La suspendida presidenta brasileña, Dilma Rousseff, dijo este jueves que pedirá “justicia” y defenderá “la democracia” en el alegato que dará ante el Senado por el juicio de destitución que dejó su mandato al borde del abismo.
A siete días del inicio de la fase final del proceso que la suspendió como paso previo a sacarla del poder, según indican todos los sondeos en el Senado, Rousseff afirmó que está convencida de su lucha y que no puede darse el lujo de pensar en escenarios hipotéticos de derrota.
“Espero del Senado justicia. En el Senado voy a argumentar, no solo en favor de la democracia, del respeto al voto directo del pueblo brasileño, sino también a argumentar a favor de la justicia“, dijo en un encuentro con corresponsales extranjeros.
La primera mujer en llegar a la presidencia de Brasil, de 68 años, está acusada de haber violado la Constitución al autorizar gastos sin la aprobación del Congreso y de manipular las cuentas públicas, lo que le valió la apertura del impeachment por un parlamento muy adverso a su gobierno.
Rousseff, que enfrentó la dictadura militar (1964-1985) militando en una guerrilla marxista, sostiene que es víctima de un golpe parlamentario encabezado por su vicepresidente Michel Temer, quien actúa como jefe de Estado interino y gobernará hasta fin del 2018 si sentencian a su exaliada.
Media hora para la historia
La mandataria dispondrá de media hora -que podría ser extendida- para hacer su alegato el lunes 29 de agosto y se estima que la votación final del Senado sería en torno al 31 de agosto.
El segundo mandato de Rousseff comenzó bajo fuego. Desde su asunción el 1 de enero 2015, su Partido de los Trabajadores (PT) quedó envuelto en acusaciones de corrupción ligados a la escandalosa trama de sobornos en la estatal Petrobras, mientras la economía de la mayor potencia latinoamericana se derretía. Ese año cayó 3,8%.
Desconectada del Congreso, perdió la iniciativa política y la Cámara de Diputados le dificultó la aprobación de sus principales proyectos, como un paquete de ajuste fiscal para intentar reencaminar la economía. Su popularidad se derrumbó a un dígito y millones de brasileños salieron a las calles a pedir su salida.
En el Palacio de Alvorada, residencia presidencial que conservó tras haber sido suspendida el 12 de mayo, esta economista que creció bajo el ala del exmandatario Luiz Inácio Lula da Silva, repite que es inocente y ataca a Temer, a quien considera que usurpó su cargo para aplicar un programa de corte liberal que no fue votado en las urnas.
“Él no quería ser una figura decorativa, quería ser presidente (…). Me traicionó“, sostuvo Rousseff, 48 horas después de divulgar una carta con un agónico pedido al Senado para que ponga fin al impeachment cuando aún le quedan dos años y cuatro meses de mandato.
Pese a que no hay acusaciones de corrupción en su contra, la Corte Suprema aceptó abrir una investigación para determinar si no actuó para entorpecer el trabajo de la justicia en el caso Petrobras.
Figura clave en los 13 años y medio del proyecto izquierdista del PT, la mandataria reconoce algunos errores en su gestión y promete que si escapa a su juicio de destitución convocará a un plebiscito para que la ciudadanía decida si hay que adelantar elecciones.
“Solo hay una forma de juzgar a un presidente: una elección directa“, cerró.