Un candidato como Gabriel Boric podía ser elegido. Una Comunista como Jeannette Jara, parece que no. En la capital del capitalismo, Nueva York elegían a un alcalde socialista tildado de comunista por el presidente Trump. Chile está todavía férreamente atado al legado anticomunista del Genearca Pinochet. El presidente Trump lo habría invitado a la Casa Blanca.
La elección presidencial de segunda vuelta en Chile ha ocupado un lugar destacado en la prensa mundial desde hace varias semanas. La tensión en torno a la situación de Venezuela y la posible invasión de Estados Unidos en ese país, también ha sido un acicate para que el ámbito periodístico internacional centre un poco más de lo habitual su mirada hacia el Cono Sur del hemisferio occidental.
El Hindustan Times, un respetado y señero periódico de la India, informa sobre la contienda entre Jara y Kast como la disputa entre el cristiano Kast y la comunista Jara. Un ángulo no despreciable más allá de las diferencias ideológicas.
En general, la mayor parte de la cobertura mundial en la que pude escudriñar, el enfoque del análisis, más allá de aparecer como la elección entre una izquierdista (Jara) y un derechista (Kast), eludieron referirse con mínima profundidad a la legitimación del legado de Augusto Pinochet y sus 17 años como dictador y presidente de Chile, en la política nacional.
Genearca
Veamos un poco las raíces de este legado a partir de un libro fundamental escrito por Pinochet, dictador militar y político como Juan Manuel de Rosas y Juan Domingo Perón en Argentina. Sin establecer comparaciones entre ellos, la similitud consiste en haber dejado un legado de ideas políticas acerca del objetivo de gobernar y el cómo se debe gobernar una nación.
Pinochet dejó un legado que es indiscutible. Está muy bien caracterizado en su libro “El Día Decisivo”, que posee la singularidad de sobrellevar una idea mesiánica a partir de cómo el autor privilegia su apellido paterno y no su nombre completo, con el imperial Augusto y la sonoridad de Ugarte.
Hubo muchas ediciones de este libro. Sin embargo, en la tercera edición, publicada por la Editorial Andrés Bello en 1982, el apellido que para algunos flagela y para otros salva, es la primera palabra que se observa en la portada.
La idea de ser líder y formar un movimiento siempre estuvo presente y la intención de sacralizar el apellido para que no se olvidara jamás era manifiesta desde hace mucho tiempo, según el autor de “El día decisivo”. Quedaba la sensación de instalar en la conciencia de los chilenos la marca indeleble de un nuevo Genearca: A.P.U., líder del anticomunismo en el Tercer Mundo.
El contexto político de Chile, a partir de Pinochet, está marcado por un accidentado proceso de reconstrucción de la democracia, a su vez presionado por la permanente amenaza de la intervención de las FF.AA., lo cual debilitó la reestructuración de los propios poderes del Estado.
En lo estrictamente inherente a Chile, el país se ha entrampado en su propio circulo vicioso producto de detentores de poderes que no han deseado ceder, y “aspirantes” a esos poderes imposibilitados de actuar en forma eficiente bajo la presente ordenación de los poderes del Estado.
El funcionamiento del Estado, además, por más de cuatro décadas, se ha visto presionado por un elemento externo que, cuando se transfirió el poder de los militares al presidente Patricio Aylwin, el 11 de marzo de 1990, no existía: el nuevo tipo de demandas de un sistema político internacional que intervenía cada vez más en los ámbitos internos de los países.
Hoy día existe una visión generalizada de que ese sistema político internacional, con un marco jurídico mundial que, por ejemplo, permitió el arresto de Pinochet en Londres el 16 de octubre de al año 1998, está debilitado, o simplemente dejó de existir.
Está siendo reemplazado o cooptado por el poder económico o bélico de potencias de alcance mundial o regional que intervienen en los países a su antojo.
Ese arresto representaba una de esas demandas actuando a través de un nuevo marco jurídico de derecho internacional en gestación, que no estaba consolidado. En ese plano, Chile y su Estado, con los mecanismos de participación de su ciudadanía y los instrumentos con que contaba fueron ineficaces para absorber esa demanda jurídica mundial de un nuevo orden internacional basado en los derechos humanos.
Portales
Formar o tener genearcas sería un sine qua non para que los países avancen, según el distinguido político chileno C. Walker Martínez;. “Todos los pueblos de la tierra… tienen un legislador o un guerrero, o un estadista que los ha creado o redimido (Portales 1879)”. Para él, Diego Portales, pertenecía a esta categoría de grandes hombres y lo consideraba el refundador de la nación. Esta idea se ha instalado en el archivo histórico y se ha incorporado en una buena parte de la conciencia nacional.
El candidato presidencial Ricardo Lagos, en el discurso de clausura de su primera de lo campaña para las primarias que venció holgadamente, invocó emotivamente el nombre de Portales como parte de la memoria política republicana del país.
El tema Portales ha sido motivo de considerable análisis y revisión histórica, especialmente a partir del funcionamiento de la Constitución de 1980 y el grueso de los que argumentan que el personaje reconceptualiza la noción de Estado y la maquinaria del aparato público sobre el cual el país debía funcionar. En suma, Portales respondería a esa categoría de genearca, o sea “la cabeza, el principal de un linaje”.
La idea central de rescatar el legado de Portales durante el período de reconstitución del régimen militar, era asociar la administración regenerativa con la de Augusto Pinochet, que también cumplía un rol de regeneración del Estado, y la idea no era descabellada. Augusto Pinochet Ugarte, como otro genearca en el linaje y la continuidad de grandes hombres que transforman a las naciones, era la idea de asociarlo a Portales.
Así como C.W. Martínez avala a Portales, en 1879, el Teniente-Coronel Molina Johnson en un documentado libro destaca en 1989 que las palabras del general Pinochet “reflejan el sentido de la verdadera revolución que en lo político se ha materializado durante su mandato, realización que a la fecha no ha sido considerada con el valor que se merece. Una Revolución Silenciosa donde señala los factores que han hecho posible las profundas transformaciones de la sociedad chilena en la última década, atribuidas principalmente a un ambiente que ha favorecido la iniciativa individual, la creatividad, la innovación, la audacia y la capacidad empresarial”.
“En consecuencia -continúa Molina Johnson-, no cabe dudas que es allí donde reside el baluarte definitivo de todo lo logrado no solo en la última década, sino a lo largo de las distintas etapas de la gestión del presidente Augusto Pinochet Ugarte, en cuyo transitar se ha conseguido edificar una sociedad libre, ordenada, justa y moderna en la que se han manifestado, progresivamente, aquellas condiciones que exige la efectiva práctica de la política en su sentido cristiano occidental”.
Estamos en presencia de la instalación de otro genearca, pero con una gran diferencia con Portales: en este caso el entramado de su autoritarismo respondía a resortes civiles; en el caso de este nuevo genearca, estábamos en presencia de la instalación de por vida, según la Constitución de 1980, de la acción de las FF.AA. en la política: “La nueva institucionalidad requiere de FF.AA. conscientes de sus responsabilidades políticas, las que deben ir orientadas a la gran política, entendida esta como la natural preocupación por alcanzar el bien común, dentro de los valores propios de la chilenidad” (A.P.U, 23 de agosto de 1988).
La idea de un genearca estaba lanzada y lo refleja su libro capital. Sin preámbulos es el seco título del prefacio del libro “El día Decisivo: 11 de Septiembre de 1973”. En el epígrafe aparece la frase llena de misticismo y candor mesiánico: “Señores Generales, la patria está por sobre nuestras vidas”. Firmado nuevamente en forma escueta: A.P.U.
Esa figura de Genearca se valida por el ascenso de políticos que reivindican la figura política de Pinochet frente al accionar de un Estado fragmentado y carente de políticas que le hagan frente a los cambios que han ocurrido en el sistema político internacional de una globalización que comienza a exigir otros “costos” de la integración, ahora en el plano de los derechos ciudadanos, algo menos tangible que los dividendos de la integración económica.
Derechos Humanos
El cliché recurrente de que el país está dividido por una divergente interpretación de la historia, no ha contribuido a develar el problema estructural de gestión que está centrado en los instrumentos institucionales con que el país cuenta para resolver situaciones creadas por un cambio jurídico sustancial en el sistema de relaciones internacionales, para el cual el país ha demostrado no estar preparado.
Los poderes del Estado probablemente aplican individualmente con corrección sus mandatos; sin embargo, el accionar de cada una de esas partes no ha logrado conformar un todo coherente e integrado. Se ha observado un aparato estatal que improvisa, desprovisto de una política de Estado en materia de a Derechos Humanos y de información uniforme y acabada en cuanto al estado de las leyes en el marco internacional respecto a este tema.
Esta demanda de cambio en el contexto de leyes a nivel global puede ser más crucial que las crisis cíclicas a que el sistema del capital transnacional está acostumbrado a absorber. Aquellas demandas –las de los derechos que son monetariamente más intangibles en el corto plazo- se instalan en el corazón mismo de un país que es su ethos de ciudadanía, en fin, su cultura.
No es por unos dólares más o dólares menos que un país compra ciudadanía o un ethos histórico nuevo. Se supone que, con una balanza de pagos sana y un cierre de cuentas anual equilibrado, las ciudadanías en los “territorios-negocios” -en que se han convertido hoy los estados-naciones- tienen expectativas de construirse con mayor fluidez. Con todo, respecto a esta demanda proveniente del ethos universal que se trata de construir en torno al eje de los derechos humanos, el país no ha sido capaz de absorber tal demanda.
La prueba más clara en ese período del arresto, es que el liderazgo más visible del país que es su Gobierno, – Chile era gobernado por el expresidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle-, por una evidente presión militar, insistió en suspender el arresto a toda costa, invocando como válido cualquier medio que hiciera regresar al exgeneral. Eso reflejaba desesperación producto de la ausencia de una política.
Hoy, ese mismo presidente, quizás en una versión ultra pragmática, para que el país no se desestabilice con la llegada de Kast al poder, le da su apoyo al candidato republicano, en momentos clave del periodo pre eleccionario.
Velar por los derechos humanos es un clamor que aparece y desaparece en forma extraña y tardía a veces, para hacer valer los tratados internacionales de protección del género humano, un principio fundamental de la fe religiosa y que hoy es mucho menos relevante que una mercancía que delira en los computadores de las Bolsas.
Esa fiebre europea en pro de los DD.HH., no está exenta de los elementos estructurales de una cultura de la expansión que caracterizó a la esencia del colonialismo de los siglos XIX y XX. Expandir normas de derecho internacional para la protección de los derechos humanos globalmente no constituye una transferencia de los países más avanzados hacia el resto del mundo, sin que se demande algo en retorno.
La moneda de cambio deberían ser políticas de gobernabilidad en cada nación, que encajen en ese nuevo marco jurídico internacional que está principalmente orientado a crear zonas de estabilidad para el desarrollo del libre mercado amplio y sin restricciones.
Globalización
Desde hace algún tiempo, las reglas del juego de la globalidad implican un grado de uniformidad de Gobiernos y de Políticas a nivel de los países dado que el proceso de globalización, desde hace tiempo, apunta a desarrollar una sola unidad económica a nivel mundial.
Asimismo, la seguridad Global persigue un sistema de gobernabilidad global, basado en un sistema único de protección o de seguridad global. En un libro Paul Diehl señala que “las Organizaciones Internacionales (con la aprobación de los Gobiernos), están todavía empeñadas de cómo absorber las demandas del nuevo ambiente global emergente, y están en la búsqueda de la mezcla ideal de estructuras organizacionales, de procedimientos y estrategias para abordar los desafíos de seguridad que ahora enfrentan”.
Se señala en la misma fuente que las funciones de Paz de la ONU en los años 80 estaban prácticamente moribundas, y “que la OTAN es la mejor alternativa para la seguridad de Europa.” (C.L. Glasser) Con el estallido de la guerra en los Balcanes en 1999, esa tesis se ha comprobado y por implicancia se hace extensiva a que la seguridad global debe estar a cargo de una fuerza única.
Hoy, con la guerra en Ucrania y el ascenso de Donald Trump al poder en la Casa Blanca, la idea de una fuerza global de seguridad vuelve al tapete de la discusión y ya era planteada en los años 70 con el advenimiento más consolidado de las corporaciones globales modernas.
A. W. Clausen del Bank of America entonces y que después encabezó el Banco Mundial señalaba que: “La expansión de esta nueva conciencia de la globalización ofrece a la humanidad quizás la última chance real (existe una ansiedad un tanto apocalíptica) de construir un orden mundial que sea menos coercitivo que el que ofrece el Estado-Nación”. Por cierto, no está refiriéndose al Estado-Nación de su país que es el país madre de las corporaciones globales.
Jacques Maisonrouge (Presidente de la IBM) señalaba que el mundo de las corporaciones globales necesita de una contraparte, una especie de entidad tripartita compuesta por miembros de la fuerza laboral, el Gobierno y la representación de compañías transnacionales, quienes sentarían las bases de las nuevas reglas del juego (Barnett/ Müller, 1974).
En ese tiempo ya se pensaba que Naciones Unidas podría ejercer un rol de contraparte global y que al mismo tiempo operara como un brazo armado a nivel global para mantener paz y seguridad a nivel Global. Sin embargo, había reservas por la cantidad de representatividad de países subdesarrollados en las Naciones Unidas y también por las características del Consejo de Seguridad de la ONU que nunca han tenido el beneplácito de las corporaciones transnacionales.
Mundialización
El mentado nuevo orden mundial no aparece con las características señaladas al comienzo de la debacle del poder soviético. El segundo supuesto es la vigencia de estructuras remanentes del colonialismo sociocultural y económico, que se esconde detrás del fenómeno de la globalización. Naciones Unidas llama extrañamente a ésta, “mundialización”. Esto se debe a dos razones.
Primero para esconder las aún existentes estructuras subdesarrolladas de los países que han pertenecido al circuito colonial en este siglo y en el siglo anterior.
Un ejemplo concreto -y regresando al exgeneral convertido en Genearca que es arrestado- es que Pinochet también es “víctima” de los sistemas constitucionales y jurídicos arcaicos y caducos con resabios del siglo pasado y de las estructuras coloniales. Los enclaves de pobreza y subdesarrollo en varios países son analizados por las agencias internacionales del desarrollo como problemas históricos endógenos, desvinculándolos cada vez más de los problemas de origen que están en el legado colonial.
Chile no escapa a este fenómeno, y allí reside un defecto conceptual peligroso. Chile en su cultura de análisis se siente muy distante de países como Guatemala y Bolivia. Para qué hablar de países africanos y asiáticos. Chile aún no toma consciencia de esta trampa conceptual.
En segundo lugar, el concepto mundialización es preferible al de globalización porque éste último tiene varias contaminaciones, la principal es la de originarse en el mundo de las corporaciones transnacionales con el fin de globalizar los mercados: hacer del globo un solo mercado planetario. Mundialización responde a la retórica de Naciones Unidas que hace posible un marco más amplio de acomodos.
El tercer supuesto es el descalabro intelectual que provocó el desmantelamiento del bloque de poder que proporcionaba la contención al poder omnipotente de hoy -EEUU- y su expresión subsidiaria que es la Comunidad Europea de países (C.E.) Hoy, por ausencia de ese aparente equilibrio, que sostenía la ex Unión Soviética y sus aliados, este mono-poder avasalla.
Se trata de una visión que es generalizada y que empieza a preocupar en la misma comunidad europea a raíz de la guerra en los Balcanes, confirmada por la arremetida de Israel contra el pueblo palestino en Gaza y por la guerra en Ucrania. Se había cumplido uno de los objetivos de la Comisión Trilateral establecida en 1973, que es la de construir una asociación de las clases dirigentes de Norte América, Europa Occidental, y Japón (de allí el concepto de Trilateral), para proteger los intereses del capitalismo occidental en un mundo explosivo.
El desaparecimiento de una constelación de países de Europa Central, África y Asia, unidos bajo la idea de formar sociedades con opciones diferentes a las del capitalismo desatado y con absoluta gestión a través del libre mercado, es un shock cultural del cual la producción intelectual de más de un siglo de ideas no capitalistas aún no se recupera.
No se desmantelaba un sistema mal administrado con expectativas y expansión desmedidas. Se desmantelaba además una forma de conceptualizar y un método de análisis, para montar una alternativa a un sistema que se comprueba más y más como costoso y menos eficiente de lo esperado, y, sobre todo, uno que por definición no puede distribuir la riqueza. Además de pretender hacer sobrevivir a un capitalismo que arrastra una deuda gigantesca de más de 250 trillones en US dólares respecto al producto mundial de la economía. (Cifra FMI).
Legado militar
La idea de un legado militar que se mantiene incólume parece exagerada para describir la situación. La prensa internacional, deliberadamente o no, no ha reparado en lo que está sucediendo en Chile después de las manifestaciones estudiantiles de la década de 2010 y del estallido social de 2019.
El concepto de legado militar, a partir de la figura del Genearca para varias generaciones de políticos chilenos, que ha desempañado Pinochet en vida con especial astucia y que han estimulado sus fieles seguidores, está representado en forma culminante por José Antonio Kast.
El concepto ya está instalado Chile por un tiempo por ahora indefinido, y seguirá siendo el país de un estado en continua fermentación política del legado militar que introdujo Pinochet con sus seguidores en los diferentes ámbitos del quehacer nacional.
Un candidato como Gabriel Boric podía ser elegido. Una Comunista como Jeannette Jara, parece que no. En la capital del capitalismo, Nueva York elegían a un alcalde socialista tildado de comunista por el presidente Trump. Chile está todavía férreamente atado al legado anticomunista del Genearca Pinochet. El presidente Trump lo habría invitado a la Casa Blanca.
Enviando corrección, espere un momento...
