Italia atravesó uno de los confinamientos más draconianos de Europa para frenar la rápida progresión de la pandemia. Y a la hora de empezar a « reabrir las puertas », el largo y estricto encierro parece haber hecho mella en las mentes de sus habitantes.

Ante una propagación fulminante del nuevo coronavirus en el norte de Italia, las autoridades impusieron ya desde febrero medidas drásticas en esas regiones antes de extenderlas a toda la península a principios de marzo. Fueron diez semanas de encierro estricto y mucho temor.

Por eso ahora que empiezan a desandar el confinamiento, muchos italianos no saben muy bien en qué va a consistir la llamada “nueva normalidad”.

Y es que los italianos están aun bajo el efecto de las mortíferas cifras de la pandemia, que ha dejado más de 30.000 muertos. Pero después de más de dos meses marcados por la angustia y el luto, está claro que habrá otros efectos duraderos.

Cambio psicológico

Durante todo este tiempo, los italianos se alimentaron cotidianamente con noticieros dedicados del principio al fin a la Covid-19, que actualizaban a diario las cifras de muertos e infectados, que anticipaban el impacto en la economía, o informaban de los avances científicos para encontrar un vacuna o un tratamiento eficaz.

Ahora que el país ha comenzado a aliviar gradualmente el confinamiento, no todos parecen entusiasmado para volver a sus antiguas vidas.

Muchos se han acostumbrado a quedarse en la zona de confort de sus casas y han organizado sus vidas para combinar el trabajo a distancia y la vida familiar. Se han adaptado rápidamente al silencio de sus ventanas y a hablar con sus vecinos en sus balcones.

El 25% de los italianos todavía teme contraer el virus. Dicen que les provoca nerviosismo la idea de volver a subirse a los transportes públicos, aunque lleven máscaras y guantes. Incluso a pesar de ser conscientes de que sólo se permitirá ingresar a un número limitado de personas a la vez.

Se espera que estos sentimientos perduren durante muchos meses. Los psicólogos dicen que las personas que se adaptan más fácilmente, como los jóvenes, encontrarán más fácil volver a sus vidas anteriores, pero también es probable que tomen menos precauciones en un momento en el que el coronavirus está lejos de haber sido derrotado.

Los adultos que pudieron continuar con sus trabajos durante todo este tiempo también lo encontrarán más fácil, ya que este aspecto de sus vidas no cambió mucho.

Muchos ancianos no han visto a sus hijos y nietos durante meses y en muchos casos no podrán volver a verlos durante algún tiempo más. Las diferentes condiciones en las que las personas han tenido que vivir su aislamiento tendrán sin duda diferentes efectos psicológicos, a saber, si una persona estaba sola, si dio positivo, se enfermó o perdió a un ser querido.

Frente al Coliseo no hay colas de turistas y nadie sabe cuándo volverán a verse. Mientras tanto, los primeros romanos aprovechan el primer relajamiento del desconfinamiento para pasear, protegidos.

Ciudades fantasmas

Sin embargo, las personas que no sufrieron ninguna de estas situaciones durante su aislamiento encontrarán más fácil volver a las calles y reanudar sus vidas.

La marca duradera que sin duda permanecerá con los italianos es haber visto sus ciudades y pueblos como nunca antes: completamente desprovistos de vida.

Las imágenes del Coliseo de Roma sin turistas o de los Museos Uffizi de Florencia sin colas de espera si como los canales de Venecia sin góndolas permanecerán en la mente de la gente para siempre, al igual que las de los camiones del ejército llevándose cientos de cadáveres en la ciudad de Bérgamo, en el norte de Italia.

Pero la imagen que probablemente será la más difícil de borrar de la memoria de los italianos será la del Papa Francisco rezando solo en una plaza vacía de San Pedro el domingo de Pascua.