Hay poca gente escuchando, pero Said al-Burshaid no escatima entusiasmo en su discurso para las primeras elecciones legislativas que se celebran en Catar, una gota de agua de democracia en el desierto político de este rico país del Golfo, gobernado por la familia Al Thani.
“Nuestro trabajo es informar a los electores y educar a la gente”, se felicita este actor, convertido en candidato estrella de estas elecciones, que llegó pisando una alfombra roja al recinto deportivo del sur de Doha donde se celebró este mitin. Varias decenas de cataríes vestidos con la túnica tradicional, blanca impecable, le escuchan, silenciosos y bebiendo pausadamente una taza de té.
El 2 de octubre, los cataríes van a elegir 30 de los 45 miembros del Consejo de la Shura, un órgano legislativo sin demasiadas prerrogativas. Hasta ahora, los miembros de la Shura eran nombrados por el emir, que concentra los poderes en un país donde los partidos políticos están literalmente prohibidos.
Estas elecciones constituyen una pequeña y rara concesión de democracia en una región especialmente reacia a los debates públicos. Pero no significará que una nueva página se abre en Catar, según los observadores.
La Shura podrá proponer leyes, aprobar el presupuesto y revocar a un ministro, pero el emir sigue teniendo el derecho a veto.
Estas elecciones se enmarcan además en la campaña de seducción internacional que lleva a cabo el emirato, blanco de las críticas de organizaciones de derechos humanos, sobre todo cuando falta un año para el Mundial de fútbol, que el emirato organiza.
Ante los presentes, Said al-Burshaid mezcla cuidadosamente los derechos de los trabajadores y de las mujeres con los elogios al emir, Tamim ben Hamad Al-Thani.
“Queremos que el sistema sea más abierto y también hablar de temas modernos”, asegura a la Agence France-Presse.
“Un aprendizaje”
Las calles del país están sembradas de carteles electorales, pero la campaña de 14 días se lleva a cabo sin debates y no ha girado en torno a cuestiones sensibles en este país autocrático y muy conservador.
De los 284 candidatos, solo 28 son mujeres. En el mitin de Said al-Burshaid, por cada mujer hay cinco hombres presentes. Y entre ellos, un cordón de terciopelo rojo para separarlos.
“No pienso que Catar obtenga algo en términos de leyes o reformas de estas elecciones”, considera Michael Stephens, investigador en el centro de reflexión Foreign Policy Research Institute.
Según fuentes diplomáticas, las familias y las tribus ya organizaron elecciones internas oficiosas para decidir a qué candidato apoyar. Y además, los trabajadores extranjeros, que representan la mayoría de la población, no podrán votar.
Pero Nasser al-Kuwari, un joven elector catarí, ve en estos comicios, pese a todo, “un avance positivo e importante”, y espera que la gente no se contente con elegir a los candidatos “más cercanos a su círculo familiar o de amigos”. “Me gustaría que podamos elegir a la persona correcta para el lugar correcto”, dice a la Agence France-Presse.
Para Danyel Reiche, profesor de Ciencias Políticas en la universidad de Georgetown de Catar, se trata de “un verdadero paso hacia la democracia que tal vez no se hubiera producido sin el Mundial de fútbol”, que hace que las cámaras del mundo se orienten hacia el emirato.
“El gobierno entendió que era hora de tener un sistema democrático. Somos el segundo país del Golfo después de Kuwait”, dice a la Agence France-Presse un votante de unos 60 años que no quiere dar su nombre.
“Esto es un aprendizaje. Ha llegado el momento de que la gente se exprese”, agrega.
Kuwait es el único país de la región que posee una vida parlamentaria relativamente activa, con diputados elegidos en las urnas que tienen un poder real sobre los ministros. Pero ahí también, la familia gobernante, el clan de Al-Sabah, ostenta aún las llaves del poder.