Ñuble se caracteriza por ser cuna de artesanos de todo tipo, siendo las alfareras de Quinchamalí unas de las más destacadas a nivel nacional e incluso internacional. No obstante, Quillón también entrega talento dando vida a la greda, pero de una forma muy particular.

La artesana quillonina Rosa Caro practica la alfarería hace más de 15 años. Al principio era sólo un hobbie que incluso enseñaba en talleres. Sin embargo, dos trombosis le impidieron seguir desempeñándose en su profesión de educadora de párvulos, por lo que en la actualidad el pasatiempo se ha transformado en su única fuente de ingresos.

“A mí me encanta lo que hago, me apasiona. Esto me ha ayudado bastante para recuperarme de las dos trombosis que tuve y hoy le está sirviendo también a mi marido, que sufrió una trombosis. Con esto le doy ánimo y hemos visto que se ha ido recuperando muy bien”, contó la artesana.

Rosa no es una alfarera común y corriente, ya que fusionó sus dos amores, el arte y la enseñanza, para elaborar réplicas -lo más exactas posibles- de utensilios de diversas civilizaciones antiguas y pueblos originarios de Chile.

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En su taller, ubicado en la población Valle Verde de Quillón, es posible encontrarse con ánforas para rituales fenicios, jarros, pailas y coladores mapuches y diaguitas, máscaras aztecas, y todo tipo de cacharrería egipcia; entre otros artefactos.

“Lo que quiero hacer con mi arte es innovar y dejar esto en el futuro para los niños de Quillón. La finalidad de esto es hacer un museo con las réplicas, porque aquí no existen museos. Me he esforzado mucho por hacer las réplicas exactas y por lo mismo me he informado por internet sobre la historia de estos artículos y saber para qué sirvieron. Eso es parte importante de la educación para los niños, que puedan tocar y empaparse de la historia, tanto de Chile como de otros lugares del mundo”, explicó Rosa.

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Traspaso de conocimientos

Como toda apasionada del arte, la alfarera del Valle del Sol busca traspasar sus conocimientos a otras personas. Por el momento ya son dos: una de ellas es Lorena Villa, amiga de Rosa, quien partió sólo ayudándola y hoy ya maneja la greda sin mayores inconvenientes.

“He aprendido mucho sobre esto y me ha gustado mucho. Es que ella tiene mucha paciencia para enseñar y es muy buena para trabajar. Yo he aprendido a hacer ollas, pailas, fruteras; pero Rosa al final hace los diseños. Esto le ha servido mucho a mi hija para sus tareas del colegio, sobre todo con lo de los egipcios”, comentó Lorena.

No obstante, Rosa quiere más alumnos para preservar el arte del trabajo en greda y al mismo tiempo que la Historia de las antiguas culturas sobreviva al paso de los años a través de su arte.

Con pocos recursos, esta mujer ya ha conseguido mucho. La greda no se da en Quillón, por lo que debe salir a buscarla a Florida y para fabricar sus piezas posee herramientas casi rudimentarias y otras recicladas como palos de helado o de brochetas.

A sabiendas de esto, el concejal Esteban Villegas la ha ayudado en la construcción de su taller y el horno que necesitaba, hecho también de barro. En tanto, la municipalidad local ha logrado insertarla en puntos de venta para dar más visibilidad e interés a su arte.

“Nuestro trabajo es poder colaborar con nuestros emprendedores en diversos aspectos como la comercialización de sus productos, que dicho sea de paso ya contamos con una carpa frente a la plaza donde se hacen exposiciones y se invita a los turistas. Además, la idea es apoyarla en la capacitación y postulación a fondos concursables, con lo que pueda mejorar la competitividad como microempresaria y pueda escalar comercialmente con sus productos”, indicó Osvaldo Alcayaga, jefe de la Oficina de Desarrollo Económico Local (Odel) de Quillón.

Cerca de un centenar de piezas son las que ya forman parte del futuro museo que Rosa quiere instalar en Quillón, creando a diario entre tres y cuatro. Y es que no es fácil moldear la historia y reproducir con exactitud creaciones de más de 2 mil años.

Cada uno de los objetos debe pasar siete horas en el horno para cocerse y previamente la greda pasa por un proceso de limpieza y amasado, un trabajo duro, pero que ha tenido bellos frutos.

“Yo me motivo ayudando a los demás y ese es el objetivo final de mi trabajo, poder ayudar a otros a salir adelante, ayudarlos con sus problemas de salud o darles una herramienta para que puedan sobrevivir, como lo hemos hecho con mi marido”, sentenció Rosa Caro.