Uno de los motores de la carrera de Raffaella Carrá, la célebre cantante italiana fallecida hoy a los 78 años, fue la provocación. Y pruebas de ello se grafican en los diversos episodios de censura que sufrió tanto en Europa como en Latinoamérica.

El más evidente para los chilenos ocurrió durante su apogeo en la región desde fines de los setenta hasta principios de los ochenta, cuando la canción “Hay que venir al sur” (“Tanti auguri”, en italiano, 1978), se convirtió en un hit continental.

“Es increíble, no sé cómo explicártelo. Es una canción inmortal y no sé qué provoca en la gente: la he cantado en inglés, en japonés y otros idiomas, y siempre tiene un encanto”, confesó Carrá el diario El Mercurio en 2018.

El single, sin embargo, fue reconvertido en Latinoamérica para evitar las restricciones propias de las dictaduras sudamericanas de la época, a causa del explícito contenido erótico de su letra.

Si la lírica original decía “para hacer bien el amor hay que venir al sur”, la versión latina fue corregida con “para enamorarse bien hay que venir al sur”. Cuando la canción señalaba “lo importante es que lo hagas con quien quieras tú”, su versión naif proponía “es que tú vayas cuando quieras tú”.

“Santo Santo”, otro ejemplo de su éxito internacional, esta vez sobre un marido que salía temprano a trabajar y regresaba por la noche demasiado exhausto para intimar con su pareja, fue un poco más allá.

“El Santo me engañó / Dónde está sadismo / dónde el masoquismo que él me prometió”, rezaba la prosa original. La versión edulcorada, en cambio, reemplazó sadismo por “el cariño”, y masoquismo por “el amor mismo”.

Años atrás, en 1971, la exposición de su ombligo en la televisión italiana fue otro escandalo de proporciones nacionales, aunque esta vez también eclesiásticas.

Ocurrió cuando era presentadora del exitoso programa “Canzonissima” y Raffaella osó mostrar su abdomen desnudo en la clip inicial del show, hito que la llevó a ser reconocida en su país natal, hasta el día de hoy, como “el ombligo de Italia”.

“No hubiera imaginado nunca que mi ombligo hiciese tanto ruido. Para mí era natural vestirme con la moda de esos tiempos que, por otro lado, sigue de moda todavía”, contó años después al diario La Vanguardia.

“Mi ombligo es muy pequeño porque mi mamá me contó que, mientras estaba naciendo, pidió al cirujano que cortara el cordón umbilical con mucho cuidado, para que mi ombligo pequeño pareciera un tortellini”, detallaba.

Si bien la controversia fue ampliamente comentada, no se tradujo en problemas considerables para Carrá. Estos llegaron recién un año más tarde, cuando en ese mismo set de TV puso de moda el baile del “Tuca Tuca” (por estos días, canción característica de las cortinas y transiciones de Mega), en donde ella y un acompañante se tocaban diversas partes del cuerpo al son del sencillo.

La canción, sus pasos, su letra y otra vez su ombligo al descubierto, fueron motivos suficientes para una compleja polémica; primero para los ejecutivos de la cadena RAI que rápidamente censuraron la coreografía, y luego para el propio Vaticano que hizo un escándalo por la misma.

“El Vaticano se quedó mudo. Para ellos, era muy atrevido y transgresor porque el bailarín que estaba frente a mí me tocaba diversas partes del cuerpo”, recordó en diálogo con la TV española.

Mediante el diario “L’Osservatore Romano”, la Iglesia lo tachó de “demasiado provocador”. Aquella publicación fue el inicio de una campaña de desprestigio a raíz de sus vestimentas y canciones: cuando el hit llegó al cuarto lugar del ranking nacional, las páginas del matutino pasaban del quinto al tercero puesto.

“El baile era erótico en sí, pero sin caer en la vulgaridad; esto es muy importante. Lo que me encantaba es que yo hacía el ‘Tuca Tuca’ tocando caderas, rodillas, espalda, cara… y los niños lo repetían, se divertían, porque era muy natural. Ese era el secreto”, resumió en otra entrevista con Efe Eme.

La polémica quedó zanjada con la visita de la estrella del cine italiano Alberto Sordi, quien pidió expresamente bailar con Raffaella el “Tuca Tuca”. Para ello, debieron pedir permiso a los ejecutivos de la RAI.

La secuencia, se convirtió en un hito en la historia de la TV local, y en ella se ve cómo el intérprete utiliza la coreografía para tocar con sus dedos el ombligo de la cantante (ante las evasivas de esta).

“Pero cómo uno viene a Canzonissima y no ‘tuca tuca’ a Raffaella”, comenta Sordi al final de la performance. “Gracias, has estado formidable”, le responde Raffaella Carrá amable y evidentemente incómoda, aún tratando de contenerle las manos con las suyas.