos paisajes de los que disponía el país.

Día del turismo
Portada Revista En Viaje, N°1, 1933 | Memoria Chilena

En 1929 se promulgó la primera Ley de Turismo que permitió la creación de un Departamento responsable del fomento e inspección de las actividades turísticas. Esta burocracia del turismo llevó a cabo las primeras iniciativas de promoción de Chile en el extranjero, destacando en especial la región de Los Lagos, la llamada “Suiza chilena”.

Durante la década de 1930 se llevaron a cabo importantes medidas de fortalecimiento de la infraestructura de servicios, en especial con la creación de hoteles, mejoramiento de infraestructura y de sitios turísticos. En este objetivo ayudó la recuperación económica que experimentó el país a partir de mediados de la década de 1930, luego de la Gran Depresión, lo que permitió acompañar la política turística con importantes inyecciones de recursos. Por ejemplo, y solo a modo ilustrativo, se puede señalar que a partir de 1935 el presupuesto destinado al turismo creció desde los $386.000 pesos anuales, destinados especialmente al pago de sueldos del personal, hasta los $3.400.000 en 1946, lo que incluía un importante ítem destinado a la recuperación de sitios turísticos y propaganda.

En una dimensión más cultural, a partir de la década de 1930 se consolidó un discurso sanitario que promovió el mejoramiento de las condiciones de vida de los sectores populares en un contexto de crisis económica y deterioro de sus expectativas de vida. Los debates en torno al tiempo libre luego de la jornada de trabajo y las vacaciones anuales sirvieron para movilizar una serie de conceptos sobre el ideal sanitario. Si bien la preocupación de las autoridades por el uso del tiempo libre de los trabajadores se remontaba al siglo XIX bajo el concepto de regeneración de la raza que hizo suyo el mutualismo, la discusión de los años 1930 se dio en un contexto histórico donde los trabajadores habían conquistado un conjunto de derechos laborales, entre ellos la jornada de ocho horas en 1924 y las vacaciones anuales de una o dos semanas en el Código Laboral de 1931.

El turismo en la década de 1930

Con el arribo del Frente Popular al poder (1938-1942) el foco del turismo se orientó a la promoción de las primeras colonias vacacionales para obreros con el apoyo de la Confederación de Trabajadores de Chile. El compromiso directo que asumió el presidente Pedro Aguirre Cerda, quien solicitó la formulación de un proyecto que organizara las diversas experiencias en torno a la promoción del tiempo libre, decantó en la creación en 1939 de un organismo dedicado exclusivamente a promover el tiempo libre y la recreación, como fue la Institución de Defensa de la Raza y Aprovechamiento de las Horas Libres. Esta institución ayudó en la construcción de casas de reposo para el término de la jornada laboral creándose durante el Frente popular al menos tres de estas casas. El mismo Ministerio del Trabajo creó en 1939 un Departamento de Recreaciones Obreras, inaugurando colonias obreras de vacaciones en Quebrada Verde, ciudad de Valparaíso, y Lipingue, provincia de Los Lagos, en la cual cientos de trabajadores pudieron disfrutar con sus familias durante una semana de vacaciones.

En 1942, en el marco de la reforma administrativa del Estado que llevó a cabo el gobierno de Juan Antonio Ríos (1942-1946), y que buscaba corregir los efectos negativos del crecimiento inorgánico de la burocracia, se creó la Dirección General de Informaciones y Cultura, la cual integró en el Ministerio del Interior diferentes departamentos responsables del turismo, el ocio y el tiempo libre: el Departamento de Turismo, el Departamento de Extensión Cultural, la Defensa de la Raza y Aprovechamientos de las Horas Libres y la Administración del cerro San Cristóbal y el Zoológico Metropolitano.

Es en la década de 1940 que se amplía la dimensión turística de Chile incorporando una visión más comprehensiva y diferenciadora de los atractivos turísticos del país. De esta forma, durante los años 1940 se buscó realzar la belleza de los paisajes chilenos y destacar la excepcionalidad de los entornos geográficos, con la implicancia en el turismo que resulta de ello. Además, se consolidaron los programas de turismo social ofreciendo pasajes rebajados en ferrocarriles y con una actuación más activa de los Departamentos de Bienestar Social de las empresas.

En la década de 1940 y 1950 los espacios vacacionales como la playa se transformaron en un signo de democratización de los lugares de descanso y esparcimiento en paralelo al avance del turismo de masas. Los balnearios en la zona central del país, como Cartagena y San Antonio, comenzaron a ser visitados por grupos de empleados y trabajadores, permitiendo que accedieran a recreaciones que antaño estaban restringidas a los sectores aristocráticos. Este creciente traslado de turistas al litoral central significó el desarrollo de servicios como restaurantes, hosterías y casas de pensiones, aunque también significó un desafío para las autoridades en ofrecer una red de alojamientos, siendo la Hotelería Nacional, creada en 1944 como corporación público-privada dependiente de la Corfo, la responsable en los años 1940 y 1950 de inaugurar decenas de hoteles a lo largo del país.

Día del turismo
Hotel O’Higgins, Viña del Mar, c.1940 | Biblioteca Nacional

Hacia fines de la década de 1950 el Departamento de Turismo aparecía reducido a una sección del Ministerio de Relaciones Exteriores, sin un peso específico que permitiera justificar su crecimiento burocrático, aunque con un gasto creciente en remuneraciones. Durante el gobierno de Jorge Alessandri (1958-1962) el diagnóstico apuntó a la necesidad de fortalecer la política turística, concentrando en un solo organismo las actividades de promoción e inspección, junto con avanzar hacia un solo cuerpo normativo que regulara las actividades turísticas. Es así como se aprobó en 1960 la creación de la Dirección de Turismo dando forma a un organismo con mayores competencias y funciones.

Los balnearios populares con Salvador Allende

Con el triunfo de Salvador Allende en 1970, el turismo aparece en el centro de las políticas sociales, imprimiéndole un fuerte componente social, tanto que el programa de la Unidad Popular contemplaba dentro de las primeras 40 medidas el desarrollo del turismo social y los balnearios populares, en específico en la medida 29. En este contexto se inauguraron balnearios populares en las localidades de Tongoy, Peñuelas, Los Queñes, Las Cruces, Santa Domingo, Tejas Verdes, Puchuncaví, Loncura, Curanipe, Lota, entre otros. La selección de los veraneantes supuso un proceso participativo de postulación de los trabajadores y pobladores mediado por las organizaciones comunitarias –centros de madres, clubes deportivos y sindicatos– y bajo la coordinación de la Consejería Nacional de Desarrollo Social y la CUT. La Consejería seleccionaba e inscribía a los grupos de veraneantes, en coordinación con las Juntas de Vecinos y Centro de Madres y, por otra parte, seleccionaba los equipos de monitores encargados de dirigir las actividades de niños y adultos. Además, organizaba las presentaciones de grupos artísticos y culturales que recorrían los diferentes balnearios populares. La CUT también participaba de la selección de los veraneantes, registrando entre sus sindicatos afiliados la nómina de los trabajadores que participarían del programa.

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Fotograma de la película Un verano feliz, documental de promoción sobre los balnearios populares | Un verano feliz, 1972

El turismo entre la dictadura y la actualidad

En septiembre de 1973 el golpe de Estado supuso en materia de gestión pública la exoneración de miles de empleados y la intervención de ministerios e interrupción de programas, entre otras medidas. La política turística del país, que se había venido construyendo con altibajos desde fines de la década de 1920, se vio interrumpida hasta su reestructuración con la creación en 1975 del Servicio Nacional de Turismo. Los balnearios populares promovidos durante el gobierno de Salvador Allende fueron cerrados, siendo algunos de ellos utilizados como lugares de detención, lo que significó el término del programa de turismo social.

Con el retorno a la democracia, Chile buscó reinsertarse en el escenario internacional, siendo el turismo fundamental para construir una imagen hacia el exterior. Los chilenos se acostumbraron a viajar a destinos como Buenos Aires, Varadero, Punta Cana, Cancún y Miami, mientras que el arribo de turistas extranjeros aumentó constantemente a partir de los años 1990, como los argentinos, brasileños, norteamericanos y europeos.

El año 2010 se promulgó la más reciente ley de turismo en Chile denominada “Del sistema institucional para el desarrollo del turismo”, la cual sentó las bases institucionales para pensar las actuales políticas turísticas, con fuerte presencia del Estado y la empresa privada como colaborada. Con ello se creó una Subsecretaría de Turismo que vino a ampliar la capacidad de gestión del antiguo Servicio Nacional de Turismo creado en 1975.

La propuesta de Nueva Constitución emanada de la Convención Constituyente reconoció en el artículo 91 el derecho al ocio, descanso y tiempo libre promovido por diversas entidades sociales y gremiales, fiel reflejo del estatus que ha adquirido en la actualidad el disfrute del tiempo libre y las vacaciones como parte constitutiva de la sociedad de bienestar. En términos económicos, el turismo aporta hoy cerca de un el 3% del PIB, con un ingreso de turistas al país que antes de la pandemia bordeaba en promedio los cinco millones de personas por año. El desafío actual en el desarrollo del turismo es consolidar una institucionalidad moderna que apoye la actividad, profesionalizar la industria turística a través de los diversos institutos y universidades dedicadas a la formación, así como lograr diferenciarse en un mercado internacional de viajeros cada vez más exigentes.

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