Miles de venezolanos, cansados, deshidratados, mal alimentados y muchos con los pies doloridos, han acelerado el paso a través de Colombia y Ecuador para ingresar a Perú, antes de que entren en vigor normas migratorias más restrictivas este sábado.

En un Centro Binacional de Atención Fronteriza (CEBAF) en Tumbes, situado en medio de campos de banano en el límite entre Ecuador y Perú, una avalancha de venezolanos llegó en las horas previas a que comience a regir la obligación de que presenten pasaporte para entrar a territorio peruano en busca de una vida mejor. La gran mayoría son jóvenes, algunos con sus hijos.

Venezolanos en Ecuador con dirección en Perú | Agence France-Presse
Venezolanos en Ecuador con dirección en Perú | Agence France-Presse

Muchos llevaban casi 20 días caminando, viajando en precarios buses rurales o pidiendo la “cola” (como llaman los venezolanos a ‘hacer dedo’ o solicitar un ‘aventón’), tras dejar su otrora próspero país petrolero sumido ahora en una aguda crisis.

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El CEBAF, centro binacional construido en la década de 1990 para dejar atrás los conflictos limítrofes entre Ecuador y Perú, fue diseñado para atender a unos 200 viajeros al día, pero con el éxodo de venezolanos esa cifra se multiplicó por 10, o más.

Venezolanos en Perú | Agence France-Presse
Venezolanos en Perú | Agence France-Presse

Las restricciones impuestas por países de Sudamérica en las últimas semanas a la migración venezolona han sido cuestionadas por la comunidad internacional, incluyendo a la ONU, que llamó a tener planes de acogida.

El lujo de conseguir pasaporte

En las últimas semanas han ingresado unos 2.500 venezolanos cada día, según cifras oficiales, pero la cantidad se disparó en la víspera de que Perú les exija pasaporte, siguiendo el ejemplo de Ecuador.

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Mientras hacen fila en la frontera, los migrantes aprovechaban para descansar, asearse, dormir y tratar de comer algo. En el CEBAF hay un restaurante que vende platos de pollo con arroz a 3,5 dólares, pero pocos venezolanos pueden darse ese lujo.

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Las largas caminatas, cargando mochilas o arrastrando maletas y bultos con ropa y alimentos, lesionaron o inflamaron los pies o tobillos de muchos migrantes, como los de Yoilán Landaeta Rodríguez, de 31 años.

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“Necesitamos realmente la ayuda del país de Perú y esperemos que nos reciban con la mano abierta”, dijo este microempresario del estado de Portuguesa.

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