Dos periodistas australianos salieron de China precipitadamente por miedo a ser arrestados por razones de seguridad nacional, cargo que justificó la detención de otra reportera australiana en agosto y que muestra la tensión entre las autoridades y los medios extranjeros.

Bill Birtles y Michael Smith se refugiaron en secreto durante varios días en locales diplomáticos de su país, hasta que se llegó a un acuerdo para permitir su regreso a Australia.

Pocas horas después de la llegada de ambos a Sídney, China dijo que la presentadora australiana Cheng Lei, detenida en agosto y que trabaja para la televisión pública china, está siendo investigada por una cuestión de “seguridad nacional”.

China aseguró que “mientras los periodistas extranjeros respeten la ley (…) no tienen razones para preocuparse”.

Después de aterrizar el martes en Sídney, Birtles, corresponsal en Pekín del canal ABC, dijo que la semana fue “agitada” por las maniobras políticas.

“Es un alivio estar de regreso en un país donde existe un verdadero estado de derecho”, dijo.

Hace una semana Birtles y Smith, corresponsal en Shanghái del Australian Financial Review (AFR), recibieron simultáneamente visitas de la policía en su casa en plena noche.

Luego les dijeron que se trataba de una investigación en el marco de la “seguridad nacional”, que no podían salir del país y que serían interrogados.

“De repente sentí, sin darme cuenta, que me había convertido en un peón en una especie de pulso diplomático”, dijo Birtles.

Temiendo ser interrogados y arrestados arbitrariamente, los dos periodistas, a quienes se les prohibió salir del país, huyeron a las representaciones diplomáticas más cercanas a sus casa.

“No ser Julian Assange”

“Realmente no teníamos otra opción. No quiero ser un Julian Assange y estar atrapado en una embajada durante años”, dijo el reportero de ABC, refiriéndose al fundador de WikiLeaks que pasó siete años recluido en el embajada de Ecuador en Londres.

Ambos salieron de Shanghái el lunes, acompañados por diplomáticos australianos, y aterrizaron en Sídney el martes por la mañana.

Sus nombres se añaden ahora a la lista de periodistas extranjeros, mayormente estadounidenses, a los que recientemente se les negó el derecho a trabajar en China o fueron expulsados.

Su fuga se produce tras el arresto, el mes pasado por una razón desconocida, de Cheng Lei, una periodista económica australiana que trabajaba para el canal estatal chino en inglés CGTN.

China dijo el martes que fue arrestada bajo sospecha de “actos criminales que ponen en peligro la seguridad nacional”.

Además, varios periodistas que trabajaban para medios estadounidenses no obtuvieron la renovación de sus acreditaciones.

“Durante varias décadas, China ha amenazado, acosado y expulsado a periodistas estadounidenses y extranjeros”, criticó el martes la portavoz de la diplomacia estadounidense Morgan Ortagu tras la no renovación de visas de varios periodistas estadounidenses.

Los editores de Australian Financial Review señalaron que los dos periodistas australianos “estaban haciendo su trabajo habitual como reporteros”.

“Perturbador”

Sin embargo, describieron el incidente como “lamentable y perturbador” y dijeron que “no está en el interés de una relación de cooperación entre Australia y China”.

James Curran, exanalista de inteligencia y asesor del primer ministro, dijo que la represión contra los medios y el hecho de que ningún medio australiano importante esté ahora representado en China agravará todavía más la incomprensión de la población.

Según él el incidente es otro golpe para las relaciones entre Australia y China.

En los últimos años, Australia se opone a lo que considera, desde que el presidente Xi Jinping llegó al poder en 2013, la creciente influencia de China en Asia.

El gobierno australiano también provocó el furor de Pekín hace unos meses por su petición de investigar los orígenes de la pandemia de covid-19.

Desde entonces, China ha tomado una serie de medidas económicas de represalia contra Australia, su mayor socio comercial.