Será este lunes 1 de septiembre la jornada en que partirá el juicio en contra del único acusado por el crimen ocurrido en la región de La Araucanía a inicios de 2021.
El miércoles 6 de enero del 2021, efectivos de la Policía de Investigaciones (PDI) de diversas regiones del país se trasladaron hasta Angol, región de La Araucanía. Unos 800 efectivos llegaron esa noche hasta el estadio municipal de la comuna, donde se les explicó que habían sido citados para realizar un masivo allanamiento a la comunidad de Temucuicui en Ercilla, lugar que muchos conocían sólo de nombre o por fotografías.
La caravana interminable de vehículos salió desde la capital de Malleco a eso 08:00 horas del jueves 7 de enero. Para algunos una experiencia laboral distinta que les ayudaría a crecer en su formación policial, para otros, una jornada que conforme pasaban las horas se transformó en una experiencia infernal que marcó para siempre sus vidas.
Uno de los testimonios más relevantes para entender la pesadilla que vivió este grupo de policías y al que tuvo acceso BioBioChile es el que entregó un inspector de la PDI que llegó desde La Pintana a La Araucanía y cuya identidad será mantenida en reserva por medidas de seguridad.
Este policía -de 31 años- declaró ante el fiscal de Alta Complejidad, Carlos Bustos, quien indaga el crimen del inspector de la PDI, Luis Alberto Morales Balcázar, ocurrido en medio del masivo allanamiento a inmuebles ubicados en la comunidad de Temucuicui en Ercilla, en cumplimiento a una orden de entrada, registro y detención por una causa de drogas.
Al equipo del testigo le correspondía irrumpir la casa número 2, del sector rosado del lugar
Chacaico Alto, sin embargo -afirmó- “yo no tenía conocimiento de qué blanco teníamos que ubicar”.
El inspector iba con su equipo MT-0 La Pintana, unidad creada para combatir el tráfico de drogas en las poblaciones. Ese día iban a bordo de un vehículo Hyundai Tucson, el cual en una pendiente no pudo subir y esto provocó que se ubicaran a un costado del camino de ripio para dejar avanzar la interminable caravana.
“Una vez que se retiró la caravana completa, comenzamos a intentar subir el camino, llegando hasta una intersección donde había otros vehículos detenidos, no pudiendo seguir subiendo. En ese momento, habíamos decidido que quedaría un hombre y una mujer por cada vehículo. Yo quedé con una colega antigua, en el vehículo MT-0 La Pintana y mi colega DIAZ se quedó en el vehículo que inicialmente iban las mujeres”, sostuvo.
En su relato, el funcionario de la PDI aseveró que luego se apostaron en una bifurcación de dos caminos de tierra, junto con otros de sus colegas que estaban en el lugar, por cuanto no podían seguir subiendo con los vehículos a los domicilios que debían intervenir. Y en ese instante comenzó a escuchar por una radio portátil de la Brigada Antinarcóticos y Crimen Organizado (Brianco) noticias que no eran muy alentadoras, ya que hablaban de un policía herido.
“Luego se escucharon algunos disparos a lo lejos, pero no iban dirigidos a nosotros, se escuchaban lejos”, detalló.
En ese momento, el funcionario de la región Metropolitana y sus colegas se quedaron a la espera de que los equipos finalizaran las intervenciones de los domicilios asignados para luego evacuar el lugar, porque a esas alturas ya se sabía que en otros sectores había policías heridos.
El testigo dijo que se comenzaron a acoplar todos los carros de la caravana con la finalidad de salir por el mismo camino que habían ingresado. Allí tomaron la decisión de dejar las dos camionetas Tucson al final de la caravana, con el objetivo de no complicar el paso de los demás vehículos.
El grupo avanzó un par de minutos, pero la caravana se detuvo completamente. Luego de varios minutos se enteraron que era producto de un árbol que impedía el paso. En ese momento no se escuchaban disparos en la zona, pero esa calma duró solo unos minutos.
“Luego siguió avanzando la caravana, momento en el cual sentimos el impacto, aparentemente de una escopeta, que nos pegó por el flanco izquierdo del vehículo, sin embargo seguimos avanzando y luego de eso nuevamente se detuvo la caravana y se comenzaron a escuchar disparos que venían de diferentes direcciones. Ahí estuvimos detenidos varios minutos, pero nadie de mi vehículo descendió, hasta que se logró restablecer el paso. En ese momento yo venía sentado atrás del conductor, con la finalidad de protegerlo”, precisó el testigo.
El inspector recordó en su declaración que uno de sus colegas táctico le preguntó por la ventana del vehículo si tenía una SAF, una subametralladora, a lo que respondió que sí.
El testigo narró que descendió del vehículo y corrió unos metros para llegar al carro MT-0 de La Pintana, donde le pasaron una subametralladora, emprendiendo nuevamente el regreso al carro en el que venía. Su intención era prestar apoyo al equipo táctico debido a la gran cantidad de disparos que estaban recibiendo.
“En ese momento comenzó un intercambio de disparos entre los funcionarios y sujetos que corrían por los predios, disparando con armas de fuego, las cuales no pude ver, debido a la abundante vegetación. Ahí estábamos encajonados y los sujetos disparaban desde arriba. Ahí estuvimos bastante tiempo, yo creo que más de 30 minutos, donde ellos nunca dejaron de disparar”, declaró.
A esas alturas el procedimiento policial se había transformado en una pesadilla para los cientos de efectivos, en su mayoría jóvenes policías que no eran de la zona, que no conocían el sector, que no contaban con equipos de comunicación para una emergencia de esta naturaleza y que no sabían a qué se enfrentaban realmente.
Nuevamente comenzó a avanzar la caravana. El efectivo de la PDI narró ante el fiscal que en ese momento uno de sus colegas le solicitó conducir el vehículo de la Brigada de Reacción Táctica Valdivia, ya que su conductor necesitaba prestar apoyo a su equipo porque estaban siendo sobrepasados por el poder de fuego de los sujetos que disparaban ocultos en el bosque.
En ese momento -relató el testigo- se subió a una camioneta blanca, que identificó como una Nissan NP-300, color gris, la cual se encontraba última en la caravana. El conductor, comenzó a avanzar en el móvil haciendo cobertura con su arma de servicio mientras manejaba. La situación era tan complicada, que a los pocos minutos llegó un subcomisario con un escudo balístico, el cual comenzó a protegerlo por el sector izquierdo, lo hizo caminando a un costado de la camioneta para evitar que fueran impactados por los cientos de proyectiles que pasaban silbando muy cerca.
“Así avanzamos unos 30 metros y apareció la detective BARRERA, quien tomó el puesto de copiloto. preocupándose de cubrir el flanco derecho del vehículo. Todo esto, bajo un constante fuego enemigo. Posteriormente comenzó a avanzar la caravana, por lo cual el subcomisario JARA, en compañía de un táctico se subieron al pick up de la camioneta, cubriendo la parte posterior del vehículo, avanzamos un par de minutos más y llegamos a otro corte de ruta y en ese permanecimos varios minutos más, bajo constante fuego enemigo. Una vez sobrepasado este obstáculo, el subcomisario JARA junto con el Asistente Policial MANCILLA, de equipo táctico Valdivia, subieron a los asientos posteriores de la camioneta, avanzando junto con la caravana, hasta que llegamos a una intersección, en donde se encontraban varios equipos tácticos, repeliendo ataques desde diferentes flancos, junto a un blindado de Carabineros y un blindado institucional”.
El efectivo policial dijo en su declaración que al ser el último carro de la caravana, los equipos tácticos le prestaron cobertura del ataque armado para salir del lugar. Al momento de llegar a la intersección del cruce, tácticos le solicitaron que se detuviera y subieron alrededor de cuatro o cinco efectivos al pick up de la camioneta, según precisó en su testimonio.
En ese momento, mientras el conductor doblaba hacia la derecha, escuchó un disparo de grueso calibre, el que aparentemente habría impactado en el pick up de la camioneta, “ya que se sintió el silbido de la bala muy cerca del vehículo”.
El conductor continuó la marcha un par de metros, pero se detuvo porque el vehículo que estaba adelante se paró al intentar esquivar un tronco de árbol. En ese instante, relató, escuchó un segundo disparo de similares características al anterior, comenzando a escuchar gritos de que había un colega lesionado.
“Ante esto aceleré, con la finalidad de sacar a los funcionarios de la zona de fuego, avanzando aproximadamente unos 100 o 150 metros, instante en el cual, el subcomisario JARA me señala que me detenga para ver el estado de los funcionarios heridos, momento en el cual desciende del vehículo y se dirigió a la parte posterior de ésta, volviendo a los pocos segundos, señalándome que había dos colegas con disparos en sus cabezas y que uno de ellos estaba muerto”, narró.
Ante tal situación, el inspector que había llegado desde la región Metropolitana se dispuso a sacar a sus colegas del lugar y trasladarlos lo más rápido posible a un centro asistencial. Sabía que unos minutos podían hacer la diferencia entre la vida y la muerte. Por instantes pensó en solicitar un helicóptero institucional, pero no tenía equipo de radio para hacerlo y en el lugar no había cobertura de celulares.
“Al mirar por el espejo retrovisor izquierdo de la camioneta, veo a un colega con un impacto aparentemente en su rostro, empapado de sangre, el cual no reaccionaba y su cabeza salía del pick up. Ante esto, seguí avanzando y me encontré con otra caravana de vehículos que estaban en otra zona, por lo cual doblé a la izquierda, comenzando a adelantar dicha caravana, pudiendo observar una escuela al costado derecho del camino, por cuanto me dispuse a buscar una planicie, en donde pudiese descender el helicóptero, para trasladar a los funcionarios a un centro asistencial, opción la cual fue desechada, ya que no contábamos con equipos radiales para informar que teníamos 2 colegas heridos”, precisó.
La disputa por el cadáver en Ercilla
El conductor de la camioneta aceleró para llevar a los heridos lo más rápido posible a un centro asistencial, logrando finalmente llegar a la carretera y allí acordaron con los otros funcionarios ir al centro asistencial de Ercilla, que era el más cercano.
Una vez afuera del Cesfam, el equipo descendió de la camioneta con la finalidad de solicitar ayuda a personal médico, pero en ese momento personas que se encontraban en el sector empezaron a acercarse. El inspector de la PDI bajó del vehículo con la finalidad de ayudar a sacar a sus colegas lesionados de la camioneta. Y en ese instante, se percató que el personal médico no quería salir del centro porque un grupo de unas 40 personas lanzaban piedras y objetos contundentes.
“Llegó alguien con una camilla y una paramédico o enfermera, la cual subió al pick up de la camioneta y preguntó por el primer colega que se encontraba de rodillas en el pick up, a lo que señalamos que él estaba fallecido, por lo cual priorizamos la atención del funcionario que mantenía un impacto balístico en el
rostro, pero estaba consciente, lo tomamos, lo pusimos en la camilla y lo llevaron al interior del Cesfam, quedando yo junto con el Señor RIQUELME, de la Brigada de Reacción Táctica Valdivia, esperando una segunda camilla para sacar al segundo colega lesionado y aparentemente fallecido”, dijo en su declaración.
En su testimonio, el testigo aseveró que cuando la turba de personas observó que había colegas lesionados comenzaron a acercarse al vehículo, arrojando piedras, palos y elementos contundentes en contra de los efectivos policiales.
“Ante esta situación, con el señor RIQUELME intentamos contener a las personas que nos estaban agrediendo de manera no violenta, por cuanto no contábamos con el personal ni los elementos disuasivos necesarios para controlar dicha multitud, comenzando a recibir cada vez más agresiones de parte de la gente, los cuales comenzaron a acercarse al colega fallecido, por lo cual tomé la determinación de salir del lugar, a fin de que no nos quitaran el cuerpo del colega”, expuso.
El inspector de la PDI que había llegado desde la capital del país tomó la decisión de meterse entre la turba para poder llegar al puesto del chofer, recibiendo pedradas, golpes, además de que varios sujetos le impedían abrir la puerta.
“Una vez que logré subirme al vehículo en el cual además se encontraba armamento del tipo subametralladora, me dispuse a salir del lugar, momento en el cual, recibí en el parabrisas de la camioneta un trozo de concreto de gran tamaño, el cual me impedía tener visual del camino, por lo cual tomé una escopeta que se encontraba en el asiento del copiloto, con la cual rompí el parabrisas del vehículo, pudiendo huir del lugar yo solo con el colega fallecido, por cuanto el señor RIQUELME se refugió en el interior del CESFAM. Avancé aproximadamente una cuadra, en donde doblé a la derecha, en la primera calle, seguidamente volví a doblar a la derecha, con la finalidad de dar la vuelta a la manzana y poder entrar por la parte posterior del CESFAM, ya que las personas en el lugar estaban dispuestas a quitarme el cuerpo del colega fallecido”, relató.
La convicción del efectivo de la PDI era actuar rápido y metió el vehículo en el ingreso de la urgencia, momento en el cual llegó una funcionaria con una camilla que les permitió mover al efectivo policial asesinado.
“Momento en el cual tomé al colega fallecido y lo volteé, pudiendo observar su rostro deformado, aparentemente con un impacto balístico sin ningún tipo de signo vital aparente. En ese instante, personal médico me entregó un apósito, el cual puse sobre el rostro del colega fallecido, para posteriormente sacarlo del pick up y subirlo a la camilla. En ese momento hacen ingreso con él a la urgencia y yo me dispuse a tomar una escopeta antimotines. cerrar el portón del CESFAM y parapetarme en el lugar, a fin de resguardar a los colegas que estaban en su interior, mientras eran atendidos”, expuso el funcionario policial.
Asimismo, señaló que cuando hirieron a sus colegas no contaban con comunicación radial y que sus compañeros hicieron algunas llamadas a diferentes partes, a fin de solicitar colaboración y dar cuenta de los funcionarios heridos y que estaban siendo trasladados al CESFAM Ercilla, pero que dichas comunicaciones, aparentemente no tuvieron respuesta, ya que estuvieron entre 30 a 40 minutos sin ningún tipo de apoyo.
“Seguidamente, baje el armamento de apoyo y munición del vehículo, con la finalidad de evitar que pudiese ser sustraídas por las personas que nos estaban agrediendo. Luego de esto, el señor JARA comenzó a comunicarse con diferentes jefaturas, a fin de informar lo ocurrido, momento en el cual, a la llegada de los primeros carros, ingresé a la urgencia, e intentamos contenernos como tripulación. Minutos después, personal médico, me solicitó que retire el arma de puño del colega fallecido”, agregó.
Hasta ese momento no se sabía quién era la persona fallecida y a qué dotación pertenecía. En su testimonio, el funcionario relató que uno de sus colegas hizo registro de las vestimentas de la víctima fatal, donde solo pudo encontrar un parche con su apellido MORALES, no portaba su placa de servicio ni cédula de identidad que permitiese su identificación.
Luego las autoridades policiales identificaron a la víctima como el inspector Luis Alberto Morales Balcázar, del Equipo de Reacción Táctica (ERTA) de la PDI Iquique, quien se convirtió
en el mártir número 56 de la institución.
Soltero y sin hijos, Morales se encontraba en Tarapacá desde enero del 2015 y tenía casi 9 años de servicio en la institución cuando encontró la muerte en un allanamiento a Temucuicui en Ercilla.
A través de su testimonio, el inspector de la PDI relató que “cuando logré sacar la camioneta desde la comunidad, nos dirigimos al CESFAM Ercilla, a través de las indicaciones que yo recibía del Subcomisario JARA, por cuanto yo cumplo funciones en la región Metropolitana y no conocía la zona”.
El funcionario de la PDI afirmó ante el fiscal que “yo solamente vi a un comunero corriendo por entre los árboles, quien vestía un polerón rojo, con capucha, pero no distinguí su cara, porque lo vi a unos 250 a 300 metros de distancia por lo cual no puedo decir si él se comunicaba con otras personas. Tampoco escuché consignas o algún tipo de gritos”.
“A su consulta, yo no vi a nadie disparar, pero sí puedo señalar que los disparos llegaban de todos los flancos, logrando identificar tiros de escopeta, de pistolas o armas cortas y también disparos de grueso calibre”, precisó.
Interceptaciones radiales y simulación de allanamiento
Este lunes 1 de septiembre comenzará en el Tribunal Oral en lo Penal de Angol el juicio en contra de Alejandro Andrés Liguén Venegas (27), el único detenido por el crimen del inspector de la PDI Luis Morales Balcázar, para quien el Ministerio Público está solicitando una pena de presidio perpetuo calificado por el crimen del funcionario policial.
El fiscal Carlos Bustos, con vasta experiencia en delitos complejos como el de los tres funcionarios de Carabineros asesinados en Cañete, es quien lleva esta investigación. El persecutor penal aseveró que se van a ofrecer y a incorporar variadas pruebas.
“Específicamente testigos que van a dar cuenta de lo que ocurrió aquel día, pero además, como se trataba de una investigación altamente compleja donde en un inicio no había ni siquiera certeza de dónde había ocurrido el hecho, se tuvieron que doblegar esfuerzos para poder realizar una acusación importante y además de forma responsable respecto del único imputado que se encuentra el día de hoy en prisión preventiva, que va a ser llevado a juicio oral”, manifestó Bustos.
A su vez, agregó que “en ese contexto se realizaron diligencias que son de carácter innovadoras dado que no se habían realizado de forma frecuente en otras investigaciones. Me refiero precisamente a interceptaciones de frecuencias radiales, en las cuales hubo que realizar rastreo primero de las frecuencias para posteriormente interceptar estas frecuencias radiales. Esto nos permitió tener una opción distinta de interceptación de comunicación de los imputados dado que los teléfonos ya no los estaban utilizando”.
El persecutor penal añadió que también “se decidió realizar una diligencia de una entrada y registro falsa, con la finalidad de ver cómo operaba este grupo al interior y cómo había operado el día 7 de enero de 2021, mientras era toda esta diligencia monitoreada tanto por sistema aéreo como a través de interceptaciones telefónicas y frecuencias radiales. De la diligencia ocurrió lo que esperábamos, que los imputados demostraron cuál era el comportamiento interno que tenían una vez que funcionarios de la policía, investigaciones o Carabineros intentaban ingresar a la comunidad Chacaico. Eso nos dio claridad de la forma en que se organizaban, la forma en que se comunicaban previamente y además de el lugar donde vivían algunas de las personas que en ese momento eran investigadas”.
Esto trajo como consecuencia finalmente la detención del orfebre Alejandro Andrés Liguén Venegas, realizada el 22 de mayo del 2022 en su domicilio ubicado en la comunidad Chacaico.
“En esa diligencia se incautó el fusil utilizado para dar muerte al inspector Luis Morales Balcázar, esto acreditado de forma científica a través de prueba microscópica que da cuenta que esa misma armamento fue utilizado el día 7 enero del 2021 para darle muerte”, aseveró el fiscal Carlos Bustos.
En la acusación el persecutor penal sostuvo que “a raíz de una investigación, llevada a cabo por la Fiscalía de Alta complejidad en conjunto con un equipo multidisciplinario de Policía de Investigaciones, se pudo determinar, que el imputado Alejandro Liguén Venegas, forma parte de un grupo armado, el cual tiene por objeto repeler armadamente los ingresos de funcionarios policiales al sector de Chacaico, Ercilla. Para lo anterior, en el mes octubre del año 2020, adquirió de un tercero y de forma ilegal, un fusil calibre .308 marca Savage, con el objeto de repeler el ingreso de funcionarios policiales”.
En la acusación, el fiscal solicitó 15 años para el acusado por el homicidio frustrado, 5 años de presidio por atentado a la autoridad, 7 años de cárcel por tenencia de arma prohibida, tres años por tenencia ilegal de municiones y cinco años por receptación de especies.
La defensa del orfebre de Chacaico
La defensa de Alejandro Liguén Venegas la asumió el defensor penal particular, abogado Marco Oñate, quien sostuvo que “no hay prueba suficiente para acreditar la participación de Alejandro Liguén en estos tres hechos, haciendo presente que nosotros jamás hemos discutido el hecho número cuatro de la acusación, que radica que a él se le habría encontrado en posesión un fusil que estima la Fiscalía que sería perfectamente o podría perfectamente percutir las municiones que fueron disparadas por parte del supuesto hechor que le habría dado muerte al subinspector en el hecho uno de la acusación, esto es a don Luis Morales Balcázar”.
El defensor precisó que a su juicio “la prueba de cargo no es suficiente, el Ministerio Público lo que ha hecho es acompañar bastante prueba pericial, bastante prueba documental, que acredita la posesión del arma de fuego y que examina las municiones, pero no hay prueba directa que acredite la participación en el hecho más grave, que es por lo que comienza esta investigación, que es la lamentable muerte del subinspector de la Policía de Investigaciones”.
Finalmente, Oñate agregó que “a partir de ese hecho, solo porque mi representado tendría un domicilio cercano al sitio del suceso, es investigado, se le asocia a otros delitos que ocurren como vengo señalando en el mes de noviembre y diciembre y con eso se le fabrica una causa que claro, al día de hoy se le presentan penas que son de presidio perpetuo calificado por la naturaleza de los delitos que tienen asociados a unas penas de crimen. No obstante aquello, entendemos que el tribunal desde el punto de vista imparcial tendrá que acoger nuestras alegaciones por cuanto se va a demostrar en este juicio que no hay prueba directa para condenar”.
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