Según el nuevo estudio, esta imagen puede provocar una dilatación de la pupila para dejar entrar más luz, como sucedería si el cuerpo se moviera en dirección a un área oscura.

Las ilusiones ópticas pueden hacer que el cerebro perciba la realidad de una manera distinta. Por ello, un grupo de expertos estudió los efectos que puede provocar una en particular, la de un “agujero en expansión”, cuyos resultados arrojaron que es tan fuerte que puede engañar los reflejos.

Los hallazgos de esta investigación fueron publicados esta semana en la revista científica Frontiers in Human Neuroscience.

En el campo de la psicosociología, estas imágenes son estudiadas para comprender los procesos complejos que usa el sistema visual del cuerpo para anticiparse y dar sentido al mundo visual.

“El ‘agujero en expansión’ es una ilusión altamente dinámica: la mancha circular o gradiente de sombra del agujero negro central evoca una marcada impresión de flujo óptico, como si el observador se dirigiera hacia un agujero o un túnel“, explicó Bruno Laeng, profesor del Departamento de Psicología de la Universidad de Oslo y primer autor del estudio.

Dilatación de las pupilas

En el nuevo estudio, los especialistas muestran que la ilusión del “agujero en expansión” es tan buena para engañar a nuestro cerebro que incluso provoca un reflejo de dilatación de las pupilas para dejar entrar más luz, tal como sucedería si realmente nos estuviéramos moviendo hacia un área oscura. El reflejo de la pupila depende de la percepción, no necesariamente de la realidad.

“Aquí mostramos, basándonos en la nueva ilusión del ‘agujero en expansión’, que la pupila reacciona a cómo percibimos la luz, incluso si esta ‘luz’ es imaginaria como en la ilusión, y no solo a la cantidad de energía luminosa que realmente ingresa al ojo. La ilusión del agujero en expansión provoca una dilatación correspondiente de la pupila, como sucedería si la oscuridad realmente aumentara”, agregó Laeng.

Los colores y su efecto en la reacción del organismo

Laeng y sus colegas exploraron cómo el color del agujero (además del negro: azul, cian, verde, magenta, rojo, amarillo o blanco) y de los puntos que lo rodean afectan la fuerza con la que reaccionamos mental y fisiológicamente a la ilusión. En una pantalla, presentaron variaciones de la imagen del “agujero en expansión” a 50 mujeres y hombres con visión normal, y les pidieron que calificaran subjetivamente con qué intensidad percibían la ilusión.

Mientras los participantes miraban la imagen, los investigadores midieron sus movimientos oculares y las constricciones y dilataciones inconscientes de sus pupilas. Como controles, a los participantes se les mostraron versiones “revueltas” de la imagen del agujero en expansión, con la misma luminancia y colores, pero sin ningún patrón.

Un 86% percibió al “agujero en expansión”

La ilusión parecía más efectiva cuando el agujero era negro, de hecho, fue percibida por un 86% de las personas analizadas. El 14% restante de los participantes no percibió ninguna expansión ilusoria cuando el agujero era negro, mientras que un 20% no lo hizo si el agujero era de color. Entre aquellos que percibieron una expansión, la fuerza subjetiva de la ilusión difería notablemente.

Los investigadores también encontraron que los agujeros negros promovieron fuertes dilataciones reflejas de las pupilas de los participantes, mientras que los agujeros de colores provocaron que sus pupilas se contrajeran. Para los agujeros negros, pero no para los agujeros de colores, cuanto más fuertes calificaban subjetivamente los participantes individuales, su percepción de la ilusión, más tendía a cambiar el diámetro de su pupila.

Nuevas interrogantes

Los investigadores aún no saben por qué una minoría parece no ser susceptible a la ilusión del “agujero en expansión”. Tampoco saben si otras especies de vertebrados, o incluso animales no vertebrados con ojos de cámara como los pulpos, podrían percibir la misma ilusión que nosotros.

“Nuestros resultados muestran que el reflejo de dilatación o contracción de las pupilas no es un mecanismo de circuito cerrado, como una fotocélula que abre una puerta, impermeable a cualquier otra información que no sea la cantidad real de luz que estimula el fotorreceptor. Más bien, el ojo se ajusta a lo percibido e incluso luz imaginada, no simplemente a la energía física”, acotó el experto.

Y concluyó que “los estudios futuros podrían revelar otros tipos de cambios fisiológicos o corporales que pueden ‘arrojar luz’ sobre cómo funcionan las ilusiones”.