Una nueva técnica para desarrollar células productoras de insulina y que puede protegerlas de rechazos inmunológicos tras haber sido trasplantadas podría ofrecer un rayo de esperanza a algunos enfermos de diabetes.
En la diabetes tipo 1, el cuerpo actúa contra sí mismo y ataca a las llamadas células beta de los islotes pancreáticos (cúmulos de células).
Estas células beta son responsables del equilibrio de los niveles de azúcar en la sangre y de expulsar insulina para que este nivel se mantenga estable. Sin ellas, los diabéticos dependen de la inyección de insulina.
La dependencia de las inyecciones se puede evitar con el trasplante de islotes, pero la operación es complicada y hay pocos donantes.
Además, a veces los islotes no logran conectar con los vasos sanguíneos y, incluso cuando lo hacen, pueden ser atacados por el sistema inmunológico del receptor, que identifica a sus células como invasoras, produciéndose así un rechazo, como ocurre con cualquier otro trasplante.
Por ello, los pacientes tienen que medicarse con inmunosupresores, protegiendo el trasplante pero exponiendo el resto del cuerpo a posibles enfermedades.
En un intento de superar algunas de estas dificultades, un equipo trató de encontrar otra fuente de islotes, haciendo que células madre pluripotentes inducidas (iPS) produjeran lo que el equipo de investigación llamó HILOs (organoides similares a islotes humanos).
Esos HILOs, al ser cultivados en un entorno 3D parecido al páncreas y turbocargados con un “interruptor genético”, produjeron insulina y fueron capaces de regular la glucosa en sangre al ser trasplantados en ratones diabéticos.
“En el pasado, esta función sólo se conseguía tras una maduración de meses en un animal vivo”, explicó Ronald Evans, director del laboratorio de genética Gene Expression Lab del Insituto de Estudios Biológicos Salk.
“Este avance permite la producción de HILOs operativos que funcionan desde el primer día del trasplante, lo que nos acerca a aplicaciones clínicas”, indicó a la AFP Evans, que dirigió el estudio.
Dar esperanzas
Tras haber encontrado una potencial manera de solventar el problema de aprovisionamiento, los científicos trataron de solucionar el del rechazo inmunológico.
Para ello, se centraron en una proteína de punto de control, PD-L1, que inhibe la respuesta inmunológica del cuerpo.
En tratamientos contra el cáncer, a veces se utilizan medicamentos para bloquear la PD-L1, lo que intensifica la respuesta inmunitaria del cuerpo frente a las células cancerígenas.
El equipo consiguió revertir ese proceso e indujo a los HILOs a expresar la proteína, con el fin de esquivar al sistema inmunológico.
“Normalmente, las células humanas colocadas en un ratón serían eliminadas en uno o dos días”, dijo Evans.
“Descubrimos la forma de crear un refugio inmunológico que hace que las células humanas sean invisibles para el sistema inmunológico”.
Mientras que los HILOs trasplantados a ratones sin la protección de la PD-L1 dejaban de funcionar poco a poco, aquellos programados para expresar la proteína continuaban ayudando a los ratones diabéticos a regular sus niveles de glucosa en sangre durante más de 50 días.
Ser capaces de desarrollar células productoras de insulina y protegerlas del ataque “nos acerca mucho a tener una posible terapia para los pacientes con diabetes tipo 1”, sostuvo Evans.
Alrededor de 422 millones de personas tenían diabetes en 2014, según la Organización Mundial de la Salud, un dato que incluye tanto a la tipo 1 como a la tipo 2.
En general, el trasplante de islotes pancreáticos se contempla para los pacientes con diabetes tipo 1, pues su enfermedad es resultado de una respuesta autoinmune.
Con todo, Evans matizó que todavía faltan años para que su investigación –que empezó hace diez años– pueda traducirse en un tratamiento para la diabetes en humanos.
Antes deben “confirmar que [HILOs] funcionan en otros modelos animales, incluyendo primates, además de hacer estudios a largo plazo en ratones”, señaló.
El científico espera que se puedan realizar estudios en humanos en un plazo de entre dos y cinco años.
“Es una enfermedad difícil de tratar y la insulina no es una cura”, añadió, destacando que 1,6 millones de niños y adolescentes tienen diabetes tipo 1 en Estados Unidos.
“La buena ciencia no es solo hacer descubrimientos, puede enriquecer al mundo y dar esperanza a quienes viven con alguna enfermedad”, apuntó.