El caso médico de Paula Díaz ha reabierto el debate en torno a la despenalización de la eutanasia en Chile. La falta de diagnóstico, un estado de salud deleznable que sólo empeora y un dolor insoportable en todo su cuerpo, llevaron a la joven de 19 años -y a su familia- a pedir al Gobierno una intervención médica consentida que ponga fin a su vida.

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Valentina

Su caso recuerda en parte al de Valentina Maureira, quien en 2015, con 14 años, también grabó un video dirigido a la presidenta Michelle Bachelet para pedir una inyección que la dejase “dormida para siempre”.

Valentina sufría fibrosis quística, misma enfermedad que ya había causado la muerte de su hermano mayor, había recibido cinco cirugías con resultados contrarios a los esperados. Vivía con un dolor que sólo veía esperanza en un trasplante.

“Solicito hablar urgente con la presidenta, porque estoy cansada de vivir con esta enfermedad. Ella puede autorizarme una inyección para quedarme dormida para siempre“, decía la pequeña en su video.

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Tras su petición, Valentina fue visitada por la mandataria y recibió miles de muestras de apoyo, tras las cuales decidió dar una posibilidad al trasplante. Sin embargo, falleció a los pocos meses en un funeral al que asistió, entre otros, Jorge Sampaoli, en ese momento director técnico de la Selección Chilena de Fútbol, quien se había vuelto cercano a la joven y la apoyaba públicamente.

Tras su muerte también se reabrió el debate, pero nadie mostró intención de legislar al respecto. “Por el momento no nos parece oportuno innovar al respecto”, decía el ministro subrogante de Salud, Jaime Burrows.

El fallecimiento de Valentina ocurrió la misma semana en que la Comisión de Salud del Senado había despachado a sala un informe, rechazando un proyecto de ley que buscaba permitir la muerte asistida en enfermos terminales.

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Jorge Sampaoli apoyando a Valentina Maureira | Archivo | Agencia UNO

Manuel

Un poco antes, en junio de 2014, el “buen morir” ya había sido tema nacional tras una carta firmada por el médico Manuel Almeyda poco antes de su muerte. Su voz se escuchó fuerte, no sólo por ser cirujano, sino que también por ser un destacado militante socialista fundador del Movimiento Democrático Popular durante la dictadura de Augusto Pinochet.

Almeyda sufría una insuficiencia cardíaca y pulmonar, que le había quitado toda gana de vivir a sus 89 años. En la misiva pedía al colegio Médico la conformación de una instancia que debatiera en torno a la interrupción voluntaria de la vida en caso de enfermedades terminales.

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La petición fue descartada de plano por el departamento de ética del gremio, pero logró encender luces al interior del Partido Socialista. De manera paralela el senador Rossi había reingresado al Congreso su proyecto -original de 2006- de eutanasia activa y lamentaba públicamente que “nunca vamos a estar preparados si los temas no se debaten”.

Pasadas algunas semanas de acalorado debate, la entonces ministra de Salud, Helia Molina, aseguraba que una nueva ley de eutanasia no formaba parte de la agenda legislativa del Gobierno.