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Mujeres víctimas de violencia en Chile relatan sus experiencias de abuso, maltrato y manipulación por parte de parejas. Según el Informe Anual de Femicidios 2024 del Sernameg, el 97% de los femicidios fueron cometidos por personas con vínculos de pareja. A través de testimonios de Evelyn, Noelia y Carla, se expone cómo fueron manipuladas y humilladas por sus agresores, quienes también abusaron sexualmente de ellas y las alejaron de sus seres queridos. En casos como el de Macarena, se evidencia la complejidad de salir de una relación violenta y la dificultad de recibir apoyo sin ser revictimizadas.
“Es como un grito de desesperación. Uno tiene que superarlo sabiendo que está atrás. Hay marcas que quedan en la mente, en el corazón, son heridas que quedan”.
Esto es parte del relato de Evelyn, una mujer que vivió una tormentosa relación junto a un hombre que —según señala— no solo abusó de ella, sino que también la maltrató y humilló. Su testimonio es uno de los cuatro a los que accedió BioBioChile.
Así como ellas, otras tantas mujeres de nuestro país viven en un círculo de violencia en su relación. Manipulación, humillación, abuso y, peor aún, en algunos casos, muertes.
Según el Informe Anual de Femicidios 2024 de Sernameg, en todos los casos de femicidio, la agresión ocurrió principalmente en el domicilio en común. El 97% de esos casos fueron cometidos por personas con vínculos de pareja.
Al momento de la publicación de este artículo, se han registrado 27 femicidios consumados, 212 frustrados y 48 tentados en lo que va del año.
Carla, Noelia y Evelyn
Evelyn, Noelia y Carla, tienen algo en común. Fueron víctimas de la misma persona: un hombre llamado Jesús, quien —de acuerdo a sus testimonios— no solo las agredió y abusó sexualmente, sino que también hizo que se alejaran de amigos y familiares. Las tres conversaron con BioBioChile, revelando años de abusos. Sus nombres son ficticios, para proteger su identidad.
Carla fue la primera de las víctimas. Cuenta que está “cansada” mientras busca un lugar donde sentarse, y es que la batalla que ella ha tenido con Jesús, su agresor, se ha extendido por años. A los 18 tuvo su primer hijo con él, un hombre al que califica como manipulador y narcisista.
Empujones y correazos se volvieron algo habitual, detalla. Dice que algunas veces eran tantos los abusos que ni siquiera la dejaba dormir. A tal punto llegó su cansancio producto de las vejaciones, que incluso una vez llegó a perder su trabajo.
Tras poner fin a la relación, y gracias a la ayuda de su madre, pudo denunciar a su agresor en 2016.
Actualmente, vive junto a sus dos hijos en una casa que pertenece a la familia del hombre, bajo el acuerdo de que no pagaría pensión alimenticia, trato que podría terminar, ya que ahora le están pidiendo que pague arriendo. Estuvo junto a este hombre por 18 años, de los cuales en su mayoría fueron un tormento.
“Tenía que decirle mi señor, me hacía rezarle”
Noelia también fue pareja de Jesús. Comenzaron una relación en 2009 y en 2014 quedó embarazada. Las agresiones por parte del hombre se normalizaron dentro de la relación, explica la mujer.
Al igual que Carla, recalca que Jesús era narcisita, que tenía aires de superioridad y que buscaba humillar a las mujeres con las que sale. “Él dice que hay lugares en la escala alimenticia y que él está por sobre todas”, declara Noelia.
Algo que se repite en los relatos, es que durante el abuso sexual, el hombre las ahorcaba. “Tenía que decirle mi señor, me hacía rezarle”, añadió

La víctima manifiesta que la violencia en la relación se normalizó, ya que “te va convenciendo de lo que él hace en el ámbito sexual, es un juego”, lo que hizo complicado que pudiera romper el círculo de violencia.
En 2024, un día se percató que a Jesús le llegaban mensajes de otra persona. Los revisó y comprobó que era otra mujer: Evelyn. Este punto, sumado a toda la violencia, tanto física como psicológica, le permitieron a la víctima poner un alto y decir basta. Logró terminar con Jesús y salir de esta relación, sin embargo, comenzó una batalla en tribunales, ya que lo denunció por pensión de alimentos y violencia sexual.
“Hace que le pidas perdón, manipula tus emociones”
Evelyn, la tercera víctima, consigna que “me asfixiaba. Me tomó de las manos, me tapó la cara”. “Él manipula mucho, hace que le pidas perdón, manipula tus emociones”, añade la mujer.
Detalla que las agresiones fueron similares a los casos anteriores. Todas describen que Jesús involucraba alcohol y drogas durante los abusos.
Ella manifiesta que tampoco sabía que Jesús tenía una relación con otra mujer, es decir, Noelia, aunque las dos creen que en realidad, al mismo tiempo, estuvo con al menos cuatro mujeres. Estuvieron juntos por ocho años, de los cuales en su mayoría, sin saberlo, él la engañaba.
Al igual que Noelia, darse cuenta de la infidelidad le permitió abrir los ojos para salir de la relación y denunciar las vejaciones de las cuales era víctima.
Seguir tras una relación así, indica, “es como un grito de desesperación. Uno tiene que superarlo sabiendo que está atrás, hay marcas que quedan en la mente, en el corazón, son heridas que quedan”.
Además, un punto no menor, es que aseguran haber sido contagiadas con una enfermedad de transmisión sexual por parte de este sujeto, quien, en conversación con BioBioChile, negó las acusaciones.
Macarena y su caso viral
El caso de Macarena es distinto, sin embargo, no por eso menos preocupante.
Su situación se conoció publicamente, luego que viralizara el video de una audiencia donde su esposo, Matías, quien estaba conectado vía Zoom, dejó el micrófono abierto mientras tenía relaciones sexuales con otra mujer.
Lo anterior, con el objetivo de poder visibilizar cómo la burocracia del sistema judicial la ha llevado a tener que tomar medidas extremas, ante los cuestionamientos por su rol de madre, mientras era vulnerada por quien aún es su cónyuge.
Se conocieron en 2013 por medio de un amigo. Su pololeo parecía de ensueño, no solo era preocupado y detallista, también la acompañó en situaciones difíciles.
Reconoce que en ese tiempo no le llamaron la atención ciertas red flags, como por ejemplo que le cuestionara el maquillaje o ropa. No lo encontraba grave, dice ella.
A los cinco meses de pololeo le pidió matrimonio y se fueron a vivir juntos. Comenzaron los problemas. Macarena asegura que Matías es alcohólico, pero que ella no lo sabía en ese tiempo.
Cada vez que bebía, confidencia Macarena, se ponía celoso, inseguro o la acusaba de engañarlo.
“Si alguien me cuenta esta historia hoy día, yo hubiese dicho, ‘Amiga, sal de ahí’, pero en ese momento, pucha, a mí me dolía verlo así. O sea, yo a él lo quería mucho, él era un siete conmigo”, enfatizó.
Previo al casamiento por la iglesia, Matías se escapó. Lo encontraron ebrio en una plaza, indica Macarena, quien ya estaba embaraza de su primera hija.
Macarena relata que a raíz del trabajo y el sueldo que tenía su esposo, este le restregaba que él era el proveedor de la casa. Ella no trabajaba, ya que Matías, detalla la denunciante, tenía el concepto de un matrimonio conservador donde la mujer debía estar en casa con los hijos, pese a que le pagó un estudio de traducción de idiomas.
Frases como “yo no sé por qué me pongo así contigo, pero es culpa tuya”, se volvieron habituales, manifiesta ella.
De los gritos a otras agresiones
De la violencia verbal, pasó a la física. Todo cuando él estaba ebrio. A la semana de que nació su hija, dice Macarena, hubo un episodio donde le quitó a la niña de los brazos, destrozó la cuna y le gritaba. La familia de su esposo culpaba a los amigos, a su expareja y decía no entender por qué él se ponía así, indica la mujer.
Macarena manifiesta que Matías la amenazaba con que si se iba con su hija, él se iba a matar. Fueron años de situaciones similares, donde se embriagaba y la insultaba, golpeaba cosas y se desaparecía. También, comenzó a visitar clubes nocturnos, asegura la madre de tres pequeños.
Cuando tenía 35 semanas de su segundo embarazo, frente a otro episodio de agresividad, Macarena se escondió en el baño junto a su hija. Ella llamó a los padres de Matías y a los suyos. Todos vieron la magnitud de la situación.
“En un punto asumí que yo no iba a tener nada más que esto”, manifiesta Macarena, quien enfatiza en que “me sentía fea, me sentía poco mujer”. Tenía la autoestima completamente destruida.
Macarena cuenta que la primera vez que su esposo se puso violento sin alcohol, fue cuando Matías se enojó porque ella le pidió ayuda para un trabajo correspondiente a un diplomado que estudiaba. Cuando él se le acercó para golpearla, relata la mujer, se cruzó un perro que tenían. En medio de su enojo, su esposo pateó al perro y lo dejó inconsciente, detalló la denunciante.
“Sí, siento que si bien estaba en un círculo de violencia, donde tú no te das cuenta de estas cosas, si es algo que yo permití. Y que quizás si hubiese tenido las herramientas que tengo hoy día donde he entendido cómo esto funciona, no hubiese permitido llegar a esa instancia”, manifestó.
Tras una breve separación, donde incluso debió aguantar comentarios de su propio círculo familiar, volvió a la casa. Macarena confiesa que se enteró que durante ese tiempo, él golpeó a la hija mayor de ambos con una patada y la dejó sangrando.
Una de las peores situaciones que vivió, fue cuando Matías la arrolló con un auto y arrastró frente a la casa, mientras los niños veían. Estos hechos se encuentran judicializados.
Finalmente, él se fue de la casa, al menos por un tiempo, ya que ella volvió donde sus padres en Los Andes. “Estaba tan rota, que no sabían quién era”, dijo Macarena.

Hoy, todo su caso está en tribunales de justicia, donde se ha encontrado con más de un obstáculo, como por ejemplo que una juez rechazara su caso porque no tiene “tanto daño psicológico”, pese a que se comprobaron las agresiones. En otra situación, un perito le recomendó retractarse de la denuncia, ya que su esposo amenazaba con matarse.
“A mí el mismo tribunal me hizo cuestionarme mi salud mental”, dijo previamente Macarena a BioBioChile.
El cuestionamiento siempre puesto en la víctima de violencia en la relación
Rosario Hermosilla, psicóloga y directora de Salud Mental de Fundación Antonia, conversó con BioBioChile, donde explicó que, lamentablemente, frente a este tipo de casos, “el cuestionamiento está siempre puesto en la víctima por aguantar la violencia, haciéndolas sentir que ellas son el problema por quedarse, sin tener en cuenta que la violencia enferma”.
“Las consecuencias de esto son varias, pero principalmente están relacionadas al daño de la autoimagen y, por ende, de la autoestima. Además, es importante mencionar que una de las características de las víctimas de violencia es que con el pasar del tiempo se comienzan a aislar, por elección al no querer verse expuestas a este tipo de comentarios o porque el círculo se aburre”, añadió.
Respecto al perfil de los abusadores, en general son variados, explica Rosario, pero “muchos tienden a contar sus historias de vida como víctimas, buscando la compasión para maltratar. Tienden a responsabilizar a las víctimas por el maltrato que ellos ejercen aludiendo a que ellas la provocan”.
Un punto no menor, manifiesta la psicóloga de la Fundación Antonia, es la peligrosa combinación entre un agresor narcisista y una víctima dependiente emocionalmente. “Por una parte, el narcisista necesita controlar, que lo admiren constantemente y que validen constantemente su superioridad y la contraparte necesita la validación externa, evitar el abandono y complacer para sentirse valiosa”, enfatizó.
¿Cómo ayudar a las víctimas de violencia en la relación, sin revictimizarlas?
Poder ayudar a las víctimas, sin revictimizarlas es complejo. Rosario indica que “hablar de esto por supuesto que tiene una parte de revictimización porque tienen que contar la historia de las cuales están o han sido víctimas, pero, las víctimas necesitan hablar y contar su historia y el punto clave está justamente ahí, en escucharlas sin juzgarlas, ‘escucha activa"”.
“Hacerlas sentir que su historia importa, y que cada detalle de cómo se sienten es relevante para avanzar hacia la sanación. Y relacionado a esto mismo, acá creo que es de suma relevancia que todas las personas que trabajen en atención a víctimas de violencia en contexto de pareja, trabajen en red, procurando un trabajo coordinado que evite la revictimización, obviamente con el previo consentimiento de la víctima”, indicó.
En ese sentido, y consultada por este medio, detalló que si bien el Estado entrega herramientas, como por ejemplo fono de denuncias y acompañamiento, hay muchos factores que hace que no sea suficiente y muchas veces “tiende a ser más violento el trato que se les da desde este ente, generando aún más secuelas en las víctimas”.
“Se necesitan personas preparadas para atender a víctimas de violencia, que no las juzguen ni las hagan sentir tontas por estar donde están. La violencia da mucha vergüenza porque las víctimas sí se dan cuenta de lo que está ocurriendo, solo que no pueden salir”, indicó Rosario.
Violencia en la relación: Identificar las banderas rojas
Muchas veces se cuestiona a las víctimas por no ver las red flags, o banderas rojas. Incluso en los mismos testimonio, las víctimas se recriminan el no haberlo hecho a tiempo.
Rosario explicó que una forma de prevenir relaciones violentas y darse cuenta de esos puntos que llaman la atención y que podrían ser una alerta, es el factor tiempo.
“La mayoría de las historias de violencia se dan en parejas que comienzan una relación de forma muy intensa, tan intensa que no se conocen lo suficiente antes de comprometerse y las agresiones surgen cuando ya están dentro de la relación”, indicó.
Lo ejemplifica de la siguiente manera:
“Para esto, hay una forma muy gráfica de explicar que a mí me parece muy útil que es el laberinto de la violencia: se muestra un laberinto con características muy llamativas, tanto así que a cualquier persona le dan ganas de entrar (esto se asocia a lo encantadores que se muestran los agresores), si yo entro al laberinto y avanzo rápidamente (factor tiempo), a lo mejor voy a detectar las señales cuando esté muy adentro y ya esté perdida, y eso va a hacer que me cueste mucho encontrar la salida.
En cambio, si entro a este laberinto tan atractivo, y avanzo lentamente voy a darme cuenta de las banderas rojas al comienzo, y va a ser más fácil encontrar el camino de salida. Es por esto que en terapia se trabaja desde ahí, buscando construir una cuerda (herramientas) que le permitan guiarse hasta la salida en caso de estar perdida”.
Una vez en este “laberinto”, que ejemplifica la profesional, la víctima ingresa en un círculo de violencia, concepto desarrollado por la psicóloga y especialista estadounidense en violencia de género, Lenore Walker.
El ciclo de la violencia de Walker, detalla el portal especializado Psicología y Mente, comienza con una fase de calma en la que todo parece estar en orden, aunque en realidad depende de que la víctima se ajuste a lo que dicta el agresor. Luego surge la acumulación de tensión, marcada por pequeños desacuerdos y maltrato psicológico, donde la víctima intenta complacer o evitar provocar a su pareja, minimizando los problemas y justificando la conducta violenta.
La tensión desemboca en la fase de explosión, la más breve, pero también la más intensa, con agresiones físicas, psicológicas o sexuales. Posteriormente, puede aparecer la fase de “luna de miel”, donde el agresor muestra arrepentimiento y promete cambios, lo que atrapa a la víctima en el ciclo.
Finalmente, Rosario detalló que hay un listado largo de señales de alerta para tener en cuenta, siendo uno de los más importantes, según Rosario, la incomodidad.
“Transmitirles a las víctimas que cuando se sientan incómodas por comentarios, formas o actitudes de su pareja, deben poner límites y cumplirse a ellas mismas que esos límites se respeten. Las relaciones de pareja son condicionales, se debe llegar a acuerdos, y se debe tener en consideración lo que al otro/a le duele, le hace daño, le importa y cuando alguien pasa por alto esto, es el momento de dar un paso al costado”, dijo la directora de Salud Mental de la Fundación Antonia.
SernamEG y el llamado a denunciar
Priscilla Carrasco, directora nacional del SernamEG, señaló a BioBioChile que “mantenemos un trabajo permanente para informar a la ciudadanía y a las mujeres que han vivido violencia sobre los canales de denuncia, los pasos a seguir y los derechos que les asisten al decidir denunciar”.
Enfatizó en que existen diversos canales para solicitar ayuda en casos de violencia en la relación, como por ejemplo el 133 de Carabineros y el 149 de Fono Familia, un servicio telefónico gratuito y confidencial, también de Carabineros. Además, se puede denunciar en Fiscalía, para iniciar un proceso judicial y pedir medidas de protección.
“Como Servicio, nuestro llamado es a reconocer la violencia de género como un delito de seguridad pública y no como un asunto exclusivo del ámbito privado”, señala la directora del SernamEG, quien enfatiza en que “se ha logrado integrar de manera transversal la violencia de género en las políticas públicas, visibilizando y enfrentando la violencia extrema como un tema de interés nacional y de seguridad pública”.
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