Es inevitable analizar los factores asociados a los aprendizajes, distintos estudios avalan y destacan la importancia de la representación que los docentes tienen respecto a estos procesos en sus alumnos. El autoestima, la motivación y la dinámica escolar, dependen única y exclusivamente de las acciones de los profesores y cómo proyectan el aprendizaje en sus estudiantes. Las formas de pensar constituyen una variable en los modelos de calidad y de gestión de las escuelas, transformándose en clave y relevante.

Diversas investigaciones demuestran que los profesores que tienen bajas expectativas acerca de la posibilidad que posee un estudiante de aprender, tendrán prácticas y orientaciones de acción que no estimularán a los alumnos a obtener mejores logros, llevándolos a una especie de clasificación y perpetuando una condición constante de base inicial.

Desde otra mirada, se observa que los profesores que apoyan a sus estudiantes y creen que puedan tener un buen desempeño, logran alcanzar, por lo general, los objetivos propuestos. De esta manera, podemos evidenciar lo relevante que se suscita si el docente posee una labor motivante. Así es como se transforma en un agente clave para el desarrollo de los estudiantes, siendo impulsor o también detractor de las habilidades que debe desarrollar cada uno de sus estudiantes.

De acuerdo a lo anterior, podríamos afirmar que el problema se reduce a las expectativas y aspiraciones que los profesores tienen acerca del futuro de sus alumnos. Desde esta perspectiva rápidamente se llega a concluir que el problema se orienta en el pensamiento y en las actitudes que posee el docente como individuo y actor principal de agente de cambio. De ello se desprende que a partir de su propio convencimiento y motivación hacia los demás, podrán observarse posibles cambios a situaciones que determinan al aprendizaje de cada uno de sus estudiantes.

Ahora bien, desde la perspectiva de las representaciones sociales el problema es más complejo en relación a cómo se observa el mundo educacional, puesto que la orientación que posee cada individuo/estudiante es particular. No se pueden dejar de lado los contextos al momento de enseñar, siendo esta premisa tarea clave en cada uno de los docentes como orientadores del fin último que tiene la educación para provocar cambios favorables en la conducta de los alumnos, independiente de las expectativas que éste tenga y de las potencialidades que presente cada uno de los educandos.

En efecto, el discurso y las prácticas de los profesores sobre los aprendizajes de sus alumnos se producen desde un sistema de referencia construido. En otras palabras, las expectativas y aspiraciones expresadas por los profesores forman parte de una teoría y representación social compartida y que se realiza en las interacciones cotidianas que los profesores tienen en su contexto escolar.

Rolando Molina Martínez
Doctor En Ciencias de la Educación
Académico de la Escuela de Educación Universidad Pedro de Valdivia

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