Asistió al colegio sólo hasta 5º básico. Se crió en un entorno familiar ligado a la delincuencia. De hecho, su madre y la pareja de ésta permanecen recluidos en la cárcel de Chillán, imputados por cargos de narcotráfico. Estos son algunos de los antecedentes de Bastián López Reyes, el joven de 19 años que la noche del domingo fue acribillado en la entrada de su domicilio en Conchalí, a consecuencia de un presunto “ajuste de cuentas” entre bandas rivales.

Pocos podrían imaginar sin embargo que este homicidio se convertiría en símbolo de la guerra que están librando Carabineros y el Gobierno para controlar los llamados “narcovelorios“, manifestaciones de fuerza de los grupos delictuales en sectores residenciales de la capital, quienes despiden a sus miembros asesinados con un despliegue de armas, disparos, música a todo volumen e incluso fuegos artificiales, para demostrar que son ellos quienes mandan en estas zonas de la ciudad.

La muerte de Bastián López -miembro del clan de los Reyes, liderado por su madre- no fue distinta de otros casos ocurridos este año. Recibió 10 impactos de bala desde un vehículo en movimiento mientras se encontraba en la puerta de su casa, en la población Santa Inés de Conchalí. Los tiradores huyeron a toda velocidad, mientras “El pollito” -como le apodaban- era auxiliado por sus familiares, quienes lo trasladaron al Hospital San José. Pero fue en vano.

Así comenzaron tres días (y noches) de fiesta, música y disparos en las calles donde residía, obligando a la intervención de Fuerzas Especiales y el GOPE de Carabineros para reprimirlos. Aunque hubo 6 detenidos, sus familiares continuaron desafiantes los “festejos”, dejando en medio a un grupo de vecinos que, atemorizados, contemplan como ni siquiera el Estado de Chile parece tener jurisdicción sobre estas zonas controladas por bandas criminales.

Un funeral que cruzó 4 regiones del país

Rodrigo Pino | RBB
Rodrigo Pino | RBB

Para Bastián López, la escuela fue una etapa tan breve como su propia vida. Cursó hasta 5º básico en un colegio particular de Conchalí, repitió de curso y luego decidió abandonar sus estudios, como demuestra su certificado de escolaridad en el Ministerio de Educación.

Aunque no tenía antecedentes penales, toda su existencia giró en torno a la delincuencia. Su madre, Johana Reyes Mardones, se encuentra detenida desde enero de 2018 junto a su pareja, Alex Villagrán, en el centro de cumplimiento penitenciario de Chillán, luego de que el OS-7 los interceptara a ambos con más de 2 kilos de cocaína y marihuana que iban a entregar a otro narcotraficante en Ñuble.

La distancia no fue impedimento para que Johana Reyes pudiera participar de las exequias de su hijo. En una acción pocas veces vista y tras una orden judicial obtenida por la mujer, el cortejo fúnebre viajó hasta Chillán para pasar cerca del frontis de la cárcel donde ella y su pareja se encuentran internados. ¿La explicación? Resultaba más práctico, en términos de seguridad, trasladar el cuerpo del joven asesinado que llevar a la madre a Santiago.

Irónicamente, esta aparente acción humanitaria provocó que el funeral se extendiera aún más de lo debido. La canción “Delincuente” de Farruko se tomó la población Santa Inés. Era sólo el comienzo.

Vecinos: “Traigan militares. Carabineros no se la puede”

Rodrigo Saenz | Agencia UNO
Rodrigo Saenz | Agencia UNO

“Aquí tienen que meter militares. Los Carabineros no se la pueden con ellos. No podemos dormir con los balazos, los fuegos artificiales al aire. Esto ya es tierra de nadie”, indicó un vecino en contacto con el matinal de Chilevisión, pidiendo reserva de su identidad.

“Esto viene de años. Resulta que aquí por ejemplo, en el invierno pasado, mataron a un joven del pasaje frente al mío y salieron arrancando unos jóvenes por venganza entre ellos. Me parece que este niño que mataron, es de la banda contraria a ellos”, añadió.

Las dificultades que ha encontrado Carabineros para detener estas manifestaciones criminales son evidentes. Durante la primera jornada debieron enfrentarse a un grupo de al menos 50 personas que participaban de la “ceremonia”, entre ellos varios niños. Tras intentar disuadirlos, debieron recurrir a gases lacrimógenos, alterando aún más la paz de los ya aterrados vecinos.

Pese a que el general de la Zona Metropolitana de Carabineros, Mauricio Rodríguez, indicó que “no hay lugares en que los Carabineros no ingresen“, los residentes de Santa Inés tienen otra opinión.

“Uno trata de seguir su vida -por ejemplo yo voy a la universidad- y no es fácil, uno tiene que vivir con miedo”. Otra vecina, contó que el primer día no vieron a Carabineros, y que no le quedó alternativa a pasar por la calle del velorio, en medio de metralletas, con el temor que eso implica.

“Yo no duermo, mi familia no duerme. Estamos pendientes, uno piensa que una bala le va a llegar. El Gobierno tiene que hacer algo mucho más pesado, sino puede Carabineros, que sean militares, porque ya estamos hartos”, finalizó.