El viernes 3 de junio el profesorado se sobresaltó con una noticia impactante: un docente del Servicio Local de Educación Pública de Barrancas sufrió un choque eléctrico al cerrar un portón de su escuela, ubicado justamente en el área donde circulan los estudiantes más pequeños que concurren a dicho establecimiento.

Si bien el docente logró sobrevivir a la fuerte descarga eléctrica, la situación reviste la mayor gravedad, porque se trata de un serio accidente laboral en un lugar que por su naturaleza debería brindar las mayores condiciones de seguridad para el alto número de personas que ocupa diariamente el espacio: cientos de estudiantes, maestros y trabajadores de la educación.

Al ahondar en las causas de la severa descarga eléctrica, la estupefacción no hace más que aumentar: la raíz del choque energético está en las precarias condiciones de infraestructura de la escuela, que tiene su sistema eléctrico montado básicamente sobre una interminable red de alargadores, enchufados unos con otros y que el cuerpo docente ha denunciado desde hace más de ¡tres años!

Sí, como se lee: desde ¡antes de la pandemia! que el profesorado de esa escuela viene denunciando ante las autoridades del SLEP local la urgente necesidad de poner atajo a la mala red eléctrica del establecimiento y hasta el día de hoy no hay soluciones.

Lo dijeron antes de la pandemia, pasó toda la nefasta gestión del Ministro Figueroa y sus inconducentes llamados a clases presenciales sin condiciones para ello, pasaron los supuestos arreglos en las escuelas, llegó un nuevo Gobierno, se anunciaron planes de recuperación de infraestructura y todavía en la Escuela Finlandia de Pudahuel esperan tener algo tan elemental como un sistema eléctrico que no electrocute a las personas.

Los docentes lo dijeron hace tiempo y este viernes sucedió, por suerte sin consecuencias fatales. ¿Pero mañana qué?

Esta peligrosa situación sucedida en el territorio del SLEP Barrancas ilustra con gravísima certeza todas las demandas que como Colegio de Profesoras y Profesores hemos levantado en torno a la infraestructura de las escuelas de todo Chile: vivimos una crisis de condiciones materiales en los establecimientos educativos.

En Pudahuel es el sistema eléctrico; en la Región de La Araucanía son las ventanas sin vidrios en el corazón del Sur del país, con sus bajísimas temperaturas; en Quinta Normal son las aulas con goteras que inundan las salas; en la Región del Bío Bío son los pabellones completos inutilizados porque se llueven.

Los ejemplos se cuentan por decenas y confirman la urgente necesidad de tomar medidas fuertes, inmediatas y contundentes al respecto. Se trata, en definitiva, de terminar con el abandono de la Educación, especialmente en su faceta más concreta y material, aquella donde se juega algo tan elemental como que nuestros estudiantes y docentes puedan estudiar sin frío y sin el riesgo de electrocutarse. Pero se trata de hacerlo ahora, ya, con la urgencia debida.

En los medios se habla de la violencia escolar, pero se mencionan poco estos casos. ¿Y acaso electrocutarse en la escuela donde se trabaja no es violento? ¿si esto no es violencia, qué es? Si hoy se electrocutó un profesor ¿mañana qué?

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