Un debate más que conmueve hoy a la sociedad chilena y que también parece mal enfocado es este: ¿Cómo ha de entenderse el golpe de estado del 11 de septiembre de 1973, del que se cumplen cincuenta años?

Las respuestas a esta pregunta se agrupan, gruesamente, en dos posiciones: la de su justificación y la de su evitación.

JUSTIFICACIÓN

Antes de entrar al fondo, conviene despejar un punto: aún hay quienes otorgan a los hechos del 11 de septiembre la denominación de “pronunciamiento”, como si quisieran darle a esos hechos la naturaleza de una acción virtuosa y eludir la carga viciosa comúnmente asociada a la expresión “golpe de estado”. Sin embargo, no se percatan de que es fácil decirles que, efectivamente, las Fuerzas Armadas y de Orden se “pronunciaron” ese día… con un golpe de estado. Y así queda en nada el propósito de eludir la carga negativa de este concepto.

Como es obvio, el verdadero asunto del debate no está en cambiarle el nombre al acontecimiento. El fondo del asunto se plantea con una pregunta: ¿se justificaba el golpe de estado o, por el contrario, era evitable?

Quienes sostienen que el golpe se justificaba son, en general, personas de derecha y fundan la justificación en acciones del presidente Allende y su gobierno que aprecian como insanablemente no democráticas. Pero esta apreciación no sólo es discutible, sino que suele ser contestada, desde la otra vereda, con el argumento de que la derecha empezó a socavar la democracia prontamente después de la elección del senador Allende como presidente de la República el 4 de septiembre de 1970.

Lo que el debate muestra hoy en el país es que esa discrepancia no se ha resuelto en cincuenta años y, probablemente, no se resolverá en un futuro próximo. Sin embargo, y aún si se estima necesario reducir la discrepancia, ella no elimina la necesidad de interrogarnos sobre el golpe de estado en sí mismo: si en el país había una crisis social y política hacia septiembre de 1973, sobre lo que hay un cierto consenso, ¿se justificaba solucionarla con un golpe de estado?.

Hasta hoy, la respuesta en la derecha ha sido afirmativa, pese a que resultan evidentes e ineludibles (ahora y hace cincuenta años) las consecuencias de una violenta captura del poder por parte de las Fuerzas Armadas y de Orden: esto es, mantener el poder por la violencia y alcanzar los objetivos trazados, cualesquiera fuesen estos.

La lenta toma de conciencia en sectores de la derecha sobre las atrocidades que se cometieron entre el 11 de septiembre de 1973 y el 11 de marzo de 1990 los ha llevado a condenar las violaciones a los derechos humanos, pero a mantener la justificación del golpe.

Es un avance valioso; sin embargo, la siguiente pregunta que estos sectores deberían responder es esta: ¿en qué momento parten las violaciones a los derechos humanos que hoy condenan?, ¿el mismo 11 de septiembre?, ¿el miércoles 12, estando el país bajo el control absoluto de las FF.AA. y de Orden?, ¿después?

EVITACIÓN

Quienes sostienen que el golpe era evitable son, en general, personas de izquierda y suelen fundar su argumento en las siguientes razones: primero, que el país enfrentaba la posibilidad de una guerra civil o un golpe de estado, derivaciones de la crisis que era necesario y posible evitar; segundo, que el presidente Allende había llegado a la conclusión de que había una salida política para la crisis que detuviera a tiempo la derivación hacia cualquiera de esas perspectivas, decantándose por llamar a un plebiscito (decisión cuyos términos exactos no se alcanzaron a conocer, pero que habría desencadenado anticipadamente el golpe); y tercero, que lo que finalmente aconteció (el golpe) produjo horrores inexcusables.

De nuevo, antes de entrar al fondo del asunto conviene considerar un antecedente: la sublevación del Blindado N° 2, el 29 de junio de 1973, condujo, una vez superada, a la apertura de conversaciones entre el presidente Allende y el presidente de la Democracia Cristiana, senador Patricio Aylwin. Sin embargo, este diálogo se cortó cuando no se pudo incorporar personalidades de ese partido a algunas posiciones importantes en el gabinete ministerial.
Aunque hacia fines de julio de 1973 Allende hubiese estado dispuesto a aceptarlo, no fue posible allanar las condiciones necesarias para que la Democracia Cristiana y la Unidad Popular se avinieran a semejante movida en el tablero.

Dicho eso, volvamos al asunto de fondo: es decir, ¿era realmente posible una solución política de la crisis y, en consecuencia, era evitable el golpe?

Quienes responden que el golpe era evitable, porque sí era posible la solución política de la crisis, debieran en seguida responder la siguiente pregunta: ¿Qué solución política estaban dispuestos a aceptar? Y si la indagación se lleva más allá, pensando en lo que se apuntaba a evitar, es decir, el golpe de estado o la guerra civil, la pregunta a responder podría ser esta: ¿hubieran estado dispuestos a aceptar a principios de septiembre lo que no había parecido aceptable después del 29 de junio?, ¿hubieran estado disponibles, por ejemplo, para convenir el fin del gobierno de la Unidad Popular, tal como era hasta entonces, y la conformación de una suerte de gobierno de unidad nacional, con una importante presencia de personalidades de la DC, que se propusiera llamar a elecciones presidenciales en un plazo de seis meses?.

Solo cuando la izquierda esté en condiciones de contestar preguntas como esas y la derecha sea capaz de responder entre qué fechas se sitúa la violencia desencadenada por las FF.AA. y de Orden que ella justifica, la sociedad chilena podrá avanzar hacia un consenso que se exprese en el rechazo del golpe de estado.