Renovar el pasaporte venezolano desde Chile es un trámite que no demora meses, sino que tarda años, literalmente. Entrevistamos a dos ciudadanas venezolanas en Chile que quieren viajar a visitar a sus familias a su país, a quienes no ven desde hace años, pero han enfrentado una serie de trabas para obtener el documento. Y no solo eso: la madre de una de ellas está en la misma Venezuela y lleva dos años esperando por su pasaporte, es decir, ni siquiera estando ahí lo pueden lograr. Esta es la travesía imposible para lograr un trámite que es esencial para cualquier persona en el mundo.

Obtener o renovar el pasaporte venezolano es sumamente difícil de lograr, incluso cuando los ciudadanos de ese país están en la misma Venezuela. Hacerlo desde el extranjero se ha convertido en una tarea prácticamente imposible.

Víctimas de esta problemática son los migrantes que habitan en Chile y que deben esperar durante años, literalmente, para renovar su pasaporte.

Solamente obtener una cita para solicitar el documento a la Embajada de Venezuela, ubicada en la calle Bustos 2021, Providencia, significa esperar más de un año. Y una vez logrado ese paso, tarda al menos un año más el que llegue el documento desde la República Bolivariana.

Esta situación ha llevado a que el Gobierno de Chile acepte pasaportes y cédulas de identidad venezolanas vencidas, por medio de resoluciones emitidas por el Ministerio del Interior y de Seguridad Pública.

La última modificación a la resolución de la Subsecretaría del Interior, publicada en el Diario Oficial en 2021, extendió la vigencia de la medida, por lo que nuestro país aceptará, hasta abril de 2023, documentos de ciudadanos venezolanos que hayan sido emitidos desde 2013.

“A través de la Declaración de Quito sobre Movilidad Humana de Ciudadanos Venezolanos en la Región, suscrita el 4 de septiembre de 2018, los Gobiernos de las Repúblicas de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Panamá, Paraguay, Perú, Uruguay, y los Estados Unidos Mexicanos, acordaron, entre otros aspectos, de acuerdo con la legislación nacional de cada país, acoger los documentos de viaje vencidos como documentos de identidad de los ciudadanos venezolanos para fines migratorios”, indica la publicación de Interior.

Esto quiere decir que los venezolanos pueden entrar y mantenerse en Chile, así como en los otros países mencionados, con sus pasaportes vencidos. No obstante, esto no soluciona la problemática principal: muchos de estos ciudadanos quieren irse de América Latina y migrar permanentemente hacia Estados Unidos, Europa y otros países, por lo que necesitan sus documentos sí o sí.

Y también hay otro motivo, igual de relevante, por el cual los necesitan vigentes: para poder ir a visitar a sus familias en Venezuela… y que les permitan volver a salir.

Caos en la Embajada de Venezuela: uno de los pasaportes más caros del mundo

En las últimas semanas, las imágenes mostrando el caos en las afueras de la Embajada de Venezuela en Chile se han viralizado con rapidez. Es común ver a familias completas durmiendo en la calle en la noche, para poder alcanzar un número de atención en la mañana. Y muchos viajan desde otras regiones, sin saber si lograrán su cometido o será una pérdida de tiempo y dinero.

Son tantas las solicitudes de renovación y las entregas de pasaportes nuevos, que el recinto diplomático ha tomado una nueva medida para apresurar el trámite: jornadas masivas de atención. Pero es demasiada la gente que llega, así que las personas esperando por el trámite, incluyendo muchos niños, tienen que esperar en condiciones indignas. Mientras, los vecinos de Providencia están desesperados porque no pueden salir de sus casas debido a la multitud.

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Para disminuir las filas en Providencia, las autoridades bolivarianas han habilitado, temporalmente, otros puntos de atención para quienes solo necesitan retirar, como el liceo Valentín Letelier de Recoleta.

"La gente cree que uno exagera, pero no": la imposible tarea de renovar pasaporte venezolano en Chil
Embajada de Venezuela en Chile, diciembre 2022 | Óscar Guerra | Agencia UNO

María* (su nombre real será mantenido en reserva) es venezolana y lleva 14 años viviendo en nuestro país, específicamente en Concepción, junto a su pareja chilena. En entrevista con BioBioChile, acusa que tan frustrante como la espera es la falta de información y claridad de parte de las autoridades venezolanas. Lo peor, en su caso, es que las normas cambian con rapidez y no hay fuentes oficiales a las que se le puedan consultar.

“Uno entra a la página de la embajada y no hay información de nada. No hay un teléfono por el que te puedas comunicar, no hay nada”, dice.

Ella quiere visitar a familiares en Venezuela que no ha visto desde hace 4 años, cuando fue su último viaje, pero ahora tiene su pasaporte venezolano vencido. Adicionalmente, tiene pasaporte de España, pero afirma que la nación bolivariana no le permiten ingresar y salir del país con ese documento.

Si pidiera un salvoconducto, que es más fácil de obtener, podría entrar al país, “pero el problema es que después no puedes salir con un salvoconducto, tienes que salir con un pasaporte vigente. Entonces, no le hallé mucho sentido, a menos que la persona quiera regresar a su país”.

“Si no tengo pasaporte, no voy a viajar. Yo necesito viajar tranquila, sin pensar que voy a tener algún tipo de problema en el aeropuerto. Pedimos cita para la embajada hace como 8 meses y es una cita que también tienes que pagar, vale 200 dólares. Y todavía no me la han dado, ese es el problema. Dicen que se demora muchísimo, que se suele tardar de un año a uno y medio”, añade.

El precio es otra complicación que enfrentan muchos migrantes de menores recursos, pues el pasaporte venezolano es uno de los más caros del mundo: llega a costar 320 dólares (unos 280 mil pesos chilenos), entre los 120 dólares que del trámite y los 200 que cobra como base el Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería (Saime) venezolano.

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Como un año y medio para ir a la cita. Después, para que te entreguen el pasaporte, es como un año más. Las filas se forman en la madrugada, van con colchones, van con niños, es un drama. Hace unas semanas, nosotros llegamos a las 6 de la mañana a la embajada y ya éramos el número 198. Y dan hasta 200 números, pero después de que se acaban, la gente se sigue quedando porque tienen dudas que necesitan aclarar”, relata María.

“Después de que atienden a las personas con número, reciben a las otras personas con consultas. Es duro. Y nosotros fuimos ahora en una temporada en que no hace frío, pero en invierno es lo mismo: filas de gente a las 2 o 3 de la mañana y con niños pequeños. Eso no se ve en ninguna otra embajada en Chile”, añade.

Y María recalca que el trato de la embajada hacia sus compatriotas “es como una vejación a los venezolanos. Después de que tuvieron que irse de Venezuela, en las condiciones en que se van, cuando llegan aquí a Santiago, en que uno piensa que se les puede pegar un poquito el orden de este país… no. Y no solamente eso. Yo me imagino que la gente que vive ahí, alrededor de la embajada, debe ser terrible. Es todos los días un gentío que pasa por la puerta de tu casa. También afecta a los residentes del lugar.”

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Embajada de Venezuela en Chile, diciembre 2022 | Óscar Guerra | Agencia UNO

Viajes a Venezuela: el miedo de que no los dejen salir

Francys es otra ciudadana venezolana, de 36 años, que vive en Concepción. Llegó a Chile en 2017, tras una complicada travesía en solitario, y años posteriores le siguieron su esposo y su hija pequeña. Actualmente, tiene residencia definitiva y pronto podrá acceder a la nacionalidad chilena.

Desde ese entonces que no ve al resto de su familia en Venezuela. Cuando llegó, aún tenía su pasaporte vigente, pero ya lleva un tiempo vencido y no ha logrado renovarlo.

Quiere visitar a su familia en Venezuela, en especial porque su madre y su abuela tienen edad avanzada, así que teme que mueran y no pueda volver a verlas nunca más, ni siquiera viajar a despedirlas. Pero otro miedo mayor es ir y que no la dejen volver a salir del país, por no tener todos los documentos en orden.

“Yo quiero ir, quiero visitarlos. Si hay una emergencia, ¿cómo viajo? Nos ha pasado que han muerto personas muy allegadas de familia, tíos, primos, y no podemos hacer nada. Yo puedo entrar a Venezuela porque sigo siendo venezolana, pero salir es lo complicado. De hecho, he sabido de personas que han viajado y todavía están en Venezuela porque no pueden salir”, afirma.

Y el documento de identidad no es la única traba. Incluso teniendo todo en regla, Francys acusa que la corrupción y las mafias en su país son tan poderosas, que le exigirían desembolsar grandes cantidades de dinero en coimas para cruzar la frontera.

Su relato puede parecer ficción, si lo comparamos a lo acostumbrado en Chile, pero es su realidad:

“Salir de Venezuela es todo un tema. Legalmente, podría hacerlo (solo con el pasaporte). Pero es tanta la mafia, es tanta la cadena de corrupción que hay con todos los organismos, que yo presentando pasaporte venezolano, pero con carnet de residente permanente en Chile, a ellos les hace suponer que tú ya tienes cierta estabilidad en este país. Y si tienes estabilidad, manejas un poco más de ingresos que una persona que normalmente trabaje en Venezuela.

Entonces, si tú vas por las ‘aduanas’, o por los ‘peajes’ (ilegales), cuando vas cruzando de una ciudad a otra, tienes que pagar.

Incluso para llegar a Venezuela, tienes pagar en la frontera, porque es más fácil llegar a Colombia en avión y luego a Venezuela vía terrestre. Para pasar por esa frontera, hay una ‘aduana’. Tienes que pagar, te revisan. Hay personas que viajan con maletas con regalos y les van quitando cosas. No a todos les pasa, pero sí existen mafias.

De hecho, cuando yo salí de Venezuela, tenía que venir con mis divisas súper escondidas, para que, cuando me revisaran, no estuvieran tan visibles y no me las quitaran. Entonces, es todo un tema; a mí me encantaría viajar, pero igual me da mucho miedo.

Salí de Venezuela con una sensación tan grande de inseguridad, tenía tanto miedo. Volver a vivir eso… no, no quisiera. Preferiría mil veces que ellos (sus familiares) vinieran para acá (de visita). Al llegar acá, ya están a salvo.

Mucha gente cree que uno exagera, pero no.

En su caso, no solo no ha logrado cita en la embajada en Providencia para solicitar la renovación de su pasaporte, sino que su madre, que vive en Venezuela, lleva dos años esperando a que le llegue su pasaporte, para poder viajar a visitarla en Chile. Esos plazos larguísimos se han normalizado en ese país, con todos los trámites en entidades públicas siendo tediosos, apunta.

“Mi mamá es adulta mayor. Yo quiero sacarle todos sus documentos porque quisiera tener la oportunidad de reencontrarme con ella en algún momento, tenemos 5 años y medio que yo no veo a nadie de mi familia. Pero igual mi mamá tiene a su madre viva, mi abuela, entonces a ella le da miedo irse. Tuve que pagar en Venezuela para que le sacaran el pasaporte a mi mamá, en el trámite legal, hace más de dos años, y todavía no le llega el pasaporte. Y ella está en Venezuela. Hasta sacar tu cédula de identidad es complicado”, explica Francys.

Según su testimonio, las cifras que piden en coimas para obtener el pasaporte en esa nación pueden llegar hasta los 1000 dólares con facilidad (unos 880 mil pesos chilenos).

“En Venezuela es una mafia total. No es que tú llegues y solicites el pasaporte. Si tú quieres que te llegue rápido, tienes que pagarle a alguien. Aparte de lo que cuesta, si tú lo quieres rápido, le tienes que pagar a un funcionario (de forma ilegal) y te cobran hasta mil dólares por entregártelo”, agrega.

Pese al temor que le da volver a Venezuela, aunque sea de visita, Francys está convencida de ver a su familia, así que tratarán de ir.

“Vamos a hacer la solicitud (de cita con la embajada) con mi esposo e hija porque quiero ir a Venezuela. Tengo que ir porque siempre está ese miedo de que tú no sabes cuándo vas a volver a ver a tu familia. Nosotros hablamos, pero no es lo mismo. Tengo sobrinas que no conozco, y mi mamá y papá tienen miedo de que mi hija se olvide de ellos. Yo sé que no va a pasar, pero igual es un miedo que ellos tienen; me preguntan si el próximo año voy a ir. Yo creo que, con estas jornadas masivas, se reducirán los tiempos de espera. Creo que va a ser mucho más rápido”, asegura.