En tiempos en que algunos medios internacionales romantizan la destrucción en latitudes ajenas, desde Italia, llega una clara muestra de romanticismo puro, pacífico e inclusivo. Es lo que ocurrió recientemente en la Piazza De Ferrari en Génova.
8.000 mil personas se dieron cita a ese lugar, según lo informó el medio local La Repubblica. Niños, jóvenes, adultos y ancianos. Toda una cadena de la vida, hoy unida con cada eslabón fuerte y con un objetivo claro: ir por la soberanía y contra el populismo.
“La difusión del discurso de odio y la propaganda política de la falsedad, que nos enjaula en un conflicto perenne, porque carece de respuestas concretas a nuestras necesidades”, asegura el citado medio.
Se hacen llamar “Las Sardinas de Génova”, porque aseguran que “Génova no muerde el anzuelo” de la propaganda política que genera las desigualdades y abusos en la clase social.
De hecho, en la plaza que concentraba a la multitud, no habían banderas políticas que ensuciaran la causa en común. Los peces de cartón eran el símbolo de los que aquejados por el mismo fondo, decidieron darle una forma pacífica e inclusiva.
“El derecho a la educación, a la salud, al trabajo para todos”, decía en el discurso uno de los dirigentes de la expresión social.
“No excluimos a nadie, porque somos libres, democráticos y antifascistas”, proseguía. En cada intervención, un estallido de aplausos en toda la plaza. Nadie violentaba en los alrededores. Era, más bien, una explosión auditiva de esas que no ofenden o dejan damnificados en ningun bando.
La muestra democrática más ejemplar, en tiempos de convulsión mundial, emocionaba con cada dedicatoria y alcanzaba para todos, tomando en cuenta la tragedia de los migrantes en Italia y otras naciones de Europa.
“Los derechos humanos que son indivisibles: son válidos para todos o no se aplican a nadie. No podemos pensar en eliminarlos de algunas categorías de personas y pensar que las demás son mejores. Pedimos abrir corredores humanitarios de inmediato porque ya no queremos enterrar a los muertos en Lampedusa: no queremos centros de detención para extranjeros”, aseguraban. Otro aplauso por la vida y la empatía, estallaba.
“Génova no muerde”. La consigna, repetida tantas veces para reforzar la causa.
Tienen claro a lo que deben hacer un quite: “Al populismo, al odio, al racismo, a la discriminación”, aseguró Roberto Revelli, uno de los organizadores de la manifestación que, enfatizó al describirla, “es apartidista”.
Se trata de una aclaración que no ve cansancio en ser repetida. La visión toma lógica, al revisar los recientes movimientos de cambio en América Latina.
Bolivia sigue siendo foco de atención con lo que algunos analistas se enfrascan en llamar “Golpe de Estado” contra Evo Morales, quien hizo reformas constitucionales en busca de reelegirse para después retocar otros apartados legales, con la finalidad de agenciarse un periodo más en el poder, algo que ya todos sabemos como ha terminado.
Detrás de su salida, hay un dirigente sindical y un expresidente cobrando revancha por su renuncia en 2004, a causa de Evo. Hay banderas políticas metidas en el juego de ajedrez por la democracia, según sus impulsores.
Del caso chileno, aún queda mucho por analizar, existen (al igual que una estruendosa desigualdad) manifestaciones no oficiales que acusan a fuerzas extranjeras por el estallido social. Nada que concluya con evidencia, pero sí, una sistemática violencia que entorpece las causas genuinas y legítimas, como las que gritaban en Génova “las sardinas” pero de forma pacífica.
Los genoveses tienen, además del pacifismo actual, otro punto a su favor: la plena confianza en su Constitución, algo que en países como Chile está faltando debido a la larga data de la carta magna.
“No es un delito y es por eso que estamos aquí esta noche, porque nos reconocemos en los valores de la Constitución, que es nuestro único eslogan”, sostienen los organizadores de la histórica y ejemplar fecha.
No eran personas conocidas. Eran ciudadanos comunes, de todas las edades, que no temieron ser reprimidos por fuerzas policiales, dada la muestra cívica.
No se reportó, de hecho, ninguna anormalidad derivada de violentistas empañando la jornada. Tampoco, de uniformados haciendo uso excesivo de la fuerza, que a la vez pusiera en riesgo la credibilidad y respeto a toda una institución.
En dos, de varias consignas: humanidad y solidaridad.