El asalto al Capitolio de Estados Unidos durante la sesión en que se certificaba la victoria de Joe Biden dejó como saldo gran cantidad de heridos, detenidos y al menos 5 muertos.

Sumadas al rechazo de las acciones de los partidarios del presidente saliente Donald Trump, las críticas apuntaron contra la policía encargada de la seguridad del recinto que alberga las cámaras del Congreso en Washington D.C.

A raíz de lo ocurrido se informó sobre la renuncia del jefe de la policía del Capitolio, Steven Sund, fuertemente cuestionado por su gestión antes y durante la crisis. La decisión entrará en efecto este 16 de enero, informó una portavoz de su oficina.

Lo sucedido fue catalogado como “un fracaso masivo de las instituciones, los protocolos y la planificación para proteger la primera rama de nuestro Gobierno federal”, según el líder republicano del Senado, Mitch McConnell, que culpó, en última instancia, a “los criminales desquiciados que derribaron puertas, pisotearon la bandera de nuestra nación, lucharon con las fuerzas del orden y trataron de perturbar nuestra democracia, y a quienes los incitaron”.

Nadie se explica cómo pudo ocurrir que una protesta convocada hacía días, y que el propio Trump había anticipado que sería “salvaje”, acabaría con gente con banderas por los pasillos del lugar tomándose fotos o sentándose en los escaños de los legisladores tras haber superado por la fuerza un cordón policial claramente insuficiente para detener a una multitud violenta.

Pese al despliegue de 340 soldados de la Guardia Nacional ante una protesta que preveía unos 15.000 participantes, las autoridades tuvieron que pedir ayuda sobre la marcha a cuerpos de policía cercanos y otros 150 guardias para recobrar el control de la ciudad.

El presidente electo, Joe Biden, cuya victoria estaban confirmando entonces los congresistas, criticó este jueves la actuación policial y, como muchos otros, se preguntó qué habría pasado si en vez de seguidores de Trump los violentos asaltantes de las vallas policiales hubieran sido afroamericanos.

“Nadie puede decirme que si hubiese sido un grupo del movimiento Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan) el que protestaba ayer, no habría sido tratado de manera muy, muy diferente que a la turba de maleantes que irrumpieron en el Capitolio”, aseguró.

A diferencia de los gobernadores de los estados, la alcaldesa de la capital, Muriel Bowser, no puede convocar a la Guardia Nacional por su cuenta, sino que necesita la aprobación del Pentágono, algo que consiguió anoche gracias a la intervención, no de Trump, sino del vicepresidente Mike Pence.

El jefe de la policía metropolitana de Washington, Robert Contee, apuntó que ninguna “información de inteligencia” parecía sugerir que habría un asalto al Capitolio.

Sin embargo, en redes sociales, los grupos extremistas cercanos a Trump venían desde hacía días discutiendo planes para lograr ingresar al legislativo e interrumpir la confirmación de Biden.

La alcaldesa Bowser tuvo que decretar de manera urgente un toque de queda que hoy prorrogó hasta el próximo 21 de enero, un día después de que tome posesión Biden, preguntándose si la violencia política se va a convertir en “la nueva normalidad” de EE.UU.