El brasileño Carlos Ghosn, presidente de Nissan, Renault y Mitsubishi ya no escucha el rugir de los motores. Ahora, crujen los barrotes de su celda cada vez que se cierra y ha terminado sus labores en la prisión de Kosuge, a 40 kilómetros de Tokio. Se trata de un lugar descrito como “siniestro”, por periódicos de Francia como Le Figaro.

A ese lugar fue llevado por la supuesta evasión de 39 millones de euros. La justicia de Japón pisa el acelerador a fondo a la hora de reunir más pruebas en su contra, pese a que el multimillonario trataba (según la acusación) de evadir a toda marcha cada obstáculo para no ser descubierto.

La acusación asegura que pagaba sus gastos personales con dinero de la compañia. No obstante, su vida de lujos ha quedado en cero kilómetros y millas de vuelo. De hecho, antes de ser apresado en su jet privado, fue interrogado durante 3 horas. Ese tiempo bastó para que las autoridades lo llevaran a detención, cambiando su estilo de vida por el más precario en las prisiones donde no hay privilegios, según el número de ceros en las cuentas de los imputados.

A la prisión de Kosuge, la llaman además “La Lavandería Judicial”. El título se lo ha ganado “limpiamente” por el tratamiento que le da a quienes ensuciaron el prestigio de un país, con delitos que para el japonés promedio han pasado la línea de la lealtad y el honor por los que son conocidos sus ciudadanos. Ghosn, llegó a ese lugar por ir presuntamente a máxima velocidad y en sentido contrario a las costumbres niponas.

Le Soir Plus Francia
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Ahora lo paga caro y sin chequera que valga en la prisión. 3 platos de arroz al día, raciones que dejan atrás los banquetes de un millonario, muy oportunos en almuerzos-ruedas de negocio. Los ecos de las risas en esos encuentro, ahora fueron sustituídos por los que deja el cierre de su celda. Medios como RT Francia retoman la publicación de RTL, dando cuentas de este trato al reo no tan común, pero que es uno más en el sistema.

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Duerme en un colchón dentro de la prisión, que aunque tiene calefacción, no se compara a las casa y hoteles que le ponían sello de garantía a sus negocios internacionalmente provechosos. De hecho, su familia pelea porque la justicia no confisque otro inmueble en Río de Janeiro, Brasil.

Las visitas de sus familiares también tienen un contexto común en la vida de cualquier reo. Nada de salas especiales equipadas con radio, TV u otro artefacto que engalane el encuentro. 15 minutos son necesarios según la justicia local para que pueda ver a sus seres queridos durante la semana. No puede hablar en otra lengua que no sea la japonesa, menos su idioma natal, el portugués. Los otros idiomas con los que tanto se relacionó, han quedado fuera del trato.

RTL Francia
RTL Francia

Periodistas o socios no pueden entrar a verlo para conseguir una exclusiva. El poder judicial teme que haya destrucción de pruebas ante cualquier visita fuera del contexto familiar.

Nada de enviar o recibir correos electrónicos, llamadas telefónicas u otra comunicación a distancia. Los reos tratados con deferencia, en otras partes del mundo, en eso le llevan kilómetros y kilómetros de ventaja.

Es una prueba de fuego que vive un hombre, que ha pasado de los reflectores y el éxito, a la sombría realidad de una celda. Las autoridades deben decidir con el proceso en marcha, si logra ser exculpado, libre bajo una fianza o le ponen el freno necesario a toda medida cautelar que lo deje en libertad. De ser así, ya comenzó su nueva vida carcelaria, la cual purgaróa durante diez años, tiempo en que estaría en la cárcel por el delito del que se le acusa.

Ludovic Marín AFP
Ludovic Marín AFP